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Más de 1.500 personas asistieron al funeral por las siete víctimas de Liermo. Manolo Bustamante
Liermo: asesinato en masa por una tira de tierra

Liermo: asesinato en masa por una tira de tierra

Regreso al lugar del crimen (02) ·

En 1980, Ángel Campo disparó a ocho vecinos, matando a siete de ellos, y luego se suicidó dentro de un nicho pegándose un tiro con la misma escopeta

Miércoles, 21 de noviembre 2018

El 27 de noviembre en el pueblo de Liermo (Ribamontán al Monte) se cumplirán 38 años del mayor asesinato en masa ocurrido en Cantabria ¿jamás? No hay memoria que recuerde otro crimen con más víctimas que el de Liermo. En este pequeño pueblecito metido entre montes reside habitualmente una docena de personas, como mucho. Cuando ocurrieron los hechos puede que fueran veintitantos... El vecino Ángel Campo Solana, de 64 años, disparó contra ocho, matando a siete, y luego se suicidó. No hay familia que no haya sufrido una pérdida en aquella matanza sin sentido, por la disputa sobre la propiedad de una tira de tierra. Pasan los años y el dolor permanece, pero el suicidio del asesino sació cualquier sed de venganza. El minúsculo núcleo ve pasar la vida unido. Los que optaron por poner kilómetros de por medio asentándose en otros municipios, o los que decidieron quedarse aferrados a las casas del crimen, acataron la reconciliación. El culpable fue Ángel y está enterrado en Langre. En el mismo cementerio en el que se pegó un tiro.

Portada de El Diario Montañés del 28 de noviembre de 1980, al día siguiente del asesinato en masa de Liermo.
Imagen - Portada de El Diario Montañés del 28 de noviembre de 1980, al día siguiente del asesinato en masa de Liermo.

Dicen que Ángel era un hombre «religioso, callado», «un buen cazador» que iba a su aire, pero que tenía «ciertos problemas» con buena parte de sus vecinos, por uno u otro motivo. La Junta Vecinal estaba impulsando la construcción de un pequeño parque infantil en un prado al que tenían acceso tres casas, entre ellas la de Ángel, donde habitualmente se dejaban aperos del campo. Ángel no quiso sacar de allí su carro. Decía que el prado era suyo. Un vecino le denunció porque ese carro le impedía el paso. Ángel presentaba recursos, pero le eran rechazados. La Junta, que mantenía que el terreno era comunal y que tenía una servidumbre de paso, fue un día y le quitó de allí el carro para que entraran las máquinas a explanar el terreno. Lo que pasó en ese momento por la cabeza de Ángel aún hoy nadie se lo explica. La venganza fue terrible.

La ruta de la muerte

Jueves, 27 de noviembre de 1980. Primera hora de la tarde. Llovía a mares y hacía frío. Ángel salió de su casa «con una escopeta de dos cañones, una gabardina, una chaqueta y una canana repleta de cartuchos», según la reconstrucción de los hechos publicada por El Diario Montañés. Comienza su ruta a las casas de los miembros de la Junta Vecinal. Antes de llegar a la primera, la de la familia Revuelta, se encuentra a Inocencio Palacio Presmanes (38 años), el presidente, que estaba conduciendo un carro. Sin mediar palabra le pega un tiro. Inocencio ('Cencio') cae muerto al lado de un muro. Siguiente parada: la casa de los Revuelta. A través de la ventana de la cocina, Ángel dispara a quemarropa a Amalio Revuelta Cedrún (miembro de la Junta Vecinal, 58 años) y a su hermano Manuel (66 años). Los mata en el acto. La esposa de Amalio, Encarnación Cruz Pérez (56 años), echa a correr al percatarse de lo ocurrido. Pero Ángel corta su huida descargando un disparo que le atraviesa la mano y el pecho. Ya va por su cuarta víctima.

Las siete víctimas de Ángel Campo

  • Inocencio Palacio Presmanes 38 años. Presidente de la Junta Vecinal de Liermo.

  • Amalio Revuelta Cedrún 58 años. Miembro de la Junta Vecinal.

  • Manuel Revuelta Cedrún 66 años. Hermano de Amalio.

  • Encarnación Cruz Pérez 56 años. Esposa de Amalio Revuelta.

  • Vicente López Díaz 68 años. Vocal de la Junta Vecinal (y suegro de Inocencio Palacio).

  • Juan Manuel Veci Cruz 40 años. Vecino colindante de Ángel Campo.

  • María Concepción Cruz Cedrún 78 años. Madre de Juan Manuel y de Elisa Veci Cruz. Su hija también recibió un disparo pero sobrevivió.

Seguimiento del suceso el 29 de noviembre de 1980.
Imagen - Seguimiento del suceso el 29 de noviembre de 1980.

