La santoñesa Leticia Herrería tocará el cielo en los Andes

Herrería, que se fue a vivir a Madrid con ocho años, pero que siempre que puede se escapa a su «pueblo querido», confiesa que cuando presentó la solicitud «nunca pensé llegar tan lejos». Tras ser preseleccionada vía entrevistas en un grupo 20 aspirantes, tuvo que superar unas duras pruebas físicas en la sierra norte de Madrid, que le dieron el pasaporte directo a este proyecto único. «Cuando me comunicaron que era finalista fue una agradable sorpresa». Y es que, a la ilusión de embarcarse en esta aventura extrema suma que comparte plenamente el mensaje que reivindica el Grupo Santalucía con esta iniciativa: Que el deporte y el bienestar no tienen edad. Se apuesta por una longevidad positiva. «Quiero demostrar que por ser mayor no tienes que dejar de estar en forma y en activo», reflexiona. La idea es inspirar a otras personas a realizar deporte y llevar una vida saludable.

La expedición se desarrollará entre el 13 y el 29 de septiembre. En Perú les esperan varias jornadas de bicicleta de montaña; varios ascensos con el fin de aclimatarse, como al Lago 69 (4.600 metros) o al Yanayacu (4.850 metros; y, finalmente, la subida hasta la cumbre del volcán Vallunaraju encordados y mediante crampones para escalar el nevado. Lo harán acompañados por el médico de emergencias y especialista en medicina de alta montaña Carlos Martínez.

Para prepararse, está llevando a cabo un intenso entrenamiento específico, de entre seis y ocho horas al día, en el que «combino montaña, bicicleta, fuerza y resistencia». El monte de Santoña es estos días el escenario «ideal» para ejercitarse. «Junto a mi primo Ángel Rueda he estado caminando por zonas de subida y bajada. Este monte es perfecto. Aunque no tiene la altura del desafío, sí cuenta con los desniveles necesarios para entrenar», valora.

El reto no solo pondrá a prueba su capacidad física sino también su resistencia psicológica y superación personal. «Siempre he tenido mucha fortaleza mental. Soy muy disciplinada y responsable». Unos valores que adquirió practicando y compitiendo en gimnasia rítmica, deporte en el que logró con 16 años la medalla de bronce en el Campeonato Mundial de 1975. Una andadura que completó después como entrenadora y juez internacional. Esta trayectoria fue reconocida en 2018 en la gala del deporte de Santoña con el premio Anchoa de Plata Honorífica.

«Cuando estaba en competición entrenábamos muchísimo y teníamos que ser muy constantes. La clave del éxito es la constancia. Si quieres lograr algo, sigues y sigues». Es su mantra. El que le insuflará garra y energía para alcanzar otro «orgullo deportivo» en una etapa más madura.

Su familia, y en especial su hijo, le animan a exprimir al máximo esta «maravillosa experiencia». Saben de su espíritu aventurero. «Cuando me jubilé, me fui sola de crucero a dar la vuelta al mundo. Me gustan los retos». Y ahora tiene uno de altura por delante. «Es un desafío importante en el que vamos a sufrir, pero la recompensa y la satisfacción de alcanzar el objetivo es muy grande».