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JOSÉ RAMÓN ALONSO BELAUSTEGUI
Jueves, 5 de marzo 2020, 07:38
La historia de un helado puede ser también la historia de una persona, o incluso la de un momento o lugar. Tres generaciones de heladeros tradicionales que dejaron huella en Santoña.
Así fue la vida de Fina Sanchís Valero 'La Valenciana'. 71 años al ... servicio de yemas, leche, nata, azúcar y aromas para conferir el toque perfecto y aunar excelencia, pero sobre todo 71 años al servicio del cliente y de las personas.
Hija de José y Mercedes, procedentes de Ibi (Alicante), decidieron dar un nuevo rumbo a sus vidas trasladándose al norte de la península para intentar vivir de la elaboración del helado en un lugar donde la fortuna era incierta.
Corría el año 1947, un tiempo extremadamente difícil en el que la posguerra y las penurias pasaban factura; y así, entre la aventura y el azar, comenzó para Fina un pequeño círculo sobre un carrito como vendedora a sueldo con una garrafa a cuestas a través de diferentes pueblos de la comarca oriental ( Ampuero, Limpias, Laredo, Colindres, Santoña, Noja, etc.); una forma sacrificada de iniciarse pero también de darse a conocer e inspirar a los consumidores una imagen de heladeros artesanos.
Nada era fácil y todo se sacaba a base de esfuerzo y horas de dedicación. Una vez reconocida su heladería, la joven a la que ya todo el mundo comenzaba a conocer como 'La Valenciana', se instaló con su familia en Santoña, concretamente en el conocido callejón de la travesía Calvo Sotelo, abriendo un comercio en el que consiguió ganar prestigio a base de helados hechos a mano con paleta. Allí permanecieron bastantes años hasta que en 1971 decidieron dar el salto definitivo al establecimiento de la calle Serna Occina.
Pero la inquieta Fina siguió alternando los carritos con la tienda y un pequeño quiosco en la plaza de San Antonio. Ese no parar fue una de las principales características de su personalidad y sus formas: atenta y a la vez rigurosa, tenaz en su manera de estar, activa para la vida social, afectuosa para atender, habladora y locuaz para integrarse. Así hasta el final.
Fina puede considerarse una mujer que en el ejercicio de su profesión no dejó indiferente a nadie. Mi casa -como ella aún dice cuando regresa a Santoña -, mi lugar hasta que me jubilé. Mi pueblo hasta que ya no esté.
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