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Desde que en el verano del 2012 diera la vuelta al mundo la intervención fallida que una vecina de Borja (Zaragoza) realizó sobre el Ecce ... Homo del Santuario de Misericordia, han ido saliendo a la luz casos similares por todas partes, a cada cual más sorprendente. En Cantabria también tenemos nuestros 'Ecce Homo', seguro que recordarán el famoso angelito con cara de Heidi del retablo del altar mayor que tanto dio de que hablar y reír en 2018. Y sin ir más lejos, la pasada semana en Penagos con la Virgen y el Niño que terminaron con cara de susto tras pasar por la chapa y pintura de un vecino de edad avanzada. Todos ellos son casos que están lejos de ser anécdotas, porque los verdaderos restauradores −los que tienen título y han estudiado para conservar debidamente los elementos patrimoniales− lidian con ellos un día sí y al otro también. Lo que ocurre es que muchas de esas chapuzas −algunas subsanables y otras no− quedan en el anonimato.
En los 27 años de profesión que lleva a sus espaldas Lydia Quevedo, doctora en Bellas Artes y restauradora de la Fundación Santa María de Toraya, sólo se ha topado en Cantabria con un lugar con interés patrimonial que no haya sufrido una actuación a manos no expertas. «Me pareció rarísimo porque en todos los sitios alguien ha tocado algo», recuerda. Siempre hay una escayola añadida, una pintura de mala calidad tapando la esencia original, un lijado o incluso purpurina. Es el pan de cada día al que se enfrentan en el ejercicio de su profesión ella y los de su gremio.
En estos momentos, en la sede de la Fundación en Villaverde de Pontones, trabaja con la imagen de una santa que ha sido repintada en colores chillones y que tiene hasta la manicura hecha. ¿Y cómo era originalmente? «Pues no lo sé, porque como no la llegamos a ver...» responde y explica que «tras haber hecho catas vamos a probar a quitarlo con decapantes muy suaves». Así lo hace, con un poco de disolvente sobre la superficie pintada en morado. El algodón se tiñe de violeta, sacando a flote el pan de oro que quedó oculto por la intervención. «¡Qué bien sale, qué maravilla, esto no es lo habitual!», exclama asombrada una de las profesionales que trabajan en la Fundación con Quevedo, porque como esta última recalca «lo que ponen de policromía muchas veces no sale y daña lo de abajo».
El origen está claro en estos casos. «Las señoras se encargaban del mantenimiento de las iglesias y, con muy buena voluntad y poco acierto, pintaban todo con el cura y los feligreses apoyándolas porque habían hecho algún cursillo», relata la restauradora. Al mismo tiempo, valora que «es algo que se veía más antes que ahora ya que en la actualidad suelen ser más prudentes, lo que pasa que quedan todas esas intervenciones que se hicieron en su momento».
Y el elemento común en todas ellas es el mismo: que ninguna respeta los criterios básicos sobre los que se fundamenta la restauración en arte. No sólo porque se utilicen pinturas diametralmente opuestas a las originales −violando toda iconografía religiosa− sino que son materiales en muchos casos agresivos. «Suelen utilizar lo que tienen por casa», señalan en la fundación. Además de todo ello, los intervencionistas amateur no tienen temor a tirar de inventiva. «Cuando por ejemplo en un mural falta algo no podemos completarlo sin tener registro de cómo era el original, en ese caso son lo que denominamos lagunas, así que si un ángel no tiene cara se queda sin rostro», reivindica Quevedo, que a su vez traslada que «muchos vecinos es algo que no entienden porque lo ven incompleto, pero tampoco suelen ser plenamente conscientes del estropicio que llegan a causar las manos no expertas, ya que defienden que con esos colores que les ponen ellos las fotos de las bodas en el interior de las iglesias les quedan muy lucidas».
Intentando hacer un balance positivo, Quevedo concede que «lo ocurrido con el Ecce Homo de Borja ha puesto en valor el trabajo de mi profesión». Pero con ello no deja de hacer hincapié en que «recuperar algo sobre lo que alguien no cualificado ha metido mano es mucho más costoso y dispara el presupuesto hasta tres veces más que si no se hubiera intervenido». Y eso contando con que haya un milagro y el despropósito sea recuperable. Por ello, en la fundación no dejan de hacer una labor de concienciación y han preparado una serie de folletos bajo el lema 'Cuidar lo que amas' con una sencilla guía con claves para conservar el arte patrimonial, en el que por ejemplo se indica cómo llevar a cabo la limpieza. «El mensaje va calando», remarca la restauradora, con la esperanza de que los llamados 'Ecce Homo' pasen a ser literalmente historia.
¿PUEDO USAR VELAS? Desprenden humos en la combustión que alteran y oscurecen las policromías. Mejor ponlas en su propio soporte y alejadas de retablos e imágenes.
¿PUEDO USAR FLORES NATURALES? Su composición puede afectar a la correcta conservación de pinturas y maderas. También pueden favorecer la aparición de hongos. Siempre deben estar muy separadas de retablos e imágenes.
¿QUÉ HAY DE LAS PROCESIONES? Hay que evitar agarrar las imágenes por sus brazos, pliegues y elementos delicados. Cuando las imágenes salen a la calle, por ejemplo durante la misa en el exterior, hay que protegerlas del sol intenso y de las lluvias.
¿PUEDO LIMPIAR? Es mejor NO USAR ningún tipo de producto, ni de limpieza ni de droguería. Tampoco pasar paños húmedos sobre las superficies doradas o policromadas. Lo mejor es la limpieza en seco, usando un plumero o brocha suave para evitar rayar y desgastar las superficies.
¿PUEDO HACER ARREGLOS? Hay muchas obras que no se van a recuperar nunca por las intervenciones de gente con muy buena intención pero sin ninguna preparación. Recuerda que lo mismo que el cirujano es el único que nos puede operar, tú tampoco puedes repintar y barnizar esculturas ni retablos. El patrimonio sólo puede ser intervenido por un profesional con titulación de conservador y restaurador.
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Ana del Castillo
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