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Junto al torno hay pegado un cartel. «Endulza tu día con lo mejor de nuestra cocina divina». Suena a eslogan publicitario. Conciso y directo a las papilas gustativas. Aunque ya se sabe: una imagen siempre vale más que mil palabras. Así que se acompaña con ... las fotografías de seis platos repletos de sabrosas pastas. Difícil decantarse por uno.
Los fieles que se acercan a visitar a la Virgen de la Cama, en Escalante, descubren estos días la nueva faceta de las hermanas clarisas. Han cambiado las telas y los bordados por la elaboración de repostería artesanal. Cuando el silencio y la oración se detienen en este convento de clausura, se encienden las luces del recién estrenado obrador. En él se entregan a su otro compromiso, con el trabajo. «De momento, estamos empezando y viendo el resultado que da», dice prudente la abadesa de la comunidad, sor María Lourdes.
Hasta ahora, en el monasterio de San Juan de Monte Calvario vendían dulces elaborados por las monjas de Noja, establecidas a escasos kilómetros. «Pero la gente cuando venía a visitar a la Virgen y pasaba por el torno, siempre nos preguntaba si teníamos repostería realizada por nosotras». Esa insistente demanda fue uno de los motivos que les animó a dar el paso. El otro, es que su dedicación tradicional, «la labor», - como se refiere la superiora a los bordados -, había decaído mucho en los últimos tiempos. Antes cosían cortinas, cojines, sábanas... Pero, ahora, los jóvenes lo «compran todo confeccionado». «Apenas teníamos encargos». De eso, señala la religiosa, «sacábamos algún ingreso con el que nos arreglábamos». Al desaparecer prácticamente ese medio de vida, tuvieron que adaptarse y emprender este nuevo camino. «Teníamos un poco de miedo porque no estábamos acostumbradas», reconoce la abadesa. El 'empujoncito' final se lo dieron las hermanas del monasterio de Villaverde de Pontones, una referencia en Cantabria en esto de la repostería monacal. «La superiora, la madre Encarnación, nos animó mucho. Nos dijo que, en cuanto comenzáramos con ello, íbamos a tener ventas».
Adaptaron la sala de labores como obrador y compraron maquinaria para arrancar. Los dulces bocados los aprendieron siguiendo las instrucciones de las hermanas clarisas de Álava y Asturias. «Son recetas tradicionales, de hace muchos años», asegura la monja María Blandina, al frente de la tarea de repostería.
De las ocho religiosas que habitan en la casa, cuatro se afanan en la sabrosa misión. Blandina y otra joven hermana se dedican a amasar. Mientras que la priora, con 86 años, y otra hermana echan una mano empaquetando y guardando las pastas en sitios frescos. «Lo que más nos compran son las Delicias de Escalante, las lenguas de gato y las pastas de la Virgen de la Cama», enumera Blandina. Todo está elaborado con «ingredientes naturales y de alta calidad». Nada de conservantes, ni colorantes. Harina, huevos, azúcar y chocolate para la cobertura.
Para estas fechas especiales han moldeado surtidos de Navidad. Hojaldre de Mazapán, almendrados de turrón, bastoncillos de la Virgen o rocas de Escalante. Aún quedan cajas disponibles. El resto del año crean un amplio surtido de pastas, como los nevaditos de San Francisco, las estrellas de Santa Clara, los mantecados de San Antonio o rosquillas. ¿Y cuál es el secreto para que todo esté tan rico? «Lo elaboramos con mucho gusto, dedicación y cariño. El amor es lo principal para que las cosas salgan mejor», resalta sor María Blandina.
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No ocultan que, al principio, les costó alcanzar la perfección. «Hemos hecho pruebas y repetido, porque algunas pastas salían con demasiado azúcar o se quemaban». Enviaron las creaciones hasta Pontones para su valoración final. Resultado: delicias celestiales. «Siempre probamos cómo saben antes de vender», apunta sonriente Blandina. Entregadas a la vida contemplativa, dedican a la repostería dos días a la semana. «Es muy sacrificado porque hay que estar mucho tiempo de pie, pero nos gusta».
Estas navidades han sido muchas las personas que se han acercado al torno del convento para adquirir los productos.«Poco a poco se va conociendo». La época de mayores ventas, dice la superiora, es en verano. Sobre todo, en agosto, coincidiendo con las fiestas de la Virgen de la Cama. «Vienen de fuera los hijos de las gentes del pueblo y siempre se quieren llevar algún recuerdo». Y qué mejor que este manjar con sabor a gloria.
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