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Cuando Marianne Drews atravesó en la tarde del lunes la portilla de entrada de 'La Cabaña del Abuelo Peuto', en Güemes, no entendía nada. Salieron a recibirla varios voluntarios del albergue entre aplausos, gritos de ¡bravo! y le entregaron una copa de cava. «En ese ... momento pensé: ¡qué bienvenida más bonita dan a todos los peregrinos aquí!», cuenta la joven alemana. Pero, ella no era una caminante más.
Lo supo varios minutos después. Cuando Ana, otra peregrina italiana, le explicó en inglés que, exactamente, era la caminante número 100.000 que recibía el albergue de Güemes desde que abrió sus puertas hace ya dos décadas, con el párroco Ernesto Bustio al frente. Entonces, la chica, de 28 años y diseñadora gráfica, se tapó la cara presa de una enorme timidez. «Cuando ya entendí lo que pasaba me emocioné y me puse súper contenta. Es un honor para mí ser la peregrina 100.000».
Una cifra redonda que esconde otro mensaje más profundo. «El número es lo que llama la atención, pero lo más importante es el colectivo tan grande de personas que ha sido y es capaz de dar vida, año tras año, a este proyecto del albergue. Es un homenaje a todo ellos». Y es que cuando Bustio decidió en 1999 empezar a alojar peregrinos en 'La Cabaña del Abuelo Peuto' era consciente de que su idea es un tanto utópica. «Todo esto se hace sin ninguna ayuda pública, ni del Gobierno de Cantabria ni de la iglesia. Parece un milagro pero se convierte en una realidad cuando cualquiera de nosotros pone su grano de arena para este proyecto». El albergue, que el año pasado alcanzó su cifra récord con 12.703 'huéspedes', sale adelante gracias a las aportaciones económicas, laborales e ideológicas de voluntarios, muchos de ellos vecinos del pueblo, que no dudan en echar una mano en lo que haga falta. «El valor más importante del albergue es descubrir la capacidad que tenemos todos de ser solidarios y de poner nuestros valores al servicio de los demás».
Ernesto Bustio | Cura
A los caminantes se les da cama y comida sin cobrar nada. «La aportación la hace el peregrino de forma anónima, libre y voluntaria. La responsabilidad y compromiso recae sobre ellos». Durante la estancia en Güemes, los 'viajeros', poco antes de la cena, reciben una charla sobre el espíritu y la filosofía del camino y sobre la historia de este albergue. Es, quizás, estas palabras las que han hecho de este sitio una parada obligatoria entre lo que se dirigen a Santiago de Compostela. «Les transmitimos que el camino es más que ir a Santiago. Es el camino al interior de uno mismo. El camino va al encuentro con la naturaleza, a la convivencia entre personas de diferentes países que, a veces, no se entienden por no hablar el mismo idioma pero caminan juntos y se compenetran perfectamente». Y es que para Bustio tiene poco de turístico y mucho «de «convivencia y valores humanos».
En la charla que se organizó ayer, Marianne fue, sin querer, la auténtica protagonista. Junto a ella estuvieron la consejera de Educación, Marina Lombó, el alcalde de Bareyo, José de la Hoz, y otras autoridades que acudieron a recibirla. A la joven no le ha importado quedarse dos días más en albergue pues, por falta de tiempo, no tenía previsto ir hasta Santiago. «Terminaré en unos días en Cantabria y el próximo año lo retomaré. He dejado de hacer planes porque en el camino siempre hay cosas que no te esperas y eso es lo bonito». Cuenta que se animó a peregrinar en un momento vacío de su vida. «He acabado el máster en diseño gráfico y quería pensar un poco en lo que he hecho hasta ahora y reflexionar en lo que va pasar en el futuro. Salir de la rutina de la vida cotidiana y encontrar más calma».
Marianne Drews | Peregrina alemana
Y paso a paso, en la dureza de los largos kilómetros, está pensando «en lo profundo, en lo que es importante para mí». Dice que conocía la existencia del albergue por las guías y porque «todos los peregrinos te dicen que hay que pasar por aquí porque es una gran experiencia». Ella no lo tenía del todo claro pues reconoce que prefiere los sitios pequeños. Con poco bullicio. «Me he sentido bien con tanta gente alrededor y ha sido muy emocionante estar en un sitio tan lleno de historia». Incluso después de esta anécdota creo que «mi desafío en este camino es aprender a gestionar mi timidez».
Sus palabras las traduce al castellano Ana, otra peregrina italiana, que pone rumbo a casa. Estuvo en el albergue hace un mes y de regreso a su país ha sentido el deber de parar de nuevo. «Me enamoré de la energía y la atmósfera de este sitio. Me quedé con la sensación de agradecer más mi estancia y volver para ayudar porque pasa tanta gente que hacen falta muchas manos. Y, sobre todo, quería disfrutar de la presencia del padre Ernesto, que es una fuente de riqueza».
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