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Pasada la una, dos padres se cruzaban por la calle Santander muy cerca de la entrada del colegio Sagrado Corazón de Jesús. Los dos, acompañados de niñas de uniforme. Se saludaron como se saludan dos conocidos que no se ven hace tiempo y la conversación ... resume lo que fue la jornada de ayer en Santoña.
–Hombre, ¿qué?
–Aquí, disfrutando de la nueva normalidad. Otra vez.
Con la sorna de quien sigue molesto por la decisión de confinar al pueblo, pero con el alivio de recuperar buena parte de la rutina. Las dos cosas se palpaban este miércoles entre los santoñeses. Se acabó el cordón sanitario y fue un día de retornos. Vuelta a las terrazas y a los bares, a las tertulias prolongadas en los bancos de la Plaza de San Antonio, vuelta –real– al cole y vuelta a poder entrar y salir del pueblo sin controles policiales. Vuelta, eso sí, con restricciones y bajo vigilancia. «Desde el lunes todos andaban preguntando: '¿Qué? ¿Cuándo acaba?'». Eso contaba un hostelero de la zona.
El control en la carretera se levantó a las 00.00 y en el BOC ya estaban publicadas las medidas de control que se mantienen (terrazas al 75%, nada de barras, limitaciones en actos y reuniones...). «No se puede pasar de cero a cien de un día para otro», explicó el consejero de Sanidad, que definió la situación de Santoña en los próximos catorce días como «una fase tres». Miguel Rodríguez y el alcalde del municipio, Sergio Abascal, hicieron balance de la situación actual. De los 81 casos activos que se llegaron a registrar el 5 de septiembre a los 45 actuales. De semanas con cuarenta positivos detectados a los doce de la pasada y a los dos en lo que va de esta. De una tasa de 526 por cada 100.000 habitantes a una de 390. «Que es muy alta, pero muy inferior a la que había. Se ha conseguido doblegar la curva», dijo el responsable de Sanidad. El edil, por su parte, insistió en agradecer el esfuerzo de los vecinos y en la idea de «no bajar la guardia». «No nos relajemos».
¿Y cuál era la estampa en Santoña? Pues una muy distinta a la de las dos semanas anteriores. La Policía Local supervisó el montaje de las terrazas. «Lo normal. Nos han recordado lo que indudablemente ya teníamos informado como responsables hosteleros que no hemos dejado de ser», comentaba Giuseppe Palazzolo, de 'El Antiguo', en la plaza Manuel Andújar (o del Peralvillo). En las mesas había ambiente y las tertulias giraban en torno a los mismos temas. Críticas a la decisión de confinar –«esa se la pasas a Revilla», le decían al fotógrafo que sacaba la barra 'encintada' de un bar–, mucho alivio –«es otro color, sí que se nota», resumían el vendedor de la ONCE por el centro–, algo de incertidumbre, y varias certezas: que se depende mucho de la gente de fuera (no sólo en referencia al turismo) y que el cierre de la hostelería hace que se derrumbe como un castillo de naipes también buena parte de la actividad comercial en el pueblo (aunque los negocios pudieran seguir abiertos). «Somos un lugar donde la hostelería predomina mucho y haber cerrado ha hecho que el pueblo estuviera triste», explicaba Palazzolo. Para hacerse una idea sobre el terreno de las restricciones que se mantienen (más allá de la norma escrita en los papeles), su terraza tendría «en circunstancias normales entre doce y catorce mesas». Ahora son «cinco o seis». Eso, o la conversación del camarero con el cliente en el Bar Zatón. Uno sacándole la cerveza al barril de fuera al no poder estar en la barra y el otro dándole las gracias porque, «con esta historia, no sabía cómo funcionaba».
Vuelta al cole
Controles
Fin de la temporada
El retorno lento a la rutina se dejó notar no sólo en la postal de las terrazas o la plaza. También en los colegios. De los menos de treinta críos que asistieron el día del arranque oficial, a asistencias ayer del 80% en el Juan de la Cosa y «de la mayoría» de los alumnos en el Macías Picavea. «Días más tranquilos», aseguraban desde el Centro de Salud. Por el Puerto, poca novedad. Como otros años, aprovecharon las fiestas del pueblo para la «bajada de bandera», aunque esta vez no pudieran irse muy lejos de vacaciones porque los días libres les coincidieron con el confinamiento. Sí que se notaba la apertura en cuanto a las embarcaciones de recreo. Por el paseo marítimo, con El Puntal de Laredo de frente y el antiguo fuerte militar a mano izquierda –camino del faro–, hasta ocho barcos podían contarse. Y en el polígono de las conserveras, puertas abiertas y trasiego ligero de camiones. En 'Atunlo', la planta que cerró temporalmente por la aparición de varios casos, explicaban ayer que retomaron la actividad «con normalidad» desde el día 9 «después de desinfectar las instalaciones y hacer pruebas a la plantilla». Los que dieron negativo volvieron a su puesto.
«La gente –comentaban también entre los que tomaban el sol cerca del monumento a Juan de la Cosa– está también un poco cansada de ser el centro de atención». De estar –otra vez– en la picota.
La postal de San Antonio, del Peralvillo o de la calle Santander con la salida de los alumnos del Sagrado Corazón contrastaba mucho con la estampa de los alrededores de Berria, uno de los reclamos más potentes del municipio para el turismo. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que el confinamiento dio por finalizada la temporada de un plumazo. Esa imagen lo confirma. Donde hace un mes era difícil encontrar un sitio hoy lo raro era ver un coche. Cafeterías cerradas, aparcamiento de sobra y edificios plagados de persianas bajadas que recuerdan a los tópicos de Torremolinos en noviembre. Y eso que el día, aunque amaneció con niebla, deparó una buena jornada de playa.
A eso, al buen tiempo, se aferran en el hotel Juan de la Cosa para seguir haciendo algo los próximos días. Lo suyo es otra demostración de la distancia entre lo que dice el papel –la norma escrita– y la realidad. Podían seguir abiertos con las zonas comunes cerradas, pero, con el cierre, se quedaron sin clientes en unas horas (estaba casi lleno cuando se tomó la decisión y sirvieron cenas en las habitaciones a los que aguantaron esa noche). Han estado quince días cerrados y ahora, «con alguna reserva» y atentos al tiempo, abrirán únicamente «viernes, sábados y domingos» para aprovechar sobre todo su oferta de hostelería.
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