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Pedro Crespo de Lara
Santander
Miércoles, 24 de agosto 2022
Murió el 20 de agosto en su finca de Suesa, rodeado de su mujer, María Luz Mendiolea; sus cinco hijos con sus respectivos conyuges y varios de sus muchos nietos. Una muerte, entre amor y respeto, digna de un patriarca del Antigüo Testamento.
Nacido en ... Limpias, donde su padre fue alcalde, pasó su juventud en Venezuela al cuidado de los negocios familiares. Volvió a Santander para casarse y al poco tiempo se instalaría definitivamente en esta ciudad, haciéndose cargo del negocio de su suegro, José María Mendiolea Cagigal. Mendiolea perteneció al grupo egregio de comerciantes que protagonizó el llamado 'Milagro santanderino'. Consistió este milagro en levantar de los escombros que quedaron tras arder la ciudad en una pira gigantesca, zarandeada por el vendabal, la noche del 15 febrero de 1941, un comercio floreciente que vivificó el Santander de la posguerra.
Mendiolea vio su tienda de la famosa calle de la Blanca, titulada con su nonbre, reducida a cenizas. Luego su suegro, el indiano Indalecio Canteli, levantó un edificio en la calle de Juan de Herrera y, en sus bajos, volvió a lucir el rótulo Mendiolea.
Jaime Zuloaga trabajó en la generación que había de rematar la obra de los gestores del milagro: los Mafor, Presmanes, Ribalaygua, Ródenas y otros grandes del comercio con mérito semejante, cuyos nombres aquí no caben pero quedan implicitamente incluidos.
Jaime Zuloaga tenía el ánimo viajero de los mercaderes de la antigua Atenas y de la Florencia del Renacimiento y, claro, se notaba en el surtido de su tienda.
Sobrino nieto del gran pintor Ignacio Zuloaga, cultivó el gusto por la pintura, manejó pinceles de aficionado; y disfrutó de los placeres del coleccionista recreándose con buena pintura en su casa y en las de sus hijos. Le caracterizaban una figura gallarda y un temple equilibrado, hecho a la máxima: «Nada en demasía». Era simpático y cortés con todo el mundo. Tenía sentido del humor y un verbo facil, culto y entretenido,
Fue un buen amigo de sus amigos y, sobre todo, un excelente padre de familia. Prestó a la suya la mayor atención: la reunía normalmente los fines de semana.
Su vida es la biografía de un justo, cumplidor del triple precepto de Ulpiano, famoso jurista romano: vivir honestamente, no dañar a los demás y dar a cada uno lo suyo. Descanse en paz.
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