Mientras todo esto ocurría, los animales del carro de Inocencio caminan solos hacia su cuadra. La llegada del vehículo sin su dueño extraña a los familiares. Pero antes de reaccionar, el propio Ángel también había tomado esa dirección. Buscaba a Vicente López Díaz (vocal de la Junta Vecinal, 68 años). Preguntó por él a su mujer y ella le dijo que estaba en el granero. Allí que fue y le disparó dos tiros, en la cabeza y el pecho.

Con su quinta víctima, Ángel vuelve sobre sus pasos y se dirige hacia la casa de la familia Veci -colindante con la suya-. En la cuadra se encuentra trabajando Juan Manuel Veci Cruz (40 años) con una sobrina. Le descerraja un tiro.

La niña escapa por una de las ventanas y corre hacia su casa. Cierra la puerta. De pronto se da cuenta de que se había dejado las llaves puestas por fuera. Vuelve a abrir para sacarlas y poder echar el cerrojo. Imposible. Ya estaba ahí Ángel, que da un empujón a la puerta. Los gritos de la pequeña alertan a su madre, Elisa Veci Cruz, que se dirige hacia ella. El asesino le dispara en el cuello y la mujer cae al suelo. Instintivamente decide hacerse la muerta. Ángel la agarra por los pelos para comprobar si se mueve. Cree que perdió la vida. Al tiempo, la madre de Elisa, María Concepción Cruz Cedrún (madre también de Juan Manuel, 78 años), acude al escuchar los gritos de sus nietos. Recibe otro disparo que la deja malherida en el suelo. Ángel la remata con otro tiro en la cabeza.

Tras sembrar el pueblo con siete cadáveres -él creía que eran ocho- Ángel se esfuma.

Los coches fúnebres con los restos de las víctimas, camino del cementerio. Manolo Bustamante

Elisa Veci: «Las heridas no se cierran nunca, pero lo que pasó ya está perdonado»

Elisa Veci vive con su marido en Liermo, en una casa a la entrada del pueblo en la que ha criado a sus hijos hasta que se independizaron. Recibe con extrañeza la visita de este periódico. No quiere volver a hablar ni que le hagan fotos. Hace pocos años, el equipo del programa de televisión Cuarto Milenio fue a Liermo a grabar un reportaje sobre el asesinato en masa y su presencia no gustó nada a los vecinos. Nadie quiere hablar. El silencio se impuso entonces e impera todavía ahora.

Pero Elisa es la superviviente de la matanza. Salvó su vida a pesar de haber recibido un disparo en el cuello porque Ángel Campo pensó que la había matado. Su testimonio es el más valioso para este reportaje. Finalmente, consiente en responder a una única pregunta:

-¿Están cerradas las heridas en Liermo?

-Las heridas no se cierran nunca. Es imposible; pero queremos tranquilidad y paz. Y lo que pasó ya está perdonado. Yo no culpo a la familia, lo culpo solo a él. Su mujer no es mala persona. El malo era él. Hoy nos llevamos todos bien y no hay problema. Pero aquello ocurrió.

El terror se apoderó de los supervivientes de Liermo aquella lluviosa tarde. La Guardia Civil peinó los montes en su busca, mientras los que se creían que también podrían estar en la lista de objetivos de Ángel se parapetaban en sus casas.

Tres días después, un matrimonio se encontró el cadáver de Ángel Campo metido en un nicho del cementerio de Langre.
Imagen - Tres días después, un matrimonio se encontró el cadáver de Ángel Campo metido en un nicho del cementerio de Langre.

El asesino estuvo 96 horas desaparecido. Lo encontró muerto un matrimonio dentro de un nicho en el cementerio de Langre (Ribamontán al Mar), pueblo del que él era originario; donde estaban enterrados sus padres y que dista de Liermo a unos cinco kilómetros campo a través. Al parecer, encontró un nicho vacío, se metió con los pies para dentro y la cabeza para fuera y se pegó un tiro en la barbilla con la misma escopeta con la que acababa de matar a sus vecinos. La autopsia reveló que había muerto horas después de perpetrar la matanza en su pueblo. Lo que tardó en llegar al camposanto.

Los hijos de Ángel dieron sepultura a su padre en ese cementerio al que él mismo quiso ir a morir. A la vez, en el minúsculo camposanto de Liermo las tumbas de 1980 copan buena parte del espacio.

