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Confiesa abordar el proyecto «con mucha ilusión» y fundamenta su controvertida creación en el faro de Ajo en el vínculo con su tierra. El artista santanderino Okuda San Miguel comenzaba ayer por la mañana a dejar plasmados los primeros trazos de su intervención artística ... que le encargó la Autoridad Portuaria de Santander y el Ayuntamiento de Bareyo hace unos meses y que alumbra ya en la base y en diversas zonas del cilindro portuario.
Desde que se revelara la intención de llevar a cabo esta acción en el singular espacio arquitectónico de la costa oriental, al proyecto le ha acompañado una continua polémica y debate. Protestas de colectivos y asociaciones, la advertencia de colisión con diversas normativas y opiniones críticas, o abiertamente contrarias, desde ámbitos ciudadanos, políticos, artísticos y culturales. El artista trabaja durante esta semana en la obra mural adaptada a las necesidades del faro. El resultado, según se especifica, será «una composición artística que pone en valor la imagen del faro, respetando su función de ayuda a la navegación como señal marítima». En su puesta de largo confesó abordar el proyecto «con mucha ilusión y agradecimiento por tener la oportunidad de trasladar mi arte a un lugar tan simbólico e importante en mi tierra como es el faro de Ajo».
El artista, desde que concluyó el periodo de confinamiento, ha realizado una obra mural en Fuenlabrada, tiene abierta su primera gran muestra en China y su segunda individual en una galería de Los Ángeles. En el preludio de esta polémica intervención en Ajo el artista hizo una declaración de intenciones reflexiva sobre lo sucedido desde el pasado mayo, cuando se anunció el proyecto: «Soy consciente de que mi arte no tiene por qué gustar a todo el mundo y en ningún momento mi intención ha sido molestar a nadie, pero si lo he hecho quiero disculparme por ello», comentó en relación a unas declaraciones, a su juicio, «sacadas de contexto». Y precisó que aceptó este proyecto «porque además de ser muy singular me hace especial ilusión por llevarse a cabo y aportar a mi tierra».
La temática elegida «hace alusión a la riqueza natural de la región a través de la representación de la fauna local y, con sus texturas, a la diversidad cultural de una Cantabria moderna, abierta y conectada con el mundo».
En la finca donde se ubica el faro trabaja Okuda al frente de un equipo de diez personas, con dos grúas-pluma sobre la superficie cilíndrica en la que se apreciaban ya las primeras figuras y colores. Las críticas de estos meses desembocaron, como avanzó El Diario, en el anuncio de la Autoridad Portuaria de fijar la caducidad del colorido mural «a cuatro años prorrogables, como máximo, por otros tantos más». Después de ese tiempo el faro volverá a mostrar su blanco original. En unas declaraciones a este periódico, Okuda manifestó en junio que las críticas al proyecto del faro respondían «a una cuestión más de política y de ignorancia».
Este mismo lunes Cantabria No Se Vende advertía de que el proyecto de Okuda en Ajo podría incurrir en un delito de prevaricación administrativa al «violar las limitaciones de uso de los faros» impuestas por la Normativa de Puertos y Costas y por la Orden de 28 de abril de 1994 del Ministerio de Obras Públicas.
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