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La campa del Glacis, en Santoña, colgó ayer el cartel de completo. Al banquete de la Gran Marmitada se presentaron miles y miles de vecinos ... y visitantes con el plato y la cuchara bajo el brazo. Y ninguno, ni uno solo, se quedó con hambre. Hubo hasta algún afortunado que repitió. Y es que 11.000 raciones de este guiso dan para pegarse un buen festín. Y el de esta villa marinera fue una edición más, y ya van 41, de categoría.
Que la Gran Marmitada es un evento multitudinario no es un secreto. Su propio nombre lo avisa. La postal del Glacis en la tarde de ayer quedará para la historia de las fiestas patronales de la Virgen del Puerto. Mucho antes de las siete de la tarde -hora fijada para comenzar el reparto- familias y grupos de amigos tomaron este privilegiado espacio, a la vera de la bahía, que se transformó en un inmenso comedor en el que cada cual plantó las mesas y sillas o extendió la toalla para degustar con calma el suculento plato. Por aclamación popular, el marmite obtuvo la máxima nota posible. Matrícula de honor. «¡Está riquísimo!», aseguraron comensales como Toñete y su grupo de amigos de la Banda de Cartón mientras rebañaban la vajilla. Ni las migas quedaron.
La receta para elaborar un guiso como el de Santoña no se encuentra en ninguna página de internet. El ingrediente fundamental que se echa en las pailas (cacerolas de gran tamaño) es el «cariño» que le ponen los vecinos, las peñas, murgas y demás asociaciones, que colaboran desinteresadamente en su elaboración. Así lo confiesa César Ortiz, uno de los organizadores que junto a José María Sobrino o Luis Castro, entre otros muchos, se deja el alma para que este evento gastronómico, declarado de Interés Turístico Regional, sea grande en todos los sentidos. «Es una fiesta hecha por el pueblo y para el pueblo». Y sin todas las manos que aportan su grano de arena nada de lo vivido ayer hubiera sido posible.
Cocinar 2.700 kilos de patatas, 350 kilos de cebolla y 1.300 kilos de bonito no parece tarea sencilla. Pero cuando hay una legión de santoñeses dispuestos a ponerse manos a la obra lo difícil se hace fácil. La elaboración de la Gran Marmitada arrancó en la mañana del lunes en la plaza de San Antonio. Por primera vez, la pela y trisca de patatas se realizó en este espacio en vez de en el entorno de Abastos. El cambio de ubicación ha sido un acierto. «Ha tenido una mejor acogida y ha participado más gente por lo que se ha hecho más rápido», contó César. Veteranos y nuevas caras ocuparon las mesas dispuestas y a un ritmo frenético pelaron las cientos de patatas y cebollas. Los mayores de la residencia de Santa Ana, en Berria, también contribuyeron a esta tarea desde sus propias instalaciones. El engranaje de esta cadena continuó en la mañana de ayer con la trisca. Arrancó temprano, a las ocho y media de la mañana, también en San Antonio. Desde ese momento, todo fueron prisas para que los ingredientes llegaran cuanto antes al patio del patronato militar convertido en una improvisada cocina.
En este lugar, los componentes de las peñas y murgas echaron el resto para cocinar a fuego lento el marmite en las pailas. Hubo hasta nueve fuegos funcionando a la vez. Cada grupo se puso al frente de una enorme cacerola. Lo primero es echar la cebolla y rehogarla para que coja color sin llegar a quemarse. Es el paso clave. Para que no se peguen los integrantes los remueven con unos remos de madera constantemente. Después se echa la patata, se cubre con agua y se deja que hierva. El último paso es añadir el bonito, donado por Pescados Pali, y que trocearon los voluntarios. Cada paila requirió una hora y media de preparación. «Hemos cocinado unas 40 pailas», detalló César. Una vez que está listo el guiso, se prueba para asegurarse que está en su punto de sal y no está quemado y se guarda en unas tinas con tapa térmica, que aguanta el calor hasta el acto.
Los organizadores no pararon ni un segundo en toda la jornada. A eso de las cuatro, César y el resto estaban colocando las vallas para organizar las labores de reparto. «El esfuerzo merece la pena. Es una cosa para el pueblo y mientras no se cobre yo siempre estaré ayudando», apunta . Y es que la Gran Marmitada es totalmente gratuita.
Antes de las siete de la tarde, las diez colas para recibir la correspondiente ración de marmite eran más que largas. Inmensas. La espera, amenizada por la música de Los Ronceros, mereció más que la pena. Una cuenta atrás dio el pistoletazo de salida a una sabrosa merienda que nunca defrauda.
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