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Hubo un tiempo en el que la entonces aldea de Noja estuvo bajo las órdenes de un gobernador de Siete Villas. Los vecinos, honrados y trabajadores, estaban hartos de ser sancionados continuamente por cualquier falta que cometían con el único fin de recaudar dinero a su costa. Cansados, enviaron una misiva el rey Felipe IV solicitando tener su propio alcalde e independizarse de Siete Villas. Una petición que fue aceptada y por la que se concedió a Noja el llamado 'Privilegio de Vara', acompañado del título de 'Villa'.
Este capítulo de la historia acaeció allá por el siglo XVII. Este sábado, Noja ha rebobinado en el tiempo para recrear el crucial acontecimiento que marcó para siempre su devenir. El municipio ha despertado como si fuera aquel 9 de marzo de 1644 con sus calles engalanadas, mercados de época y grandiosos fastos en honor al monarca.
El sonido de las gaitas y los tambores a media mañana en los jardines del Palacio de Albaicín anunciaba que algo grande iba a suceder. Una comitiva real, conformada por figurantes y lugareños ataviados con trajes de época, ha enfilado sus pasos hacia la Plaza de la Villa. El cortejo lo cerraba un carruaje tirado por un caballo. En el mismo iba el monarca Felipe IV que saludaba al público congregado a su paso.
Aunque la jornada ha tornado gris, el cielo ha respetado desarrollo del espectáculo en el que, por suerte, no ha hecho falta abrir los paraguas.
En el templete de la plaza dos divertidos bufones han adelantado a la multitud lo que iba a presenciar. Un viaje al pasado. Según han relatado en 1644 el pueblo de Noja estaba gobernado por un pequeño concejo, que se reunía en el pórtico de la iglesia de San Pedro, pero, por encima de este, estaba el alcalde mayor de la Junta de las Siete Villas. A los nojeños no les gustaba esta situación.
El 23 de enero se reunieron para escribir una carta al rey pidiéndole la independencia. La respuesta llegó el 9 de marzo con el Privilegio de Vara. Un documento que les daba vía libre para poder elegir a su propio gobierno municipal. El escrito llegó a la localidad en un arca. La realidad, han explicado los bufones, es que no lo trajo en persona Felipe IV. Pero puesto a imaginar lo han incluido para enriquecer la representación.
Con todos los honores, el monarca ha hecho su entrada triunfal en la plaza sobre la carroza y escoltado por los soldados del tercio y las damas y caballeros de la corte. ¡Que viva el Rey!, ha gritado el gentío. Sobre el templete, su majestad ha desplegado un pergamino del que ha leído que había tenido a bien que, de ahora en adelante, el lugar de Noja se llame y titule Villa, teniendo su propia jurisdicción y alcalde.
Tras ser elegido entre sus vecinos, se ha proclamado como primer regidor a Domingo García de Cilla que ha tomado el documento (privilegio) y lo guardado en un arca cerrado con tres llaves. Seguidamente, el Rey le ha hecho entrega de la vara y ante los aplausos de los presentes ha jurado servir al pueblo de Noja con sus mejores deseos.
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