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Este verano nos hemos encontrado toda la arena de la playa de Berria muy movida. Con las mareas del invierno las pozas han crecido, salen de un día para a otro o de repente se pueden abrir 20 metros. Está todo el suelo desplazado y no hay que fiarse porque estamos en mar abierto».
Roberto Cabieces lleva casi dos décadas como coordinador de playas en Cruz Roja, la mayoría de ellos en Santoña, y sabe que este arenal «puede cambiar de la noche a la mañana». Aún así, explica, que la temporada está siendo «muy tranquila». Porque hay muy buena mar este año, porque las constantes lluvias no invitan a darse un chapuzón y porque los usuarios cada vez están más concienciados y conocen y respetan las señales que se colocan en la orilla.
Un estío más Cruz Roja es la encargada de velar por la seguridad de los usuarios que acuden a Berria y San Martín. Una plantilla de 21 profesionales (17 socorristas, tres técnicos de emergencia sanitaria y el coordinador) integran el servicio de salvamento y socorrismo. Su jornada de vigilancia arranca a las once y media de la mañana. La primero es sacar todo el material necesario, elegir la bandera que ondeará en cada torre y balizar las zonas de baño seguras. Con todo ya dispuesto, los vigilantes se reparten en cada uno de los puestos: en el camping, en el Brusco y en 'el barco' en lo que concierne a Berria.
Roberto Cabieces | Coordinador
Uno de los socorristas de cada zona siempre está a pie de orilla y el otro en lo alto de la torre, prismáticos en mano. «Cada media hora les cambio. Un compañero sube y otra baja para que no se confíen y mantengan máxima la vigilancia». Y es que el coordinador tiene claro que en este trabajo «no están en juego muñecos sino vidas humanas». Cree que la labor que realizan es de las más desconocidas para el público. «Muchas personas se piensan que venimos aquí a tomar el sol y a reñirles. Nuestra labor es decirles lo que pueden hacer y lo que no deben hacer para que no corran ningún peligro». Y es que la prevención es clave. «Berria como todo el Cantábrico es mar abierto y es una playa que hay que conocer y respetar».
Temporada tras temporada perciben que los usuarios tienen más en cuenta sus recomendaciones. «Cada vez hacen más caso aunque te encuentras todo tipo de gente. Con las noticias que salen en los medios de ahogamientos en otras playas de España se van haciendo conscientes del peligro que pueden correr». Por eso, hay turistas que se acercan a los socorristas para preguntarles dónde pueden bañarse. Aunque ellos ya lo indican a lo largo del arenal con banderas y varios carteles. Uno de ellos reza 'Zona de Baño' y se pone para marcar el espacio apto para darse un chapuzón. Otra señalítica advierte de 'Peligro. Baño no permitido' y una tercera avisa de zona de corrientes a 40 metros de donde está ubicada, tanto a la derecha como a la izquierda. Y en el camping tienen colocada otra que avisa de que es una zona rocosa.
El servicio de socorrismo de Santoña fue el primero que se movilizó ante el aviso de un joven belga que se tiró desde el Faro del Caballo a 12 metros de altura lo que le provocó un fuerte golpe en la espalda. «Nosotros solo cubrimos los arenales, pero el 112 siempre nos llama primero y me pregunta si podemos o no acudir», explica el coordinador. En este caso, cuando recibieron la alerta se dio la casualidad de que «estábamos entrando al agua para probar la moto que tenemos nueva. Fuimos un patrón y yo porque me dijeron que el chico se había caído de cierta altura». Al llegar allí, se encargó de hacer una primera evaluación al joven para determinar si era necesario poner en marcha todo el dispositivo con el helicóptero. «Estaba rígido de espalda. Movía las piernas y las manos pero al girar, el cuello le dolía». En vista de ello, el coordinador decidió que «mandarán al helicóptero con una médico específico». Mientras llegaba, se encargaron de evacuar a la gente que estaba en la zona del faro. «Si es menos grave lo podemos llevar a San Martín para coger una ambulancia o a Laredo».
Aquellos que las ignoran son avisados por los vigilantes para evitar que acaben 'enredados' en las corrientes. La mayoría de la plantilla son jóvenes con gran experiencia ya que suelen formar parte de equipos de natación y waterpolo. Para trabajar se les requiere que tengan el título de primeros auxilios y socorrismo acuático. Además, Cruz Roja les imparte un curso para saber usar el desfibrilador semiautomático, explica Roberto, que también coordina la playa de Cuberris, en Ajo. Él y otro compañero tienen formación psisocial y en caso de que se produjera algún suceso serían los primeros en tratar y atender a los familiares. Igualmente dos de ellos cuenta con el título de patrón pues entre los materiales disponen de una moto de agua y una embarcación tipo de C así como de una ambulancia y un todoterreno.
Aunque muchos progenitores no lo saben, en la base, ubicada en 'el barco', disponen de pulseras para colocar a los niños con un número de móvil al que llamar en caso de extravío. «Nos las pide mucha gente de fuera y son de gran ayuda para contactar con los padres si el niño se pierde de vista». En el caso de los pequeños, el coordinador hace hincapié en que hay que extremar la precaución cuando se meten al agua. «Los niños pesan poco y si viene una corriente son los más fáciles de llevar».
Que Berria se ha puesto de moda en los últimos años es algo obvio. A ello se suma que cada vez más es elegida por los surfistas para coger olas. «Tenemos casi dos kilómetro de arenal y tenemos que convivir todos. Me parece buena iniciativa que les pongan sus zonas concretas y el número de tablas que pueden meter a las escuelas. Aunque nosotros no nos encargamos de controlar que cumplan eso, es cosa del Ayuntamiento».
En lo que va de verano han atendido ocho rescates y ayudas (solo entran al agua hasta la cintura) con final feliz. «Hay gente que te dice que lleva cuarenta años bañándose ahí y no te hace caso. Eso, me lo dijo un hombre y a los diez minutos tuve que entrar a por él», cuenta Aldo Bodegas, socorrista y jefe de equipo. Tiene 24 años, cuatro de ellos los ha pasado vigilando en Berria. Es un trabajo de verano que compagina con los estudios. En septiembre quiere ir al Ejército. «Hay que estar muy pendiente y tener controlados a los bañistas. Esto es mar abierto y puede parecer un plato pero igual te está tirando para dentro o a un costado». Dice que en los días nublados las horas se hacen eternas. «Solemos aprovechar para hacer prácticas y comprobar el terreno. Además los más veteranos se meten cada día al agua para ver dónde tira la corriente».
Este verano se ha estrena como socorrista Ana Ramos. A sus 18 años es la primera vez que ejerce en playas, antes lo ha hecho en piscinas pero tiene una amplia trayectoria en waterpolo. «Me encanta el agua y he tenido tíos y primos que han trabajo aquí en Cruz Roja. Esto muy diferente a la piscina. Aquí hay que estar muy pendiente de las corrientes y las olas».
La labor de vigilancia también se lleva a cabo en la playa de San Martín con puestos en La Machina y San Martín. «Allí hay que controlar la subida y bajadas de las mareas, los saltos desde La Machina y que no se bañe la gente en el embarcadero donde atracan los barcos».
En San Martín, Cruz Roja, por iniciativa propia ha incluido dos mejoras en el servicio. Los socorristas cuentan con una piragua para hacer 'patrullas' por el agua y en breve van a tener dos bicicletas en cada puesto. «Los socorristas tienen que pasear de una zona a otra y cuando hay una emergencia van corriendo descalzos y les salen ampollas. De esta forma, si hay una urgencia a mitad camino pueden ir en bici más rápido».
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