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Santoña entera ha sido un carnaval. No hubo rincón en la villa marinera en el que no se respirase la alegría y el jolgorio que acompaña a esta alocada fiesta. Si por la mañana, las coplas de los murguistas arremolinaron en las calles a vecinos ... y foráneos que rieron y bailaron al compás de sus ingeniosas letras. Por la tarde, los variopintos disfraces pusieron la nota de color y originalidad para desafiar al frío y al viento.
A las siete de la tarde arrancó el sambodrómo santoñés con un espectacular desfile repleto de coreografías, serpentinas y una explosión de júbilo. El desvergonzado pasacalles, a la vera del paseo marítimo, se alargó más de una hora, incluyendo el concurso de disfraces con la participación de 28 grupos.
Por la atrevida pasarela se vio un poco de todo. Desde hadas del bosque luminosas hasta la Estatua de Libertad llegada desde Nueva York. Hubo disfraces ocurrentes como las botellas de Heineken de la Banda de Cartón y otros elegantes como las damas medievales de Los Bailones. Las murgas no fallaron a la cita con su inigualable desparpajo. Las bingueras de Las Santas sacaron a pasear su bombo repleto de bolas y los culturistas de los Amigos de Chechu las máquinas del gimnasio. Para bonitos los pavos reales con sus plumas verdes iluminadas, que brillaron entre Minnies, egipcios, trolls y hasta inspectores Gadget.
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