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La Finca Museo Marqués de Valdecilla festejaba esta semana el aniversario del nacimiento de uno de los indianos más ilustres de Cantabria y Medio Cudeyo, tanto por su carisma emprendedor, como por su aportación a la cultura, la sanidad y la educación trasmerana y cántabra.
Ramón Pelayo de la Torriente, I Marqués de Valdecilla nació un 24 de octubre de hace 169 años. Una fecha significativa en su calendario vital ya que, según recuerdan desde el museo que evoca su eterna leyenda, se cumplen también 90 años desde la inauguración de la Casa de Salud Valdecilla, actual Hospital Universitario de Santander. Y es que el ilustre indiano cortó la cinta también, el mismo día que soplaba las velas de su 79 cumpleaños.
Ramón Pelayo de la Torriente fue, como le recuerdan sus paisanos de la Finca Museo Marqués de Valdecilla «un hábil comerciante» originario de la localidad de Valdecilla, donde años después fundaría el complejo. Nacido en 1850, con catorce años viajó a Cuba y se convierte en un importante industrial del azúcar «con interés por los avances técnicos en la industria, lo que le hace viajar a Estados Unidos».
En aquella tierra encontraría prosperidad y amor, ya que fue allí donde se casó con María Teresa Piedra Pérez-Abreu y forjó su fortuna. A finales del siglo XIX, construye su casa alrededor de una finca ganadera que ampliará con otros inmuebles en Valdecilla. Un complejo que fue adquirido y recuperado por el Ayuntamiento de Medio Cudeyo en 2003 y que hoy alberga una Casa- Museo, cuya visita es casi obligada, no solo por la historia sino también por el paseo por la magnífica finca con multitud de exóticas especies en su jardín.
El Marqués siempre echó de menos su Valdecilla natal, por ello en 1920 vende sus negocios en Cuba y regresa a vivir a esta finca hasta su muerte en 1932. Su gran obra fue el Hospital pero su faceta de benefactor se extendió a otros ambitos como el educativo, el social y las infraestructuras básicas, como las traidas de agua a Solares o Valdecilla. Fundó modernas escuelas de primeras letras, donde se procuraba estudio y alimento a los escolares, además de donar la Casa-Concejo, financiar el edificio consistorial, el juzgado y el cuartelillo. Su legado también supuso una mejora de las comunicaciones a los pueblos de Medio Cudeyo.
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