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Marta Cabrera
Arnuero
Viernes, 9 de noviembre 2018, 08:21
Las tradiciones familiares pueden determinar el trabajo de una persona, más aún si más que considerarlo un trabajo, se le considera una vocación. Éste es el caso de José Luis Rodríguez, que comenzó su relación con la ganadería ayudando a su familia. Por aquel entonces, llevaban las vacas al herradero y era algo que le atraía. Al final le atrajo tanto que pidió que le formaran en el oficio de herrador. Así estuvo hasta el año 1988, cuando se casó y comenzó a trabajar por su cuenta en esta profesión. «Ya son 30 años los que llevo en activo, más los que estuve recibiendo formación sobre el oficio».
Al haberse guiado por la vocación para escoger la forma de la que ganarse la vida, le da gran importancia a hacerlo bien. «Cuando no tienes un trabajo que te apasiona no te preocupa tanto cuál sea al resultado. En mi caso, al ser vocacional, no soy conformista». Por eso mismo, ya no es que sienta satisfacción al ver que ha hecho bien, sino que le gusta que le reconozcan su trabajo cuando hace las cosas bien, «porque no siempre se pueden cometer errores y fallar».
Trabajo no le falta ya que se encarga de ganaderías de distintos lugares cercanos a su casa, pero no siempre tan próximos. «Ahora me han ofrecido hacerme cargo de la zona de Entrambasaguas, La Cavada... porque se han quedado sin herrador, pero no puedo asumir más trabajo».
Aun así, reconoce que no es una profesión en la que los ingresos vaya aumentando, ya que todo depende de la situación en la que se encuentren los ganaderos. «Cómo vas a subirle a unos ganaderos el precio si están vendiendo la leche como hace 30 años». Es por ello que tiene que amoldar los precios a estos, aunque «los materiales van subiendo cada año de precio». La conclusión que saca de esta situación es que tienen unos márgenes muy pequeños para poder subir los precios y, en consecuencia, poder aumentar las ganancias.
Tampoco es optimista mirando hacia al futuro. «El sector de la ganadería está bastante mal porque va a menos». Es consciente de que es una profesión que en la actualidad los jóvenes prefieren evitar. «No hay repuesto, la gente joven no va a quedarse con el ganado salvo algunas excepciones». Echando la vista atrás, recuerda que cuando comenzó su labor como herrador en los años 80, había 15.000 ganaderos, mientras que ahora se rondan los 3.000.
Su rutina diaria es siempre la misma: sale de casa a las siete de la mañana, vuelve a comer sobre las dos de la tarde y no regresa antes de las nueve de la noche. «En verano casi siempre más tarde porque hay más trabajo. Además, apenas paro en casa porque en cuanto llego tengo que volver a salir».
Después de tantos años trabajando, ha podido conocer cómo ha ido evolucionando la profesión. Hace años, la mayoría de los trabajos se hacían a mano yendo por las casas. Ahora mismo, engancha el potro al coche y va pasando por las distintas estabulaciones.
Cuando se le pregunta por cuándo se va a retirar no puede evitar reírse porque se lo suelen decir a menudo. «No me voy a jubilar por los años, cuando me llegue la edad. Si me encuentro bien seguiré, aunque no al mismo ritmo y enseñando a otra persona para que me ayude en los trabajos». Su despedida de este trabajo será paulatina y sin prisas. Esperará a tener la absoluta certeza de que su alumno domina a la perfección la profesión de herrador.
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