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Han sido un total de cinco inmersiones en las que han recabado toda la documentación posible sobre el galeón Almiranta, hundido hace cuatro siglos en la bahía de Santoña. Con la valiosa información recopilada por el equipo de arqueólogos subacuáticos, se abre ahora otra fase centrada en contrastar y cotejar los datos obtenidos con la información histórica del barco y de su construcción, hallada en los archivos. Será entonces cuando este grupo de especialistas pueda confirmar o no las hipótesis planteadas en torno al pecio. Si coinciden los restos materiales con la documentación histórica y viceversa, e incluso, determinar si es necesario otras campañas a futuro más exhaustivas para sacar conclusiones más esclarecedoras.
El proyecto de investigación y de conservación in situ que han llevado a cabo la pasada semana bajo las aguas de la bahía ha consistido en un «estudio preliminar». En ningún caso, han realizado una excavación integral ni una acción intrusiva. Los arqueólogos se han sumergido cada día, durante 50 minutos en marea baja, para explorar visualmente el yacimiento. «Hemos posicionado correctamente el pecio con sus coordenadas, hemos visto el área de extensión de los restos, tomado medidas de algunas partes del barco, hemos mirado las corrientes, así como el nivel de sedimentación que tiene el sitio arqueológico y su afección en los últimos años», detalla el arqueólogo cántabro, Germán Zubeldia. Todo lo han registrado mediante fotografías y vídeos y han utilizado un sonar que aportará una imagen tridimensional de la zona.
Zubeldia es el impulsor de esta campaña, financiada por la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, para la que se ha rodeado de un grupo de expertos a nivel nacional e internacional –en total son seis– especializados en arqueología marítima y en embarcaciones de este periodo de la historia. A ellos se ha sumado un equipo de la Unidad de Buceo de Ferrol de la Armada (Ubufer). «Una de nuestras labores es la conservación del patrimonio arqueológico subacuático», explica el teniente navío y segundo comandante de la unidad, Manuel Ramos. Al tratarse de un buque del Estado ha sido avisado de la actuación el Ejecutivo autonómico y se han trasladado cuatro buceadores y un capitán enfermero a Santoña para «supervisar y apoyar» al grupo de arqueólogos durante el trabajo de campo.
Una de las características más relevantes del Almiranta es que es uno de los mejor conservados de la arquitectura naval española. «Se conserva una parte importante, pero al estar debajo del lastre y los sacos de arena no podemos confirmar todavía si es la proa o la popa. Estamos mirando si encontramos alguna parte de la estructura que nos pueda dar alguna pista de la orientación de la embarcación», cuenta Zubeldia.
Este galeón de la Escuadra de Galicia fue construido en los astilleros de Deusto y botado en 1638. Para evitar que cayera en manos de la armada francesa –en plena Guerra de los Treinta Años–, la propia tripulación lo quemó en la batalla de Santoña, en agosto de 1639, y sus restos yacen en este punto del mar Cantábrico. «Es un barco que no tiene cargamento y como fue quemado, tiene una forma especial. Se desprendió la parte de abajo y se hundió. Vamos a poder evaluar cómo es la dinámica de un incendio de un barco a propósito y cómo queda bajo el agua», apunta Carlos León, doctor en Arqueología y miembro del equipo.
Recuerda que fue el historiador naval José Luis Casado Soto quien descubrió el galeón en unas campañas a finales de los años 90 del pasado siglo. «Somos herederos de su trabajo y vamos a darle continuidad lo mejor posible». «Lo primero que hemos hecho es reidentificar lo que él encontró, tomar medidas y obtener datos ya que está abierta la posibilidad de que fuera otro barco de la flota». Casado Soto resolvió que se trata del galeón Nuestra Señora de la Concepción, aunque existen dudas fundadas de que sea el Almiranta, algo que esperan poder dilucidar.
En cuanto al nivel de sedimentación del pecio, Zubeldia explica que está un poco más enterrado. «Las dinámicas de la bahía han cambiado y se está metiendo mucha arena; aunque sería algo positivo ya que lo protege más». No obstante, si algo preocupa a los investigadores es que los restos en marea baja están a poca profundidad –menos de cinco metros–, y temen que al estar hundido en la entrada de la canal el continuo paso de los pesqueros «mueva la arena y le pueda afectar». «Está cubierto y protegido con sacos de arena, apunta Ramos, buzo de la armada, pero «si se empieza a destapar hay que tener cuidado con ese tránsito».
Esta posible problemática, junto a toda la documentación recogida, conclusiones y propuestas de actuaciones futuras, se plasmarán en un informe técnico que el equipo de arqueólogos remitirá próximamente a Cultura. Los resultados se difundirán en artículos científicos y en conferencias para el público en general. «Se busca poner en valor el galeón y dar a conocer nuestro trabajo», apostilla Zubeldia, un fin que comparte su compañero León. «Al estar debajo del agua, la tarea de hacer 'visible' este patrimonio a la gente es aún más importante para que vean que forma parte de su historia, se valore y se cuide».
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