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«Sea quien sea está claro que está peinando el valle». Son palabras del párroco de Pámanes, Hilario Obregón, que sin reprimir su disgusto narra cómo el pasado lunes se percató de que faltaba una recaudación de «700 euros» junto a «varias» pertenencias litúrgicas de ... plata. Este robo engrosa la lista de las otras cinco iglesias pertenecientes a los valles pasiegos en donde la semana pasada ya se denunciaron saqueos similares. «Mientras te lo cuento seguramente los culpables están rapiñando en alguna otra», apostillaba el cura. Sin ir más lejos, este miércoles consiguieron penetrar igualmente en la iglesia de San Jorge de Penagos, donde también unos días antes intentaron entrar en el templo de advocación a Santa Eulalia.
La gran puerta de acceso a San Jorge, en Penagos, desanclada, es la única constancia de que los ladrones han hecho una visita esta semana. Fue el miércoles por la tarde cuando su párroco, Leonardo Acevedo, reparó en ello. Al parecer, los amigos de lo ajeno lograron colarse en la iglesia, pero «no debieron encontrar nada de valor porque no falta nada», detalla el sacerdote. Los ladrones tampoco arramplaron con nada en su incursión a otro templo del pueblo, el dedicado a Santa Eulalia, en el que «intentaron entrar en dos ocasiones hasta que lo consiguieron».
El destrozo de la puerta se ha podido arreglar con facilidad porque «al poco rato de darnos cuenta vino un operario municipal y la ancló de nuevo». No obstante, que el daño haya tenido un arreglo exento de complicaciones no hace que lo ocurrido deje de suponer un atentado contra el patrimonio, puesto que San Jorge está catalogado como un inmueble inventariado como Bien de Interés Local.
Una estampa que contrasta ostensiblemente con la de la vecina localidad de Pámanes. Ahí su iglesia no presenta signos de haber sido violentada, pero a diferencia de en Penagos sí faltan cosas. En concreto, «700 euros y objetos litúrgicos de plata», explica el cura, Obregón, que tiene la sospecha de que «los saqueadores debieron entrar durante la celebración de un entierro el fin de semana, se quedaron dentro cuando todo el mundo se fue y ya luego salieron tan tranquilos por la puerta corriendo los cerrojos».
Estos episodios se suman a los hurtos similares sufridos en otros templos de la zona (en Selaya, Villacarriedo y Villafufre), por lo que tanto Acevedo como Obregón expresan su intranquilidad de que esta «oleada» de robos vaya a tener fin pronto, y el segundo incide en que: «Es imposible poner guardia de seguridad en tantas iglesias las 24 horas del día».
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