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Foto del cura asesinado, José Gutiérrez, de 30 años de edad, en el interior de la iglesia de La Cavada. Riotuerto a través del tiempo

El 'crimen sacrílego' de La Cavada

Regreso al lugar del crimen (05) ·

En 1926 un asesinato ocurrido dentro de la iglesia parroquial hizo temblar los cimientos de la sociedad de Riotuerto, cuando el maestro del pueblo mató de un disparo a un cura, hirió a otro y luego se suicidó en medio de un funeral

Mariña Álvarez

Riotuerto

Viernes, 28 de diciembre 2018

26 de enero de 1926, 10.00 de la mañana. La iglesia parroquial de San Juan Bautista, en La Cavada, está a rebosar. Se celebra un funeral en memoria de la anciana Laureana Arronte, oficiado por tres curas: el párroco, Justo Crespo; asistido por el coadjutor José Gutiérrez y el sacerdote del barrio Angustina, Ángel García. Están los tres detrás del túmulo cuando a las 10.20 irrumpe en escena el maestro de la escuela del Barrio de Arriba, Ramón Zorita. Entra en el templo, moja sus dedos en agua bendita y se santigua. Camina por el pasillo central, se sitúa detrás de los curas, saca un revólver de su americana y dispara.

Noticia del suceso, publicada en El Diario Montañés el 28 de enero.
Imagen - Noticia del suceso, publicada en El Diario Montañés el 28 de enero.

El tiro acierta de pleno en la nuca del joven coadjutor -Gutiérrez- que cae muerto bajo el púlpito. El párroco vuelve su cabeza y Zurita le pega otro tiro, que le atraviesa las mejillas. Malherido, huye hacia la sacristía. Después, el asesino retrocede unos pasos mirando hacia el altar, se coloca el arma en la sien y se suicida allí mismo.

Zurita acababa de firmar el bautizado por la prensa de entonces como 'el crimen sacrílego de La Cavada', una historia de poderes fácticos en la Cantabria de los años veinte, con la Iglesia y los pueblos florecientes gracias al dinero de los indianos.

Cuerpo sin vida del maestro Zorita, en el pasillo de la iglesia. Riotuerto a través del tiempo

Este crimen forma parte de la memoria colectiva del municipio de Riotuerto y ha pasado de generación en generación con dos versiones: una asegura que Zurita mató a Gutiérrez por error pensando que era Crespo; la otra -la de las crónicas periodísticas- es que Zorita ejecutó a conciencia al coadjutor. Sea como fuere, en el pueblo se conocen los intríngulis de la enemistad entre el párroco y el maestro, en la que puede que José Gutiérrez muriera, simplemente, por estar en el lugar equivocado.

Los protagonistas

  • Ramón Zorita El maestro de las escuelas del Barrio de Arriba. Natural de un pueblo de Cuenca. 39 años de edad. Se suicidó de un disparo en la sien después de disparar a Gutiérrez y a Crespo.

  • Justo Crespo Cura párroco de la iglesia de San Juan Bautista, de La Cavada. Natural de Hazas de Cesto. 60 años de edad en el momento de los hechos. También había sido profesor en el seminario de Corbán. Herido de bala en las mejillas. Se recuperó y falleció de muerte natural a los 84 años.

  • José Gutiérrez Coadjutor o capellán de la familia Cerro. Natural de Hazas de Cesto, 30 años de edad. Murió por un disparo en la nuca.

Ramón Zorita, el maestro homicida, es el segundo por la izquierda en la fila de arriba.

Para entender lo ocurrido hay que conocer la idiosincrasia de este municipio de Trasmiera en aquel tiempo pujante, con dos mil habitantes (ahora hay 1.700) y una industria textil que empleaba a quinientas personas. Ramón Zorita, natural de un pueblo de Cuenca de 39 años de edad, se había trasladado a Riotuerto hacía un año para ejercer la docencia en la escuela del Barrio de Arriba. Se llevó con él a su madre, a su esposa y a su hija, de dos años de edad.

La escuela ocupaba un edificio cedido por la familia de indianos Cerro. De la misma manera, en La Cavada, otra familia de indianos -los Valle-, habían creado las primeras escuelas en 1890 y muchas otras obras (apertura de caminos, el cementerio...) para el pueblo.

