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«El bote muere en casa», es lo que sentenció la madre de Pilar Castanedo antes de que le prendieran fuego hace años. «No quería verlo por ahí flotando a manos de cualquiera», justifica la hija. Como ellos, otros tantos en Pedreña hicieron lo mismo ... con sus embarcaciones, reducirlas a ceniza como a uno de los suyos cuando llegó el inevitable momento. Algunos, los menos, en cambio entendieron que debían conservar las embarcaciones que durante tanto tiempo fueron su sustento. Diferentes rituales, igual de válidos, de mostrar respeto a ese legado marinero. Es el caso de Luis Manuel Carriles, que cuando en 2005 su tío abuelo le legó La Concha, su vieja barquía que echó a navegar en 1943, se esmeró por luchar contra tiempo y mareas por conservarla. No exento de tormentas, ha conseguido mantenerla hasta la fecha en tan buen estado que ha servido para que el colectivo local Avante, con apoyo del Ayuntamiento de Marina de Cudeyo, haya fabricado una reproducción fiel que servirá para que siga a flote el pasado del municipio.
Luis Manuel no recuerda con especial solemnidad el momento en que su pariente le dejó en herencia –un año antes de que muriera en 2006– los documentos de su barquía. Fue más bien un mero trámite. Y eso que su tío abuelo, Luis Bedia, afamado remero, adquirió con ilusión la embarcación que le acompañaría el resto de su travesía. Tal vez esa desidia en el traspaso estuvo relacionada con que el anciano lobo de mar nunca terminó de perdonar a la embarcación, que estuvo ligada a un trágico suceso que aún hoy a Luis Manuel le cuesta rememorar, demostrando que persiste una grieta por la que puede filtrarse el agua.
Tanto fue el rencor que el dueño original pasó a profesar por su vieja compañera, que la sacó de la bahía como castigo −bien saben en Pedreña que no hay nada que deteriore más a un barco que estar fuera de su medio−. Incluso estuvo tentado de quemarla, pero no a modo de respetuoso funeral como hizo la familia de Pilar, sino en un intento de expiar su culpa. Sin embargo, La Concha, pese a estar en tierra y sentenciada, parecía empeñada en resistir para contar su historia. Y encontró un buen aliado en Luis Manuel, que junto a su hermano Miguel Ángel consiguieron arrancarle a Luis, al que querían como a un abuelo, un indulto para La Concha, que pudo ser reparada y devuelta al mar.
Si Egipto no puede narrar su historia sin sus pirámides, Belfast sin sus astilleros y La Rioja sin sus viñedos, el relato en Pedreña sin las barquías queda inconexo. Y eso es lo que cuenta La Concha, que es testigo de largas jornadas en las que las mariscadoras aprovechaban las mareas para alcanzar los altos de pesca, donde recolectaban las almejas, muergos y berberechos con los que Pedreña se granjeó su buena fama. Mujeres que, con su sudor, han ido alimentando a lo largo del tiempo la reputación de su pueblo. Entre ellas Pilar Castanedo, que tan sólo con 14 años se remangó como tantas otras para iniciar un vínculo con el mar que todavía hoy, pese a estar ya jubilada, mantiene inquebrantable. «Aquí todas las mujeres de 50 para arriba sabemos remar, nadar probablemente habrá pocas, pero con el remo todas nos defendemos», apostilla. Y eso que ella fue una afortunada, aunque pronto tuvo que echar una mano mariscando pudo seguir yendo a la escuela. No fue igual para su hermana mayor, que poco pudo sentarse en el pupitre. «Ella sí que tuvo que cargar con todo esto desde bien pronto», explica Pilar, que aún recuerda cuando, allá por la década de los 70, las viejas embarcaciones fueron sustituidas poco a poco por otras con motor. «Se acabó el remar, y para mi hermana eso fue como si le tocara lo lotería», narra Pilar.
Ese es el pasaje que desde el Colectivo Avante no quieren que caiga en el olvido, por lo que pidieron a Luis Manuel hacer un molde de La Concha. Él accedió, pese a que para ello tuvo que sufragar de su bolsillo una reparación. «Lo hizo porque tiene un compromiso con este legado, de otra manera no tendría conservada tan bien una barquía tan antigua», valora José María Gómez Bedia, uno de los integrantes de Avante, colectivo local que ha capitaneado este proyecto y que, con apoyo del Ayuntamiento de Marina de Cudeyo, ha sufragado la fabricación de la réplica en poliéster y fibra de vidrio y que se ha bautizado como La Concha II. Podría ser la primera de una serie creadas a partir del mismo molde puesto que la intención es organizar una regata popular de barquías, como las que se celebraban en los años 60 del siglo pasado por las fiestas del pueblo. Eso a largo plazo. Por el momento ya se ha asegurado la memoria de La Concha, que es ley de vida que antes o después desaparezca, pero podrá seguir contando su historia y la de Pedreña cada vez que su gemela eche a navegar por ella.
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