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Había expectación por conocer en profundidad una infraestructura que podría impulsar el crecimiento de la comarca oriental de Cantabria. La Casa de Cultura Doctor Velasco ... de Laredo se llenó el pasado miércoles de público para escuchar por boca del ingeniero pejino, Mario de Lucio, las características todos los detalles del puente que ha diseñado para unir Laredo y Santoña. Un amplio y minucioso proyecto, que constituyó su trabajo de fin de máster, y por el que ha obtenido ya tres reconocimientos: el premio del Colegio de Ingenieros de Caminos al mejor proyecto de fin de carrera de toda España, el premio Copasa al mejor proyecto de construcción y el premio del Grupo Puentes al mejor proyecto de ingeniería industrial.
El joven, que actualmente reside en Indiana donde está haciendo el doctorado, tenía ganas de dar a conocer su idea para que «la gente entienda lo que he hecho». Animado por el edil, Ramón Arenas, ha dado el paso de presentar el proyecto en su pueblo y reconoce, que si se lo pidieran desde Santoña estaría también encantado de explicar cómo y porqué ha dado forma a este puente que, defiende, es viable y está justificado «en términos de movilidad, seguridad vial e impacto ambiental».
La estructura -con una longitud de 717 metros y una anchura de 18- está presupuestada en 96 millones de euros, aunque Lucio remarca que «no se trata de plantar el puente y ya está». Exige tanto actuaciones previas como posteriores con su concerniente coste. «Requiere de un crecimiento de ambas villas bastante grande a nivel urbanístico, requiere modificar los viales de acceso al puente, requiere hacer un regeneración ambiental de la marisma una vez se haya construido y sobre todo, requiere el apoyo y el trabajo conjunto de los ayuntamientos y del Gobierno regional para que se haga realidad».
La idea de unir Laredo y Santoña con un puente no es del todo nueva. El ingeniero arrancó la charla explicando que la primera tentativa consta de 1893. Hay un recorte del periódico ECO donde se publica «una orden para empezar los estudios de un puente giratorio de Santoña al Puntal». Nada más se supo. Fue hace 31 años cuando el expresidente de Cantabria, Juan Hormaechea, desarrolló más en serio esta propuesta, llegando a encargar la redacción de un anteproyecto que, como todos sabemos, finalmente no vio la luz. Aquel diseño, que ha sido estudiado por Lucio, «tiene fallos» y lógicamente no se adapta a las condiciones actuales.
El ingeniero descartó la alternativa del trazado que se planteaba entonces pues el puente nacía de la explanada del Puntal y llegaba hasta el Fuerte de San Martín, algo que «no es posible ya que este edificio histórico tiene un entorno protegido de 200 metros que impide las construcciones alrededor». El trazado más viable para Lucio nace en la explanada del Puntal - siguiendo la avenida Emilio Capriero Polini - y llegaría hasta el Paseo Pereda de Santoña, a la altura del monumento de Carrero Blanco, enlazando con la calle O'Donell, que da a la CA-141, que va a Noja, Isla y Argoños. «No hay ningún problema que impida realizar los estribos y los accesos al puente», señaló.
De Lucio a la hora de presentar y justificar esta infraestructura incidió en diversos aspectos que tendrían un impacto positivo en comparación a la situación de comunicación que hay ahora entre las dos villas a través de la CA-241, conocida como la 'carretera de los puentes'. En cuanto a la movilidad, actualmente se tarda en recorrer esta vía, según sus estudios, entre 17 y 21 minutos, que se pueden incrementar en caso de producirse algún accidente. «Con el puente, la distancia de un centro urbano a otro se reduciría a 4,96 kilómetros y el tiempo estimado sería entre 6 y 8 minutos». Otro factor en el que incidió es en la mejora que supondría en cuanto a seguridad vial. «La CA-241 tiene las calzadas extremadamente estrechas y no tiene separación entre los carriles, lo que aumenta entre 2 y 4 veces la probabilidad de impacto frontal». Además, tampoco tiene carriles para ciclistas y peatones, que son los usuarios más vulnerables, y presenta un alta siniestralidad porque las curvas tienen un radio muy pequeño y la visibilidad es muy mala. «En el puente se separarían los sentidos de circulación y habrá en ambos lados paso para peatones y carril ciclable (se podría utilizar en caso de emergencia si un vehículo sufriese un percance).
Pero, sobre todo, el autor incidió en el beneficio ambiental. «Cada vez que vamos de Laredo a Santoña estamos pasando por encima del Parque Natural de las Marismas con unas 121 especies de aves migratorias. La situación de estas marismas ha sido denunciada en varias ocasiones e, incluso, esta carretera recibió la primera condena ambiental de España por el Tribunal Europeo. Es una aberración ambiental». En términos de movilidad, Lucio ha calculado que pasarían por ese futuro puente unos 11.000 vehículos que «ya no lo harían por tanto por la CA-241, por lo que se descongestionaría esta carretera, que dejaría, poco a poco de ser usada, eliminándose los ruidos y las emisiones. Y, a través de un proyecto de rehabilitación ambiental posterior, se conseguiría restaurar las marismas». «El puente genera un impacto ambiental como cualquier obra de ingeniería, pero el impacto que genera la carretera ahora para cruzar de Laredo a Santoña es mucho más brutal».
En cuanto el tipo de estructura indicó que la más adecuada por tener menos pilares, respetar más el medio ambiente e integrarse mejor en la bahía, es «un puente atirantado, con un solo plano de cables, que deja un espacio que permite carril de separación y se integra completamente en el entorno» Con el vano previsto de 200 metros sería el mayor puente atirantado de Cantabria. «Para su construcción no se toca el agua, se monta en la orilla mediante grúas, se va izando y empujando»
Respecto a la cimentación, los pilares que soportarían la infraestructura, atraviesan el sustrato de arena hasta llegar a la matriz rocosa a 30 metros de la superficie descartando que afecte al colector del subfluvial. Otro condicionante que ha tenido muy cuenta es el gálibo. «Asegurar el paso de los buques pesqueros ha sido una prioridad dentro de este proyecto». Para ello no ha parado de hacer números para calcular hasta dónde puede subir el agua en caso de que se dieran todas las dinámicas a la vez. «Le he dado una curvatura en alzado al puente, con una pendiente máxima del 7%, que permite que en el centro del vano haya un gálibo de 28 metros en pleamar y 45 metros en bajamar». Además, el ingeniero negó que esta estructura vaya a cambiar las corrientes y el transporte de sedimentos como sí ha hecho el puerto de Laredo. «Es imposible que las modifique porque la velocidad del agua es muy baja y los pilares tienen una dimensión muy pequeña con el estrecho que está salvando el puente».
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