Pues bien. La escuela del Patronato de la familia Cerro era un edificio con dos cuerpos, uno para niños y otro para niñas, y una planta superior destinada a la vivienda del maestro. Pero allí el que vivía era el coadjutor José Gutiérrez con una hermana suya, porque él era el capellán de los Cerro. Así que el profesor, que consideraba que el derecho de residencia era suyo, reclamó desde el principio poder residir ahí con su familia, acudiendo incluso al tribunal eclesiástico. En su exigencia se topaba con la oposición frontal del cura párroco, Justo Crespo, que apoyaba sin fisuras al joven sacerdote Gutiérrez -ambos eran naturales de Hazas de Cesto-. Zorita, por su parte, contaba con el apoyo de los indianos Cerro. Éstos mediaron en el conflicto y encontraron una solución satisfactoria para ambas partes: si la vivienda corresponde al maestro y el que vive allí es un cura, entonces el cura debía pagar un alquiler al maestro (75 pesetas). Así se zanjó, en teoría, la cuestión.

Pero la enemistad entre Crespo y Zorita ya no tenía arreglo. El cura ponía a parir al maestro en sus sermones y el profesor hacía lo propio en sus clases. «El maestro en la escuela aconsejaba a los niños que fueran a la iglesia a jugar al fútbol, diciéndoles que los curas eran unos ladrones», cuenta el periódico La Atalaya en la noticia del crimen. Ante tales ataques, el párroco Crespo denunció a Zorita e intervino la Liga de Defensa de los Derechos del Clero.

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El mismo día del funeral por el eterno descanso de la nonagenaria Laureana Arronte, Zorita recibió la visita del secretario judicial, que acudió a entregarle una notificación del Juzgado de Santoña en la que se le comunicaba que estaba procesado por 'ataques a la Religión' y debía ir a prestar declaración. Se enfrentaba a una pena de prisión a cumplir en Mahón (Menorca). Y Zorita perdió la cabeza, explica Carlos Maza, un vecino de La Cavada estudioso de la historia local, autor del libro 'Riotuerto a través del tiempo', que recoge fotografías del municipio entre 1870 y 1970 y presta su conocimiento y las fotos de la época para este reportaje.

El suceso causó una profunda conmoción en la sociedad cántabra. Tal y como recoge la crónica de El Diario Montañés: «La noticia de la tragedia llegó pronto a Santander, causando una angustiosa impresión. Dos sacerdotes habían caído en el cumplimiento de su deber (...) Si el crimen siempre es condenable, en esta ocasión aparece en proporciones más horrendas por la sangre fría del que lo realiza y por la circunstancia de haber buscado la casa del Señor para cometerlo (...)».

Se celebraron varios funerales en honor del coadjutor, uno en la Catedral de Santander, al que asistieron las máximas autoridades de la provincia: el Gobernador Civil, el presidente de la Diputación, el alcalde de Santander, el obispo y «numeroso gentío», describe El Diario Montañés.

Noticia del funeral, publicada el 31 de enero.
Imagen - Noticia del funeral, publicada el 31 de enero.

Ha sido imposible encontrar testigos vivos de un crimen que sembró el pánico entre los asistentes al funeral y estremeció a toda la provincia. La última falleció el 13 de agosto a los 100 años. Era Anita Monte, que fue maestra en La Cavada, toda una personalidad en el municipio, nombrada hace unos años 'trasmerana de honor'. Ella pudo transmitir lo que vio aquel día siendo muy joven, al igual que otros mayores del lugar contaron a sus descendientes. Como la prima de la abuela del propio Carlos Maza, que estaba en el funeral. O el cura don Abelardo, durante décadas párroco en San Juan Bautista, «esta historia la oí siempre, por boca de don Abelardo, que la gente estaba en misa cuando el maestro entró y se lió a tiros, y que se había confundido de persona porque iban vestidos igual», relata Chari Pérez, actual encargada del mantenimiento de la iglesia parroquial, que muestra, acompañada de Carlos Maza, el punto exacto en el que los dos muertos por aquel crimen cayeron desplomados en la nave principal del templo.

Carlos y Chari comprueban, con una foto del suceso, el punto exacto en el que cayeron desplomados el cura y el maestro. Daniel Pedriza
Imagen secundaria 1 - Carlos y Chari comprueban, con una foto del suceso, el punto exacto en el que cayeron desplomados el cura y el maestro.
Imagen secundaria 2 - Carlos y Chari comprueban, con una foto del suceso, el punto exacto en el que cayeron desplomados el cura y el maestro.

