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ANA COBO
Meruelo.
Sábado, 27 de agosto 2022, 22:16
A Justiniano Pozo, de 80 años, y a Ulises Hernando, de tan solo doce, les separa prácticamente una vida. A primera vista, parece imposible que ... dos personas que han vivido épocas tan diferentes, puedan compartir una afición, pero lo cierto es que ambos son unos apasionados de las campanas. Sus manos ayer hicieron algo parecido a la magia en el barrio de San Bartolomé de Vierna, en Meruelo. Con soltura, destreza y una pizca de cariño, tañeron estos instrumentos para hacerlos 'hablar' como antaño. Cuando su sonido era el medio de comunicación de los pueblos, vital para anunciar acontecimientos, emitir una alarma o para ahuyentar las tormentas.
El maestro campanero y fundidor Abel Portilla, volvió a abrir las puertas de su finca para honrar un oficio que las nuevas tecnologías se empeñan en relegar al olvido. Para que eso no ocurra, el artesano organiza, y ya va por su XX edición, un encuentro de maestros campaneros de toda España que, en la mañana de ayer, concitó a más de 200 personas en Vierna, cautivadas por el potente y melodioso repique de estas estructuras metálicas. «Este evento es ya un clásico. Mi objetivo es que no desaparezca el oficio de tocador de campanas porque hacían una labor muy importante, comunicando todo lo que sucedía en un pueblo. Aquí les reconocemos y damos fuerza para que continúen con esta tradición». El espectacular jardín de la casona es un museo al aire libre con una treintena de campanas que los asistentes no pudieron ni quisieron resistirse a balancear. Y menos aún los niños atraídos por algo completamente nuevo para sus sentidos.
En el encuentro participaron tocadores del País Vasco, Burgos o Zamora. Los integrantes de la Asociación Cultural de Campaneros Zamoranos son fieles a esta cita. Invierten su tiempo en recuperar viejos toques de campana y, a la vez, «nos dedicamos a enseñar a los niños para que esta tradición, que antes era la voz del pueblo, no se pierda», explica Justiniano. El relevo generacional, reconoce, está difícil, aunque «todavía hay críos en Zamora a los que les pica el gusanillo y llegan a tocar perfectamente». En Meruelo hicieron viajar al público al pasado interpretando el toque de fiesta, a fuego, a difuntos, de concejo, a tentenublo...
El joven Ulises fue otro de los que demostró su arte. Vive en el pueblo de Puentedey y forma parte de la Asociación de Campaneros de Burgos. Su «obsesión» por las campanas se remonta a cuando tenía tres años. Dice que le compraron una durante unas vacaciones y quedó embelesado. Desde entonces no ha dejado de aprender las infinitas melodías manuales. «Estudio sonido y quiero dedicarme a esto profesionalmente». Con un aplomo sorprendente, realizó el toque de fiesta y de difuntos de su localidad. Y viendo el estilo que maneja es más que probable que llegue a cumplir su sueño.
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