
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Los ojos de algunos santoñeses se humedecen al ver pasar a los barcos por delante de la Virgen del Puerto para recibir su bendición. En silencio, le piden por los pescadores que salen a faenar haga frío o calor. Para que les proteja, les guíe en su travesía y les devuelva a casa sanos y salvos. La devoción, el fervor y la tradición empapó este sábado el alma marinera de los vecinos que, como cada 7 de septiembre, vivieron un reencuentro inolvidable con La Morenuca. Dicen que nunca es igual.
«Hay que sentirla muy adentro, quererla con todo tu corazón, para entender este sentimiento», dice con la voz quebrada Juli. Con la mirada sigue la estela de la talla que, sobre una carroza dorada, se abre paso en el muelle a punto de ser embarcada. Envuelta en un silencio sepulcral – solo roto por los danzantes y los piteros del Corpus Christi Gama –, recorrió minutos antes las calles de la villa. Desde la iglesia hasta el puerto. Lució un elegante manto granate y fue escoltada por el obispo de Santander, Arturo Ros y una larga comitiva de autoridades regionales y locales.
El pesquero 'Madre Lita' aguardaba a su tripulante más especial. A la reina, a la madre y a la patrona. Los que cogieron sitio en el mirador contemplaron a vista de dron cómo era subida a bordo. Con delicadeza y cuidado. La sirena de la venta anunció que era el momento de zarpar rumbo a la bahía. Primero un paseo hasta la altura del Fuerte de San Martín, meciéndola entre las aguas. Y, a la altura de la Machina, las bendiciones.
A lo largo del Pasaje se apostó la multitud con las pupilas clavadas en la Virgen del Puerto. El sonido de las barracas se entremezcló con las bocinas de los barcos – solo salieron cuatro grandes, además del buque anfitrión, decenas de motorucos y hasta deportistas con su tabla de paddle surf – al pasar a la vera de la patrona y recibir la bendición del párroco local. Hubo gritos de vivas en su honor y se lanzaron pétalos al aire. El paso de las tres traineras locales y del barco dragón Cantabria en Rosa, con los remos en alto, arrancó aplausos en tierra.
A su regreso al puerto, la coral Portus Victoriae la esperaba impaciente para cantarle la solemne Salve Marinera. Mientras, en la plaza de San Antonio no cabía un alfiler. Allí, se entonó la Salve Rociera, unas estrofas que afloran la emoción entre sus fieles. Al caer la noche, la Morenuca retornó a la iglesia tras una intensa jornada en la que Santoña se ha rendido a su «Virgen guapa y bonita».
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Ana del Castillo
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