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Pasaban tres minutos de las siete de la tarde de este jueves cuando la detonación –con 21 kilos de goma-2– hizo que, en cuestión de segundos, una de las chimeneas de la antigua Cristalería Española de Vioño quedara reducida a escombros. Los cerca de ... 86 metros de altura cayeron con escrupulosa precisión y delicadeza y los vecinos, que llevaban horas esperando a que llegara ese momento, pudieron llenar por fin sus teléfonos móviles de imágenes para el recuerdo.
Algunos llevaban desde las tres de la tarde por la zona. Varios operarios de la empresa encargada de la demolición habían ido por la mañana, puerta por puerta, a las casas de los barrios próximos, como El Arrabal y San Vicente, advirtiendo de que, a partir de esa hora, debían cerrar ventanas, meterse en casa y poner los coches a buen resguardo. Muchos ya sabían que el derribo había llegado. Por eso, la noticia corrió como la pólvora y muchos vecinos de dentro y fuera del municipio se congregaban desde diversos puntos: en fincas, el colegio Antonio Robinet e incluso la bolera, para poder contemplar la demolición de la primera chimenea que Saint Gobain ya sí, iba a derribar. La cita se convirtió este jueves en todo un espectáculo.
El adiós definitivo a uno de los vestigios de ese pasado esplendoroso que convirtió a Vioño en lo que hoy es, sí generó en cambio cierta incertidumbre desde por la mañana.
Mientras los vecinos iban recibiendo la noticia por parte de los encargados de las obras, el Ayuntamiento de Piélagos –que a esa hora tenía entre manos la inauguración del centro de interpretación Valle de Piélagos– aseguraba no tener constancia de nada. Como indicó a El Diario Montañés, sí sabía que la detonación se iba a producir, pero no este jueves. «El siguiente». Al rato, la confirmación oficial llegó por parte de la administración local y la alcaldesa, Verónica Samperio, lo explicaba diciendo que la empresa «no se ha puesto en contacto con nosotros para comunicárnoslo».
Para las tres de la tarde, Guardia Civil y Policía Local ya circulaban por las inmediaciones para advertir a los curiosos que debían ir desalojando. A esa hora, fincas, calles y aceras congregaban a centenares de vecinos que querían contemplar en primera persona la demolición de una de las símbolos del municipio. Desde el barrio El Arrabal, la bolera del bolo pasiego, el colegio Antonio Robinet, cualquier punto próximo servía. «Está medio Piélagos asomado a las ventanas», comentaba una vecina.
Pero la detonación se hizo esperar. Empezó a correr el rumor de que hasta las cinco de la tarde no llegaría. Los operarios aún estaban ultimando la colocación de la malla en la chimenea que iba a contener la detonación y evitar que los restos de piedras salieran precitados.
«Pobres chimeneas», decía Ángel, un vecino que llegó a El Arrabal con prismáticos en la mano. Se había enterado como la mayoría, vía Whatsapp. «Cuando tiraron la otra chimenea, en los años sesenta, no había tanta gente», comentaba otra vecina, que había dejado a los curiosos entrar en su finca para contemplar el espectáculo.
Y tanta espera motivó sacar del cajón de los recuerdos las anécdotas de un pasado vinculado a la fábrica. «Era la vaca lechera del pueblo», comentaba Carlos, un antiguo trabajador de Vioño que se dejó caer por allí. Muchos fueron testigos del último adiós a uno de los vestigios de una empresa que llegó a tener cerca de 400 obreros y contribuyó al desarrollo de Piélagos. La segunda de las chimeneas que queda en pie se detonará, previsiblemente, la próxima semana.
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