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Las playas de Berria y de San martín se erigen como reclamo para atraer cada verano a cientos de turistas a Santoña. Lo son actualmente y lo fueron a principios del siglo XX pero por muy diferentes motivos. Entonces, los arenales albergaban a otro tipo de bañistas atraídos por las aguas terapéuticas de los balnearios. Una construcción imprescindible en las playas de aquella época y que también existió tanto en Berria como en San Martín.
Hoy sólo quedan los recuerdos y las fotos en blanco y negro para traer a la memoria estos establecimientos de baño, a la altura de los mejor de su clase, que marcaron un antes y un después en aquella sociedad.
Por el año 1912, Agustín Cenacorta, propietario de la fonda La Bilbaína, se interesó en levantar un balneario en la playa de Berria, para lo que contó con el apoyo del Ayuntamiento y la autorización de la Comandancia de Santander, según recuerda José Luis Gutiérrez Bicarregui, autor de varios libros sobre la historia del municipio. «El proyecto redactado por el ingeniero José Cebada, tenía la fecha de 22 de febrero de 1913. En ese mismo año quedó construido e inaugurado, quedándose Cenacorta con su explotación».
En el programa de las fiestas patronales del año 1913 se plasma una minuciosa descripción del balneario de Berria dejando patente que «no se puede, en menos espacio, acumular mayor número de comodidades». El edificio que ocupaba una planta rectangular de 700 metros cuadrados, estaba sólidamente construido de hormigón armado. Contaba con un cuerpo central y uniforme en toda su fachada sur, y en la del norte presenta dos pabellones salientes, a uno y otro lado, dejando entre ambos y su frente, una soberbia terraza asfaltada que constituía un magnífico skating, y lugar de recreo.
Del pabellón de la derecha arrancaba una escalera que conduce a la planta superior, que corona todo el edificio y desde el cual se contemplaba el más bello panorama que pueda imaginarse. En el pabellón central estaba el buffet y uno de los comedores con mesitas para el servicio a la carta; en el de la derecha, la escalera, el guardarropa y otro comedor, muy lindo y coquetón, con grandes ventanales, de estilo moderno, que miraban al mar; y en el de la izquierda, la cocina, con termo-sifón, los cuartos para baños de aguas calientes y de algas, dos water clossets y otras dependencias.
El sótano estaba ocupado por una magnífica cueva donde se conservaban a baja temperatura las bebidas y el agua potable para el consumo del establecimiento. En la terraza superior, y encima de la cocina, había un gran depósito para agua salada, que se extraía del mar por medio de una bomba colocada en el exterior del establecimiento, valiéndose de una cañería que se interna en el mar hasta una distancia de 300 metros. Con esta balneario - dice el programa- «Santoña entró en el camino de hacerse estación veraniega de importancia».
Durante la guerra civil, explica Bicarregui, el edificio quedó sin actividad y pasada la contienda, hacia el año 1944, Paulino Coterón reclamó al Consistorio el balneario con el fin de volver a explotarle, pero se le desestimó por no haber cumplido con dos de las cinco anualidades que se habían acordado antes de la guerra. En ese mismo año, María Luisa Ibáñez de Betolaza adquirió unas parcelas iniciándose el proyecto de la 'Colonia Veraniega de Berria'.
En dichos terrenos, detalla Bicarregui, construyó una serie de chalés familiares, un balneario, el casino-restaurante llamado popularmente 'El barco', el hotel Juan de la Cosa y el chalé grande para dicha señora con garaje y frontón aparte y depósito de agua, transformador y otros servicios para el hotel. Lo inauguró coincidiendo con la Coronación de la Virgen de Puerto, el 3 de agosto, de 1949, siendo un gran acontecimiento en la villa y causando la admiración de la época. «Podemos decir que Berria se adelantó al 'boom' turístico de los años 60». Sin embargo, los tiempos posteriores a la guerra fueron de escasez y el desarrollo turístico previsto no se produjo. Algunos de los negocios vinculados al proyecto, como el del Barco, terminaron por cerrarse.
A partir del Plan Parcial de Berria, aprobado en 1978, según explica el historiador local, se llevó a cabo un nuevo desarrollo de esta zona, con la construcción de más chalés y el camping mientras que se optó por derribar 'El Barco', el balneario y el viejo hotel que dio paso al actual.
La playa de San Martín también dispuso desde principios del siglo XX de un balneario. El último fue inaugurado en el año 1945, y en él se ofrecían al cliente sus salones y espléndidas terrazas, con diferentes servicios de café, bar y restaurante. Además de bailes de 7 a 10 de la tarde-noche, realizaba por las noches, a partir de las once grandes verbenas en las que el costo, en el año 1947, por ejemplo, era de diez pesetas para caballeros y cinco para señoras, rememora el historiador.
No faltaban animados conciertos en sus secciones de vermut los domingos y días de fiesta. La orquesta de Julián Salamanca, 'el ciego', era una de las asiduas en aquellos bailes en la terraza. Como curiosidad, rememora Bicarregui, y con el fin de potenciar la zona de San Martín donde estaba el balneario, el Ayuntamiento prohibió bañarse en el Pasaje, controlada por un guardia. «El balneario de San Martín ha permanecido durante muchos años en un estado de abandono por parte de la administración, salvándose de su ruina por la actividad de la familia de Benjamín Santamaría que lo regentaba». Asimismo sufrió varios desperfectos por causa de las olas en días de temporal. La plataforma y el propio edificio de bar y vestuarios presentaban una situación tan ruinosa que se procedió a su derribo en 1993.
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