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Desde que el covid pusiera patas arriba nuestra normalidad, no sólo se han vaciado bares, discotecas, cines, teatros y centros comerciales. En los bancos de las iglesias también se ha echado en falta a los feligreses. Una falta de asistencia que ha acarreado a su vez una disminución de los donativos a las parroquias, que han debido innovar para mantener ingresos o, en casos más extremos, lanzar una llamada de socorro para conseguir financiación para obras acuciantes que debían acometerse para asegurar los templos.
Que las iglesias son una pieza capital de la historia de los pueblos está fuera de toda duda, lo que está por ver ahora mismo es si también son su futuro. Buena parte de ellas en Trasmiera requieren o han necesitado los últimos años de alguna intervención, como es el caso de la de San Román de Mirones, la de Santiago Apóstol en Orejo, la de San Juan de Arenal de Penagos o la de Santa Eulalia, también en Penagos. Y, claro, se trata de actuaciones «extremadamente costosas» porque son edificios de mucha envergadura y «sólo la instalación del andamio conlleva un gasto muy elevado», señala Hilario Obregón, párroco de Mirones, Miera, Liérganes y Pámanes, entre otras.
Obregón, al igual que el resto de sus compañeros, se dio de bruces con la pandemia con el reto de mantener esos ingresos fijos que generaba el cepillo, que en estos últimos años ha estado más vacío que nunca a falta de la celebración de misas y la disminución de visitas de los parroquianos. El cura probó suerte y lanzó una llamada de socorro poniendo a disposición de los vecinos un numero de cuenta para domiciliar esas aportaciones e incluso con la posibilidad de realizar la transferencia por el móvil vía Bizum. La respuesta fue contundente. «Ante mi sorpresa ha subido la recaudación aún con menos visitas presenciales», dice Obregón, que lo achaca a que ahora «es más fácil que quienes no pueden venir o viven lejos puedan aportar lo que esté en su mano».
Gracias a ello, junto a la colaboración del Ayuntamiento de Miera, recientemente se ha podido acometer el arreglo de parte de las goteras de la iglesia de San Román de Mirones. «Todavía la necesidad sigue siendo grande», apostilla. No obstante, el balance de esta experiencia piloto es más que positivo porque «la gente ha abierto su mente y ha entendido que apoyar en la colecta fortalece su sentido de pertenencia al pueblo». Incluso señala casos de «personas no creyentes que colaboran porque están ligados a la zona y siempre vienen a la fiestas del patrón».
Este es un vínculo que no se rompe por mucho que te alejes, ese que te arraiga al punto al que viniste al mundo. Un lazo que mantienen férreo, pese a vivir al otro lado del Atlántico desde hace décadas, Manuel Alonso Serrano, Ramiro Gómez Trueba y Juan Manuel Gómez Gómez, oriundos de Miera residentes en México y que juntos han aportado el montante para refundir la campana de Mirones, que data de 1938, y que la pasada semana regresó a su emplazamiento como nueva.
Lo de los indianos que comparten con su lugar de origen su buena fortuna cosechada, al igual que hicieron los antiguos que sentaron cátedra como el marqués de Valdecilla, no es algo del todo inusitado hoy en día. Es una historia que, sin ir más lejos, también tuvo lugar el pasado año en la iglesia de San Juan de Arenal de Penagos. Ahí los daños en la cubierta estaban causando una prominente grieta en el templo; pero ahora de esa amenaza ya no queda ni rastro, gracias a la colaboración conjunta de la Junta Vecinal, Ayuntamiento, Obispado y vecinos junto a unas aportaciones muy especiales llegadas desde Estados Unidos e, igualmente, desde México. Sólo que en esta ocasión sorprende que no se trató de nativos de Arenal, sino de sus descendientes. «Al ser la tercera generación tenía mis dudas de que quisieran colaborar, pero no pudimos obtener una respuesta más generosa y más rápida cuando les planteamos el problema», recuerda el párroco, Leonardo Acevedo.
Ahora los esfuerzos para lograr inversión en Penagos se centralizan en la rehabilitación de la iglesia de Santa Eulalia. En este templo existe un local que antaño fue sede de la Casa Consistorial, y el Ayuntamiento ya anunció su intención de recuperarlo. No obstante, ahora también hace falta sufragar la reparación de la cubierta, y para ello Acevedo adelanta que se está trabajando en formar una comisión que se encargue de buscar financiación.
Hay otros casos en la comarca. La iglesia de Pámanes también está perjudicada por goteras, al igual que la capilla de Rubalcaba, pero en este caso un oriundo residente fuera de la localidad se ha comprometido a correr con los gastos. Asimismo, los vecinos de Orejo con apoyo del Consistorio de Marina de Cudeyo los últimos años llevan capitaneando un proyecto de micromecenazgo para el arreglo de la Iglesia de Santiago Apóstol, pero se trata de un proyecto muy costoso que se abordará en varias fases.
Hay discrepancias sobre cómo, cuándo y si se volverá a la vieja normalidad en las iglesias. Para el párroco de Liérganes esto acontecerá «cuando se retire la mascarilla», momento en el que cree que retornarán los feligreses. Mientras que el de Penagos tiene más reservas, cree que lo sucedido va a ser un punto de inflexión porque «muchos parroquianos han fallecido en estos dos años y otros son más mayores», por lo que sostiene que después de esto «la Iglesia deberá valorar el camino a seguir para su continuidad».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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