Levantamiento de uno de los cadáveres, en presencia de la Guardia Civil y de los enviados de El Diario Montañés. Manolo Bustamante

Chemi Pelayo: «Fuimos a cubrir la noticia y pasamos la noche en Liermo»

«Recibimos una llamada en el periódico que alertaba de un asesinato en Liermo y rápidamente nos desplazamos desde Santander. Cuando llegamos ya habían encontrado dos muertos, luego tres…». En 1980, en la redacción de El Diario Montañés, el joven periodista Chemi Pelayo, que llegó a ser director adjunto del periódico hasta su jubilación hace unos meses, se ofreció a cubrir este suceso. «Decidimos seguir a la Guardia Civil. Nos quedamos todo lo que pudimos allí, pero se iba haciendo muy tarde y tuvimos que volver a la redacción a escribir cuando ya habían encontrado a la cuarta víctima. Sobre las dos de la madrugada el gobernador civil nos informa que los muertos eran siete y que el autor seguía desaparecido». Cuando cierra la edición del periódico con la noticia de los siete fallecidos, deciden volver a Liermo a pasar la noche «por si aparecía Ángel Campo. Vinieron conmigo el jefe de talleres y el teclista. Si encontrábamos al asesino formábamos el equipo justo para poder publicar la noticia por la noche. Nos quedamos metidos dentro del coche. Hacía una noche de perros. ¿Y si se nos aparece por aquí?, nos preguntábamos, pues intentamos hacerle una entrevista».

Liermo, hoy

Imagen superior: El parque infantil de la discordia finalmente se hizo. Segunda foto: La casa de Ángel Campo, actualmente en venta, es la tercera de una hilera de viviendas que linda con el parque. Vista de la iglesia de Liermo, restaurada por los vecinos. Detrás, la casa de Vicente López, donde se oficiaba la misa mientras duraron las obras de la iglesia. Daniel Pedriza
Imagen principal - Imagen superior: El parque infantil de la discordia finalmente se hizo. Segunda foto: La casa de Ángel Campo, actualmente en venta, es la tercera de una hilera de viviendas que linda con el parque. Vista de la iglesia de Liermo, restaurada por los vecinos. Detrás, la casa de Vicente López, donde se oficiaba la misa mientras duraron las obras de la iglesia.
Imagen secundaria 1 - Imagen superior: El parque infantil de la discordia finalmente se hizo. Segunda foto: La casa de Ángel Campo, actualmente en venta, es la tercera de una hilera de viviendas que linda con el parque. Vista de la iglesia de Liermo, restaurada por los vecinos. Detrás, la casa de Vicente López, donde se oficiaba la misa mientras duraron las obras de la iglesia.
Imagen secundaria 2 - Imagen superior: El parque infantil de la discordia finalmente se hizo. Segunda foto: La casa de Ángel Campo, actualmente en venta, es la tercera de una hilera de viviendas que linda con el parque. Vista de la iglesia de Liermo, restaurada por los vecinos. Detrás, la casa de Vicente López, donde se oficiaba la misa mientras duraron las obras de la iglesia.

Casi cuarenta años después, las casas de las familias golpeadas por el crimen siguen en pie. Hay varias viviendas restauradas y sus dueños las tienen como segunda residencia. El pueblo tiene una posada con encanto, una bonita iglesia arreglada por los propios habitantes y es, como entonces, muy silencioso y tranquilo. Solo se escucha a las gallinas, los campanos de las vacas y los ladridos de los perros -cada casa tiene varios- cuando un desconocido se acerca.

El famoso prado, el detonante de la tragedia, tiene una hilera de seis bancos, en un extremo un centro cultural y en el otro, tres columpios. Se hizo el parque infantil que trastornó a Ángel Campo. Su casa, delante de esta tira de tierra, la compró el actual presidente de la Junta Vecinal de Liermo, Carlos Gutiérrez. «Tenía las vigas de la cuadra cortadas, marcas de hachazos, la habían intentado quemar…», cuenta. Es una buena construcción de piedra, totalmente restaurada. Hoy vuelve a estar en venta.

La familia Campo se trasladó a Solares, pero los hijos siguen yendo al pueblo y su presencia no altera la tranquilidad de la aldea. «Hay buena relación entre todos», mantienen los que han querido hablar con este periódico con la condición de no desvelar su identidad, por no abrir viejas heridas y por el bien de la armonía que, aseguran, reina por allí.

«Antes de ocurrir aquello, los pocos vecinos de Liermo casi que comían en la misma mesa. No se explica por qué pudo hacer semejante cosa», relata a este periódico un hombre que lo conocía bien y que mantiene amistad con los descendientes de unos y otros. Por aquellos años, la iglesia estaba en obras, así que las misas se oficiaban en la casa de Vicente, que era el suegro de Inocencio (el presidente del pueblo), y allí entraban todos con normalidad. También la familia Campo. «No se entiende cómo pudo hacerlo, es imposible explicarlo», mantienen los testigos. ¿Y por qué nadie quiere dar la cara para contar esto? «Por no revolver las ascuas cuando las castañas ya están asadas».

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