El área de servicio Los Arcos, en Anero, proyecta un parking para 130 camiones

«Los tenemos todos. Gasolinera, restaurante, cafetería, tienda, estanco, duchas, habitaciones...». Y abiertos las 24 horas del día. «Pero eso tiene mucho sentido si nuestros clientes no tienen donde poder aparcar sus camiones», explica el dueño de Los Arcos, que hace seis años más o menos, durante un viaje por Valencia, se detuvo en un área de servicio provista de un gran aparcamiento de trailers en el que vio la luz que habría de alumbrar su negocio y la red viaria de Cantabria, que, dice él, ya venía demandando una infraestructura de estas características.

Con esa idea rondándole la cabeza, Fernández decidió adquirir los terrenos que separan la carretera nacional de la autovía, frente al área de servicio que regenta, y, cuando dispuso de ellos, iniciar los trámites legales para construir allí un aparcamiento, tarea que le empleó nada menos que «cuatro años de papeleos» que no derivaron en el visto bueno hasta mayo.

«A finales de ese mes recibí el 'ok' para iniciar los trabajos», que en junio comenzaron a avanzar lentamente por el mal tiempo y en julio alcanzaron ya su velocidad de crucero.

Cuando concluyan, con la llegada del próximo otoño, calcula él, el área de servicio Los Arcos dispondrá de un estacionamiento con capacidad para 130 trailers, «señalizado, vallado y vigilado», sobre una superficie aproximada unos 20.000 metros cuadrados donde ahora mismo se acometen las obras incluidas dentro de la primera fase el proyecto. «Están terminando los trabajos de saneamiento, relleno y compactado de la zona», dice Fernández, que cree que en breve se acometerá la segunda y última fase, en la que se contemplan las tareas de hormigonado, pintura, señalización y cerramiento del parking, donde, ya por último, se instalará un circuito de videovigilancia que estará operativo las 24 horas del día.

«Si la cosa no se tuerce, abriremos el aparcamiento a finales del próximo mes de septiembre», calcula el empresario cántabro, que ha invertido casi 1,3 millones de euros en la ejecución de un proyecto con el que se siente entusiasmado.

Para él esta no es una obra más. Es la consecución del reto personal que se marcó allá por 1994, cuando, recién llegado de Madrid, donde trabajó dos años como camarero para la Familia Real, el empresario cántabro cogió el timón del negocio de sus padres, «un bar de pueblo donde se servían comidas a los camioneros que decidían parar en la zona», y le hizo virar hacia un modelo mucho más ambicioso y bastante más productivo.

«Primero ampliamos el restaurante», recuerda Fernández, que inmediatamente después lideró la instalación de la gasolinera, la apertura progresiva de una cafetería, una tienda y un estanco, la construcción de una zona de confort con duchas para el aseo y habitaciones para el descanso y, posteriormente, la implantación de un horario de 24 horas que según confiesa él mismo no es rentable pero ayuda a promocionar el negocio.