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El sonido de la sirena de la venta anunció su llegada al muelle. Al fin, después de tres largos años, la Virgen del Puerto volvía a sus aguas. A la bahía de Santoña. Su escenario natural cada 7 de septiembre. Donde más brilla como privilegiada ... tripulante.
Los últimos rayos del atardecer envolvieron el embarque de la patrona en el pesquero local Padre Joaquín. Por ella, la guía y madre de todos los santoñeses, el barco anfitrión y el resto de la flota se pusieron sus mejores galas. Banderas y banderines de infinitos colores y formas. «La Morenuca se lo merece todo».
En el reencuentro de hoy no faltó de nada. Hubo música, pétalos y muchos vivas: ¡Viva la Virgen del Puerto! En su honor. Recibió el cariño de este año y el que atesoraban los vecinos en el corazón de los dos últimos septiembres. «El año pasado hubo una misa en el exterior de la Cofradía y llevaron a la Virgen, pero no fue lo mismo», reconocía Carmina, que se acercó a la iglesia para ser testigo de su salida.
Fue tras el repique de las campanas. Minutos antes de las seis de la tarde, la multitud abandonó el interior del templo. En primera línea el obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge, junto al párroco local, Alberto García, que portaba entre sus manos a la Patrona. Lucía un elegante manto de color azul. A juego con el cielo. «Está preciosa», aseguraban varias devotas. Tras ser colocada la talla en lo alto de la carroza, arrancó la procesión terrestre. Siguieron su estela un gentío de fieles con el presidente Miguel Ángel Revilla a la cabeza, entre otras muchas autoridades. Marcaban el paso varias mujeres ataviadas de marineras. Otros tantos hombres, vestidos de pescadores y portando un remo, escoltaban a la Virgen por ambos lados. Como si la protegieran.
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El silencio solo fue roto por las notas de la charanga Los Ronceros y los piteros del Corpus Christi de Gama. En las aceras, se apostaban los curiosos que, móvil en mano, inmortalizaban el solemne paso de La Morenuca.
En el puerto más gentío. El público cogió hueco en el mirador para no perder detalle. Con suma delicadeza, se embarcó a la virgen en el Padre Joaquín. Algunos barcos aguardaban allí mismo y otros tantos ya surcaban en mar abierto. Las sirenas anunciaron el inicio de la travesía. Fue un paseo largo. La mecieron en sus aguas hasta alcanzar el final de la bahía arropada por las embarcaciones. Solo seis barcos grandes y decenas de motorucos. Frente a la Machina, se realizaron las bendiciones. Los santoñeses y visitantes contemplaron el espectáculo desde el Pasaje embargados por la emoción. Al pasar a la vera de la patrona, los pesqueros hicieron sonar las sirenas, las gentes en cubierta cantaron el himno local. Le lanzaron pétalos y gritos y más gritos de ¡Viva la Virgen del Puerto! Los aplausos se desbordaron cuando pasaron las dos traineras y pusieron los remos en alto. La escena fue más marinera que nunca. A la Patrona le pidieron que proteja a los pescadores de los infortunios. Que no les falte su amparo ni su aliento. De regreso a tierra, en el puerto, la coral Portus Victoriae interpretó la Salve Marinera. De ahí, a la plaza de San Antonio, tomada por una multitud dispuesta a escuchar el canto de la Salve Rociera a su «Virgen guapa y bonita», dice una de las estrofas. Y aunque el reencuentro supo a poco después de 36 meses de espera, al anochecer tocó devolverla a su casa. La iglesia. Con un deseo en mente, que el próximo 7 de septiembre vuelva a ser la luz de la bahía.
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