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«Estamos con el almacén desabastecido. Igual que a los supermercados les falta leche a nosotros no nos queda cemento», decía esta semana ante la huelga de transportistas Elías Diego, uno de los promotores del proyecto para reconvertir las ruinas del palacio de los Acevedo ... −en Hoznayo− en un resplandeciente hotel. Pese a ese contratiempo, él y su hermano Miguel se muestran optimistas con el devenir de las obras en el complejo histórico y esperan cumplir con la fecha de apertura fijada para el próximo 9 de julio. «Aunque según la hoja de ruta no estaremos a pleno rendimiento hasta octubre», apostillan. Hasta entonces, todavía resta mucho por hacer. Quedan suelos, algunas ventanas, puertas y amueblar, y eso sólo supondrá el culmen de la primera fase.
Tras algo más de un año de labores, poco o nada tiene que ver la imagen actual del inmueble más icónico de Hoznayo con esa ruinosa estampa del pasado a la que se vio abocada el edificio en los últimos años de abandono. La antigua piedra ennegrecida y enmohecida está ahora resplandeciente, la cubierta se ha rehecho por completo y en los huecos que antes se tapaban con tablones de madera apolillados ahora lucen ventanas. La transformación en el interior también salta a la vista.
Nada más acceder por la entrada principal, en lo que dentro de pocos meses albergará un gastrobar, los arcos de medio punto y la escalinata ya están prácticamente recuperados. «Toda aquella piedra que estaba en buenas condiciones de mantenerse se ha rehabilitado y sigue estando donde estaba;mientras que las partes que hallaban insalvables se han recreado respetando cómo eran originalmente», detalla el mayor de los Diego, Elías.
En esa misma zona se intuye ya la enoteca y lo que será una cocina de grandes dimensiones que dará servicio tanto al bar como a los banquetes. Esos festines tendrán lugar en la capilla-panteón de los Acevedo, con capacidad para cien comensales, uno de los espacios con más valor del conjunto histórico artístico de Hoznayo y que a estas alturas es lo que más recuperado está. Falta terminar parte del suelo, pero ya se han remozado las paredes y reparado el artesonado de la bóveda. «No sólo habrá convites, también queremos que albergue exposiciones culturales e incluso conciertos», adelantan los promotores sobre el proyecto que tienen en mente.
El ayer, el hoy y el mañana van a caminar muy de la mano en la etapa que tiene por delante el palacio de los Acevedo, cuya recuperación abraza sus cuatro siglos de historia −data del XVII− sin dejar de lado las nuevas tecnologías. Manteniéndose fieles a esa idea, en la pared frontal del altar de la capilla −que carece de retablo− se preparará un sistema para proyecciones para los eventos. También se va a domotizar todas las instalaciones para que se puedan controlar aspectos como la climatización y la iluminación a distancia. Mientras que a las quince habitaciones los huéspedes entrarán sin necesidad de llaves ni tarjetas, el acceso será a través de sus dispositivos móviles.
También se ha incluido un ascensor y está previsto colocar placas solares. Ese contraste entre pasado y futuro lo reflejará igualmente el mobiliario, que va a ser de estilo moderno, pero que en su mayor parte está siendo fabricado a partir de la propia madera original del edificio que se encontraba en mal estado. «Hay que reaprovecharlo todo en un proyecto como este», remarca Elías, que a su vez hace hincapié en que desde el minuto cero se ha abordado las obras de una manera respetuosa con el medioambiente, con «materiales verdes» y «priorizando productos cercanos para reducir la huella de carbono».
Aunque las obras siempre están sujetas a muchos avatares, los hermanos tienen claro que, suceda lo que suceda, «tenemos que abrir este verano». No obstante, prácticamente de manera continuada se emprenderá la segunda fase del proyecto, que se focalizará en los exteriores del inmueble y que, entre otros aspectos, de una forma muy integrada con el entorno y con el propio edificio, tiene previsto construir un nuevo salón comedor más amplio, de entorno a 400 comensales. Todo para garantizar la supervivencia de un lugar de historia.
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