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Durante los largos días de confinamiento, en Sonia Rodríguez germinó la idea de construir ella misma una estantería; así que en cuanto tuvo oportunidad acudió a un taller del polígono de Raos para ponerse manos a la obra. Ahí sólo encontró hombres, lo que de algún modo reafirmó sus propios «prejuicios», como ella misma relata, de que aquello era cosa del sexo opuesto. Sin embargo, la faena se le dio bien, tanto que «en sólo una mañana» consiguió crear el mueble que había imaginado. Con ello no sólo llenó un hueco que tenía en su cocina, también uno que no sabía que había dentro de ella misma, por lo que se animó a emprender su formación en el gremio en el Ciclo Formativo de Madera, Corcho y Mueble del IES Ricardo Bernardo de Medio Cudeyo, donde ahí sí se topó con mujeres, y no pocas, que le demostraron que estaba donde debía estar, que el taller era un espacio tan suyo como de los varones.
El de Sonia, que es madre de una niña y estudió diseño gráfico, es sólo uno de los plurales testimonios que hay en las aulas del ciclo de madera del instituto situado en Medio Cudeyo. Junto al de ella está el de otras nueve alumnas que están matriculadas en alguno de sus tres grados formativos. Un total de diez mujeres, lo que supone menos de una quinta parte del computo total de estudiantes (55), pero un dato muy prometedor en comparación a la panorámica que se encontraba en el taller no muchos años atrás. «Nunca habíamos tenido tantas, está siendo un crecimiento muy paulatino que se va notando desde hace un tiempo», valora Javier Botanz, uno de los profesores de carpintería del Ricardo Bernardo.
Cada una de ellas es única, y su historia también lo es. Algunas son madres, otras ya tiene una profesión y buscan ampliar horizontes y otras más jóvenes están emprendiendo una formación ahora. Lo que les une es la madera y que están abriendo ese camino de igualdad que tanto reivindica el 8 de marzo, un objetivo por el que ellas están haciendo mucho en su día a día asistiendo al ciclo formativo sin tal vez ser conscientes de ello. Son mujeres en un mundo que todavía el imaginario colectivo mantiene ligado a los hombres.
Una barrera que en algún momento le hizo pensarse dos veces a alguna de las alumnas lo de coger el serrucho. Entre ellas, Sonia, que reconoce que ella misma ligaba esta actividad a los varones pero una vez en clase «me he quitado todos esos prejuicios», por lo que ahora se arrepiente de esas limitaciones autoimpuestas del inicio y «de no haberse apuntado a más clases».
Junto a ella está Ishtar Molloy, de 27 años, que a pesar de su juventud ha desarrollado ya varias profesiones y todas ellas siempre «tradicionalmente consideradas masculinas». La carpintería se suma ahora a ese listado y confiesa que ya ha tenido que escuchar que «por ser chica va a tardar más en encontrar un trabajo». Pero esas son apreciaciones que tal y como le entran por un oído, le salen por el otro. «Cuando trabajé en un parque multiaventura tuve que demostrar delante de cinco hombres que podía rescatar a uno de ellos de un árbol, y me tuvieron que dar la razón», recuerda.
Porque más importantes que los techos de cristal y las barreras que construye el resto, son las que se pone uno mismo. Así lo ve Paula Pellón, que señala que «tu propia actitud elude cualquier comentario o límite que te puedan hacer». Es algo que ellas misma pone en práctica, puesto que aunque es profesora de Plástica en el Instituto de Astillero, a sus 42 años no se cierra puertas y ahora está cursando la Formación Profesional de Madera por si antes o después se anima a poner patas arriba su vida.
Las diez alumnas que cursan ahora alguno de los niveles del Ciclo de Madera no son las únicas que hay en los talleres del IES Ricardo Bernardo. Al frente de las clases hay tres profesoras en un departamento formado por un total de diez docentes. Una de ellas es Silvia Pérez, que se encarga de explicar para todos aquellos que a estas alturas puedan poner un 'pero' que ellas pueden desempeñar un trabajo en los talleres tan bueno o más que el de los hombres. La profesora incide en que ellas suelen ser alumnas muy destacadas. «Al terminar su formación se las disputan las empresas», asegura, y de hecho hay una estudiante, Ana Zamora, que está cosechando muy buenos resultados en campeonatos de FP.
Poco a poco son más las que se animan a formarse como carpinteras en el instituto de Medio Cudeyo, algo que no se traslada a la FP de Electricidad del centro, que tal y como cuenta desde el departamento la profesora Patricia Corral: de los 35 estudiantes sólo una es mujer. Pero todo es abrir camino. Como lo hizo María José Ajo, la primera alumna que se matriculó en el Ciclo de Madera del Ricardo Bernardo en el año 1985 y que ahora es profesora de esta materia en el IES La Albericia. Aunque Ajo señala que queda mucho por hacer, valora que se ha evolucionado bastante. «Cuando empecé llegaba a las obras y se creaba un silencio sepulcral», recuerda. Pero a ella, a Sonia, Ishtar a Paula y al resto de sus compañeras nada les ha detenido; como dijo George Eliot: «Nunca es tarde para ser la persona que podrías haber sido», o en este caso, la carpintera que puedes ser.
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Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
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