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Llegado el momento de sufrir las consecuencias de la guerra civil, Villaescusa no fue una excepción en la medida de que muchas de sus familias vieron condicionadas sus vidas durante generaciones. Si bien es cierto que su territorio no se significó como escenario de escaramuzas relevantes, sí que lo hicieron sus gentes para defender los sentimientos que entonces les provocaron aquellos acontecimientos, enardeciendo los ideales políticos contrapuestos que muchos se atrevieron a expresar arriesgando todo lo que tenían, incluso sus vidas, en defensa de sus convicciones. Las actas de las constantes reuniones que en aquellos años celebró la Agrupación Socialista de Villaescusa, constituida en 1904 y cuya realidad en el contexto de la guerra civil se explica y se entiende en el dato de que, entre 1936 y 1937 llegó a contar con 187 afiliados, dan testimonio de muchas historias que cuentan de cómo los partidarios de la república vivieron aquellos tiempos.
Historias como la de los catorce jóvenes del municipio que demostraron su compromiso con los ideales de libertad, igualdad y progreso alistándose voluntarios para luchar en la guerra y partiendo de manera inmediata al frente asturiano de Grado, donde protagonizaron el episodio más trágico que se recuerda en el valle, cuando en el octubre de 1936, todos ellos cayeron en combate. El desenlace de la guerra y los posteriores cuarenta años, donde nada ni a nadie se podía preguntar, vinieron a tapar su historia,condenando con ello a sus familiares a la angustia de tener que vivir sufriendo las versiones piadosas y confusas que les querían dar certeza de su muerte y les contaban que quedaron enterrados en algún lugar de los montes de Grado.
Pero su memoria no iba a morir con ellos. Reivindicar su sacrificio para rescatarles del olvido y llevar un poco de sosiego a sus familias era una deuda que los socialistas de Villaescusa saldaron en agosto de 2009, cuando sus homónimos de Grado y la asociación ‘Todos los nombres’ –un grupo de estudiosos que trabaja en el Principado de Asturias recuperando la memoria histórica– fueron los aliados que les permitieron conocer la verdad de lo que pasó y el lugar exacto del pasillo de Grado donde cayeron en combate y fueron enterrados.
De esa manera, sus familiares pudieron pisar los mismos prados donde combatió el batallón, mientras los expertos les ponían en situación sobre los pormenores de las cruentas batallas libradas en aquellos parajes, donde permanecía intacta una casamata de ametralladoras y aún se podían ver los restos de los barracones donde se alojaron.
Pero el momento más impresionante lo vivieron cuando depositaron un ramo de rosas rojas en el lugar donde los catorce jóvenes están enterrados. Un momento en el que el silencio venció a las palabras, porque nadie encontró la manera de explicar la emoción que sintieron ante aquella gran fosa común que se les aparecía rodeada por un inmenso panojal que la protegía sin invadir su perímetro. Fue entonces cuando les contaron que aquella plantación de panojos sólo rodeaba la fosa porque sus dueños siempre pusieron especial cuidado en honrar la memoria de los que allí quedaron, preservando el lugar y su descanso para siempre.
Los catorce de Villaescusa se llamaban Antonio Saiz Ruiz, Eugenio Santos Saiz, Fernando Escalante Osante, Joaquín García Arce, José Pérez Ruiz, Ricardo Quintana Solana y Victoriano Solórzano Liaño, todos estos del pueblo de Liaño. También cayeron Camilo López Senra y Martín Leal Lastra de La Concha; Isaac Lavín Torre, Ramón Agudo Trueba y Valentín de la Riva Castanedo del pueblo de Villanueva y Luis Salcines Obregón y Miguel Ángel Modino Martínez de la localidad de Obregón.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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