La iglesia de San Juan Bautista se cerró a cal y canto durante varios meses después de suceder el 'crimen sacrílego'. «El crimen perpetrado en el templo, manchando de sangre las gradas del altar, constituye una horrible profanación. El lugar donde el sacrilegio se ha cometido no puede albergar a Dios mientras no se haya hecho público desagravio (...)», reflexiona la prensa local. De hecho, el mismo día las autoridades eclesiásticas dispusieron que «las Sargadas Formas fueran sacadas de la iglesia profanada». Y, para sacarlas, se formó una procesión «solemnísima» con la participación de sacerdotes llegados de toda la provincia.

Arriba: Foto de 1908, de los alumnos de la escuela del Barrio de Arriba. Debajo: procesión solemne con el traslado de las sagradas formas tras el crimen, y llegada de un periodista a la iglesia de San Juan Bautista. 'Riotuerto a través del tiempo'
Imagen principal - Arriba: Foto de 1908, de los alumnos de la escuela del Barrio de Arriba. Debajo: procesión solemne con el traslado de las sagradas formas tras el crimen, y llegada de un periodista a la iglesia de San Juan Bautista.
Imagen secundaria 1 - Arriba: Foto de 1908, de los alumnos de la escuela del Barrio de Arriba. Debajo: procesión solemne con el traslado de las sagradas formas tras el crimen, y llegada de un periodista a la iglesia de San Juan Bautista.
Imagen secundaria 2 - Arriba: Foto de 1908, de los alumnos de la escuela del Barrio de Arriba. Debajo: procesión solemne con el traslado de las sagradas formas tras el crimen, y llegada de un periodista a la iglesia de San Juan Bautista.

El maestro fue enterrado en la parte civil del cementerio de Riotuerto, sin crucifijo ni lápida, por ser un suicida. Era, pese a lo que hizo, un hombre muy querido y sus alumnos acudieron después al camposanto a depositar flores en el punto en el que había sido introducido su cuerpo, donde también clavaron una cruz.

No se sabe exactamente dónde está. En esta zona extramuros del cementerio hay hoy en día algunas cruces sin nombre, mirando hacia los solemnes panteones de la parte consagrada.

Hace unos diez años, descendientes de Ramón Zorita y su esposa viajaron a Riotuerto procedentes de Cuenca en busca del lugar en el que había sido enterrado su antepasado. Se desconoce si tuvieron éxito.

Lugar de enterramiento civil, en el cementerio de Riotuerto. Daniel Pedriza

En cuanto a las escuelas de la discordia, siguieron funcionando como centro de enseñanza para los niños del Barrio de Arriba hasta los años setenta. Después, se pasaron a otro edificio del pueblo hasta su unificación en La Cavada en 1974.

Estado actual de las escuelas del Barrio de Arriba, convertidas en vivienda a principios de los años setenta. Daniel Pedriza

En la escuela viven hoy dos trillizos

José Ignacio Cerro. Daniel Pedriza

Cuando el inmueble de dos cuerpos con vivienda superior para el maestro quedó sin uso, lo compró la familia Cerro Arronte -pese al apellido no tienen nada que ver con los indianos-, muy conocida porque tenían trillizos. De hecho, el nacimiento de los tres niños en 1954 fue todo un acontecimiento en Riotuerto. La fachada de la antigua escuela sigue siendo de color salmón. Igual que entonces. Nunca se pintó. Se nota una ausencia absoluta de mantenimiento en esta casa, con aspecto de total abandono. En ella siguen viviendo dos de los trillizos: José Ignacio y Gonzalo -el tercero reside en Burgos-. «La escuela la compró mi padre cuando trabajaba en la mina» cuenta el primero, al que todos llaman 'Chichi', asomado a una ventana del piso superior, donde antiguamente estaba la vivienda del maestro, y señala con la mano el ala de los niños, a la izquierda, y el de las niñas a la derecha.

Perros atados, maleza y escombros, es lo que se ve ahora en el recinto escolar del Barrio de Arriba. Chichi, que ahora tiene 64 años, desconoce la historia del maestro Ramón Zurita y el crimen de La Cavada, «a mi quien me dio clase aquí fue don José», explica encogiéndose de hombros.

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