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Los hombres de salitre más veteranos de Santoña atesoran infinidad de vivencias y recuerdos desarrollados entre sus antiguas paredes. Tras largas y duras jornadas en alta mar, las capturas se descargaban en el puerto en unos cestos de mimbre, que se llevaban en unos carros tirados por caballos hasta el edificio de la Venta, a escasos metros de distancia. Allí, los fabricantes se daban cita en la sala de subastas para pujar por el pescado. Al principio se hacía cantando -a viva voz- y luego, pasó a realizarse con un reloj. El histórico inmueble fue testigo «directo» del origen y desarrollo de la actividad pesquera en la villa santoñesa. Vivió la época dorada de la anchoa en la década de los 60 y 70. E, incluso, se quedó pequeño para albergar las ingentes cantidades de bocarte que se vendían por entonces. Su mayor honor es un récord histórico mundial. En esta lonja, un 5 de abril de 1960, se subastó la mayor cantidad de pescado de una misma especie en un solo día. Exactamente, fueron 1.541.000 kilos de anchoa. Ningún otro puerto lo ha superado.
Todos estos acontecimientos lo convierten en «un espacio de gran significación histórica, industrial y etnográfica para Santoña y también para la historia marítimo-pesquera de Cantabria». Argumentos más que de peso para la Asociación en Defensa del Patrimonio de Santoña, que se ha basado en ellos para solicitar que el inmueble, conocido popularmente como la Venta Vieja de Santoña, sea declarado Bien de Interés Cultural (BIC). La solicitud la ha planteado tanto al Ayuntamiento como a la Dirección General de Patrimonio Cultura y Memoria Histórica del Gobierno regional.
El presidente de la Asociación, Pedro Linares, destaca que es el «primer» edificio de estas características construido en el municipio. Esta casa-venta acogió durante 97 años al cabildo marinero «más importante de Cantabria». Desde este lugar, detalla, se aplicaron las ordenanzas marítimas históricas de la región; se procuró la conciliación de los intereses marítimo-pesqueros; se organizaron las tareas del puerto y la compra-venta del pescado; y fue una infraestructura necesaria para facilitar el desarrollo ordenado de la industria conservera de Santoña, actuando durante casi 100 años como registro del movimiento pesquero local.
Linares rememora también que en una parte del edificio se albergó la asistencia médica para los marineros y sus familias y se han organizado las festividades marineras de la villa, así como las actividades deportivas de remo y vela.
El edificio fue construido en 1881, aunque no entró en funcionamiento hasta la creación de la Cofradía de Pescadores de Santoña en 1892, año en el que se instala la casa-venta del pescado y la sede de la Cofradía, hasta que en 1989 dejó de funcionar.
En cuanto a su arquitectura, la Asociación destaca que «es un ejemplo de edificio industrial, que centra su diseño en los aspectos puramente funcionales, por lo que es prácticamente el único que se conserva de las infraestructuras pesquero-industriales con las que inició la actividad marítimo pesquera la villa». El inmueble está catalogado por su valor histórico por el Ayuntamiento de Santoña desde 1987 en el Plan General de Ordenación Urbana de Santoña (PGOU) con la categoría de Protección Integral, por lo que se «debe conservar tanto su aspecto exterior como el mantenimiento del mismo».
Sin embargo, Linares denuncia que «no se han cumplido con los deberes de conservación del patrimonio cultural catalogado, siendo hoy un edificio abandonado a su suerte y en proceso de ruina». Además, critica que la estructura está inmersa «en un proceso de reordenación urbana que puede facilitar su destrucción».
A este respecto, señala que recientemente la Cofradía de Pescadores de Santoña «ha solicitado al Ayuntamiento su descatalogación, posiblemente pensando en su derribo». Por todo ello, la Asociación en Defensa del Patrimonio de Santoña ha fundamentado documentalmente el valor histórico del inmueble, con la intención de promover la puesta en valor y la mejor conservación del histórico edificio.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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