-k7iC-U210104876385DpF-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Al cantarla. Cuando atraviesa las puertas de la iglesia. A su paso por las calles del pueblo. Al presidir las bendiciones en alta mar. Ahí ... estaba el nudo en la garganta de los santoñeses. Imposible no emocionarse en el reencuentro con la Virgen del Puerto. Con la patrona. Que un septiembre más volvió a ser luz en la bahía. Dejándose acunar entre sus aguas. Recibiendo el cariño de una villa que hoy fue aún más marinera.
Cada vecino eligió su rincón para contemplar a la Morenuca. Hay quien acudió puntual al templo, su casa, para ser testigo de su imponente salida. Otros la piropearon desde los balcones al verla procesionar sobre la dorada carroza. Y la mayoría se agolpó a lo largo de El Pasaje para admirar su vibrante travesía por las aguas.
La embarcación Ermita Pilar se engalanó, como mandan los cánones, para subir a bordo a la tripulante más querida. Banderas y banderines por doquier. Todo es poco para la madre de los santoñeses. La reina de los pescadores. «Es un honor poder llevarla en nuestro barco en representación de todos», expresó el patrón, Pablo Argos. La alegría y la responsabilidad por la misión se entremezclan en la jornada más especial de los festejos. «Hay muchos sentimientos. Siempre piensas en los que no están y nos faltan por alguna desgracia».
Es una tarde, la del 7 de septiembre, de recuerdos, ofrendas y esperanza. En el rostro de más de un devoto asomaron las lágrimas cuando la patrona, al compás del repique de las campanas, se dejó ver portada en las manos del párroco local, Alberto García. Con suma delicadeza la talla se dispuso en lo alto de la elegante carroza. Sonó el himno nacional. «Este año el manto es dorado», susurra Marisa con la mirada fija en la patrona. «Hija, que quieres que te diga si no me salen las palabras», responde al preguntarla cómo la ve. «Guapa, cada año más guapa».
Bajo un calor sofocante la comitiva, encabezada por las autoridades regionales y locales, echó a andar. El sonido de los piteros del Corpus Christi de Gama envolvió a la imagen, escoltada por mujeres y hombres, vestidos con atuendos marineros. Ellas, portaron banderas. Ellos, remos. Desde las aceras decenas de vecinos grababan la solemne escena con el móvil.
La procesión avanzó a la par que el cielo se oscurecía. Surgió el temor de una posible lluvia. Al final, el tiempo respetó, pero todo fue más gris. En el puerto aguardaba la multitud. El mirador se convirtió en el palco de excepción para ver la llegada de la imagen y cómo la subían a bordo con sumo cuidado. Una vez colocada, rumbo a la bahía. La sirena de la venta anunció la salida del muelle. Los pesqueros, que encendieron los focos, la arroparon en el viaje.
La dieron un paseo hasta la altura del fuerte de San Martín antes de las bendiciones frente a la Machina. Ante la patrona desfilaron seis barcos grandes y decenas de motorucos. Para pedirle su protección. «Llevo unos años que en lo que más pienso este día es en el relevo generacional. Cada vez menos barcos salen a faenar y es una pena», lamenta Argos. Y es que se pierde el trabajo en el mar también las estampas vividas este jueves. Los aplausos se desbordaron al pasar las dos traineras y poner los remos en alto. También se presentaron ante la Morenuca las mujeres de Cantabria en Rosa y su barco dragón. Se lanzaron infinitos pétalos al grito de «¡Viva la Virgen del Puerto!».
De vuelta a tierra firme, en el puerto, la coral Portus Victoriae interpretó la 'Salve Marinera'. La segunda parada fue en la plaza de San Antonio donde al gentío se le erizó la piel con la 'Salve Rociera' dedicada a «nuestra madre, a nuestra guía». Para esa hora ya había anochecido. Señal de que la Morenuca debía regresar a la iglesia. Y los santoñeses pedirle que vele por ellos otros doce meses.
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