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La comarca de Siete Villas comienza estos días a desperezarse lentamente con la mirada clavada en el verano. La reactivación del turismo, tras el confinamiento impuesto por el estado de alarma, es vital para localidades como Noja, Isla y Ajo que multiplican su ... población -sobre todo con segundos residentes- en los meses de sol y playa.
Su economía depende en gran medida de la estancia de los foráneos. En Noja, para hacerse una idea, «el 95% del Producto Interior Bruto (PIB) procede del turismo», explica su alcalde, Miguel Ángel Ruiz. Por eso, estos Ayuntamientos contienen la respiración para llegar a la meta de la desescalada a finales de junio. Mientras tanto, están haciendo los deberes. En Arnuero, el regidor, José Manuel Igual, ha dado a conocer el Plan de Recuperación Socioeconómica del municipio. El documento esboza medidas «perentorias y urgentes» para hacer frente a los problemas más acuciantes de los vecinos cuando paulatinamente se vaya alcanzando la nueva 'normalidad' y retornando las actividades clausuradas. En la villa nojeña ya han creado una comisión de seguimiento, con intención de reunirse cada quince días, para consensuar actuaciones que impulsen el sector de la hostelería y el comercio. Y un decreto de la Alcaldía de Santoña ha fijado el aplazamiento del pago de los tributos municipales para que los ciudadanos pueden sobrellevar mejor las consecuencias económicas de esta crisis. En la villa marinera ya son 240 las familias que reciben alimentos básicos del Ayuntamiento al estar en una situación de vulnerabilidad. La cifra asusta.
En el aspecto sanitario, la comarca de Siete Villas no ha sido la más azotada por el virus, con la excepción de Santoña. Aquí, la pandemia ha dejado una huella trágica con ocho fallecidos y un total de 55 contagios, quedando menos de una decena en activo. En Noja, el bicho también ha ganado la batalla a un vecino pero solo ha registrado tres contagios, mientras que Arnuero, Escalante lo han contenido con dos; Bareyo y Meruelo uno y Argoños, por el momento, no ha registrado un solo positivo. «Yo le digo a los vecinos, en bromas, que en Argoños hemos puesto una carcasa invisible para aislarnos», cuenta Juan José Barruetabeña que tiene claro que no van a relajarse.
Ni él ni sus homólogos lo van a hacer porque, como municipios costeros, han pasado el estado de alarma pendientes día y noche del irresponsable desplazamiento de segundos residentes. Fue su mayor preocupación en las primeras semanas hasta el punto de que Noja decidió cortar por lo sano. El Ayuntamiento blindó todos los accesos salvo la entrada a la villa por la CA-147.
Las informativos nacionales se hicieron eco de la drástica medida. No ha sido el único municipio de la comarca en alcanzar tal repercusión por sus decisiones en esta crisis. En Santoña, el Ayuntamiento tuvo que instar a la Consejería de Sanidad al confinamiento total y forzoso de una veintena de familias, la mayoría de etnia gitana, sobre las que se estaba cebando el Covid-19. La orden alcanzó un revuelo mediático de dimensiones inimaginables, pero tras la tempestad llegó la calma. No toda la difusión ha sido por noticias negativas. Esta misma semana, Beatriz, usuaria de la Residencia de Santa Ana, en Santoña, salió en los medios como ejemplo de resistencia y esperanza al superar el coronavirus con 103 años.
Ella, como otros ancianos con en el virus, fue trasladada a la Residencia de Mayores de Meruelo - gestionada por la empresa Calidad en Dependencia-. El edificio se habilitó para que personas dependientes infectadas de otros centros pasaran allí la cuarentena y minimizar así la propagación de la enfermedad en las residencias de la región.
Como medida preventiva, los hombres del mar también pararon tres semanas postergando el arranque de la costera del bocarte. El regreso, a mediados de abril, ha estado marcado por el coronavirus. Pescadores protegidos con máscaras y pantallas, toma de temperatura y solo tres tripulantes pueden acceder a la lonja con las descargas. Por ahora, la flota cántabra no ha registrado ningún positivo. Esta semana, Sanidad les ha facilitado 800 test rápidos para la detección de anticuerpos. La necesidad de someterse a la prueba, no es baladí. En cubierta, guardar el metro y medio de distancia de seguridad es «imposible».
Y la comarca también ha sacado a relucir su lado más solidario. Un ejército de voluntarios cose mascarillas, batas y gorros. En el grupo de Santoña, Argoños y Escalante ya se han entregado 43.000. «Y seguimos».
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