La plaza de San Antonio

La parte de las fachadas orientadas al sur, al ser la más soleada, es donde están las cafeterías y terrazas. Antaño era popularmente conocida como Paseo de la Goma aunque no tiene nombre, y era frecuentado por la burguesía. En este paseo había una fuente, que luego pasó a la parte opuesta, para finalmente acabar en la actual plaza de la Constitución, donde aún presta servicio.

La plaza de San Antonio tenía primeramente, un cercado de poca altura con una farola en medio, donde tocaban los músicos. Pero no era fácil practicar el baile por ser el piso de tierra y estar en malas condiciones. Sería asfaltado hacia 1923. El 2 de septiembre de 1928, se inauguraba el templete actual, según proyecto de Sáez de Bares, y como se habían aprovechado materiales procedentes del penal viejo, quemado en 1924, en una copla quedó recogido el hecho: 'La cosa no está mal,/ y nos parece de huevo,/ que con restos del penal,/hayan hecho un quiosco nuevo'.

En 1937 fueron derribados dos inmuebles de la parte oeste: la fonda La Paquita y la droguería La Cubanita. Con ello se amplió en extensión la plaza, concluyendo los trabajos en 1939 y se instaló una artística farola: 'La Estrella'. Ésta fue sustituida por una alta luminaria, que desaparecería, en 1972, al instar una fuente luminosa. Retirada ésta, se construyó el 'Partenón' que fue derribado en 1993, para instalar otra farola, que el pasado año ha sido sustituida por un motivo artístico a ras de suelo.

El cañón encontrado en El Águila, e instalado en 1990 al este de la plaza de San Antonio, fue llevado junto a la plaza de toros y en el lugar se levantó el monumento a Cervantes y se instaló mobiliario urbano.

La plaza de San Antonio ha sido punto vital en la historia local. En ella se ha concentrado todo Santoña, a lo largo de los años, para celebrar los grandes actos y fiestas, para escuchar conciertos y bailar, aunque no con la frecuencia que antes ofrecían la banda y los conjuntos.

A principios del siglo XX se celebraba misa de campaña con la jura de Bandera en la plaza y, terminada ésta, se iniciaba el desfile final, desde Trinis (lugar donde está la estación de autobuses), bajando por Manzanedo hasta Alfonso XII. Pasaban por la tribuna situada frente al café Áncora, cerca de tres mil hombres que suponía la guarnición por entonces. Los actos eran presididos por el Gobernador Militar, con grado de general y con él todas las autoridades marítimas y civiles. También juraban Bandera los grupos de jóvenes llamados Exploradores.

La plaza sigue siendo, como antaño, el centro neurálgico de la villa. A lo largo de los tiempos han sido muchísimas las personas, que diariamente han acudido a sus establecimientos, mientras otras de todas las edades, se acomodan en los bancos bajo la sombra del verde y frondoso pasillo de árboles que rodea la plaza. Y, como siempre, las gentes siguen paseando, frecuentando los cafés y sus terrazas, para distraerse, pasar el tiempo... pero, sobre todo, para charlar, ver a los demás, y dejarse ver.