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La roca que se esconde tras las dunas comenzó a aparecer tras el temporal de 2014. Daniel Pedriza
Una playa enferma entre Somo y Loredo

Una playa enferma entre Somo y Loredo

El mar redibuja el litoral desde la isla de Santa Marina hasta El Puntal. Es la consecuencia de dos siglos de intervenciones humanas en la bahía de Santander. Los expertos dicen ahora que el paisaje conocido está a punto de desaparecer

José Carlos Rojo

Santander

Domingo, 26 de mayo 2024, 07:35

El Origen del problema

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    Es un asunto que viene de muy lejos. Las intervenciones humanas en la bahía de Santander comenzaron en el siglo XIX. El paisaje comenzó a modificarse con los rellenos masivos para tapar las marismas, espacios que entonces se consideraban 'insalubres' y focos de infecciones y enfermedades. Páramos acuáticos naturales en El Astillero, en Nueva Montaña y Pedreña, entre otros entornos, desaparecieron para crear suelos industriales o agropecuarios. Llegó a cerrarse hasta el 50%de la bahía que estaba cartografiada en el 1700 y eso ha tenido sus consecuencias. «No podemos juzgar a nuestros abuelos porque ellos no conocían el increíble valor medioambiental que tienen estos espacios naturales, pero lo que hicieron modificó sustancialmente las dinámicas mareales en el estuario», argumenta Raúl Medina, director del Instituto de Hidráulica de Cantabria (IH), que viene estudiando esta dinámica en el estuario desde que finalizó la titulación de Ingeniería de Caminos en la Universidad de Cantabria (UC).

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    Como consecuencia de esta modificación del ecosistema, el volumen de agua que entra y sale de la bahía durante el ciclo mareal se redujo a la mitad y con ello también acortó el calado de la canal, que por otro lado es fundamental para el buen funcionamiento de El Puerto. En origen las cartas náuticas hablan de 16 metros de profundidad de la canal, una sección que era adecuada para el tránsito de esa cantidad de agua. Ahora se trabaja anualmente para mantener al menos los 13 que son necesarios para que entren los grandes buques. «Si hay menos caudal que entra y sale de la bahía, el espacio necesario en esa vía de acceso es menor también y por eso es necesario dragar» argumenta Medina. «El más damnificado por este fenómeno que estamos viendo es el Puerto», acredita el experto.

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    El sistema actual de dragado, que se viene realizando desde 1990, consiste en extraer arena de la canal para devolverla a la zona litoral comprendida entre Loredo y Somo. «Lo que se hace es revertir los efectos del transporte de sedimentos que se está produciendo anualmente por la dinámica natural de las mareas», asegura el experto. El mar arrastra toneladas de material desde esas playas hacia Punta Rabiosa (el extremo de El Puntal) y a la canal. «Por eso lo que se hace es recoger esa arena y devolverla a su enclave original, de manera que lo que se está procurando es la sostenibilidad del sistema y que no se pierda por el camino ni un grano de arena», matiza Medina. En el pasado no se hizo así. Hubo años en que la arena resultante de estas extracciones para liberar el espacio de acceso al Puerto se depositó en otros enclaves, como en El Sardinero, o incluso en el suelo marino más allá de Cabo Mayor, de manera que toda esa arena salía del ecosistema de la bahía.

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    La pérdida de vegetación en las zonas dunares y el tránsito de personas también ha hecho daño durante décadas al sistema comprendido entre Somo y Loredo. Muchos de los accesos desde las poblaciones superiores:Loredo, Latas, etc, se realizaban a través de caminos dibujados en la duna, lo que al cabo de los años —con mayor incidencia en los meses de verano–, terminaba por desprender mucha arena consolidada. Esta acción, aunque de menor impacto, también ha contribuido al problema de erosión.

Las dunas prácticamente tapaban la roca de la curva que divide las playas de Somo y Loredo. DM

Consecuencias inminentes

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    Dicen los expertos del Instituto de Hidráulica que el paisaje conocido está a punto de desaparecer. No se atreven a fijar una fecha;pero en alguna ocasión ya han hablado de plazos aproximados:«En cuestión de unos veinte años podríamos ver consecuencias mucho más severas», aseguran. Buena parte del daño ya está hecho. Basta hacer la comparativa con las imágenes tomadas hace tan sólo tres décadas. En las fotografías que acompañan este reportaje se contempla el paisaje y el espacio que ocupaban las dunas, por ejemplo, en 1988, cuando la arena apenas dejaba a la vista la roca que ya se ha convertido en un icono del mundo surfero en la conocida 'curva de Loredo'. Las dunas han retrocedido decenas de metros. Tanto que en algunos puntos sólo queda ya la roca que asoma en el acantilado.

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    Ese descubrimiento se hizo en 2014, cuando uno de los temporales más fuertes que se recuerdan en Cantabria mordió la duna hasta descarnarla. Aquel año el agua penetró en Somo hasta la zona del supermercado Lupa, casi a la entrada del pueblo. Las construcciones más cercanas a la playa sufrieron destrozos importantes y el debate volvió a poner el foco en la necesidad de tomar medidas para solucionar estos problemas; aunque los expertos siempre han coincidido en que no se le pueden poner puertas al mar, y que la mejor manera de luchar contra los elementos es construir de manera más responsable, en espacios alejados de lugares potencialmente inundables. Los expertos advierten:«No es la última vez que vamos a ver estos temporales –menos aún con el cambio climático– y si la playa se hace más pequeña el mar encontrará cada vez menos barreras para acceder a estas zonas pobladas en Somo y Loredo».

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    Si no se actúa, las postales que tomen los turistas en las próximas décadas mostrarán un paisaje muy diferente. «Por lo pronto tanto la playa de Somo como la de Loredo retrocederán aún más, hasta el punto en que se creará una divisoria entre ellas y dejarán de ser continuas», advierte Raúl Medina. Toda esa arena se transportará hacia Punta Rabiosa, y contribuirá a que El Puntal continúe creciendo hacia el interior de la bahía. «Si no interviniésemos con los dragados, que están sirviendo para frenar esta dinámica, la bahía terminaría prácticamente uniendo Punta Rabiosa con la zona de las rocas de La Magdalena con un pequeño espacio por el que continuaría entrando y saliendo el agua del estuario», razona el responsable del Instituto de Hidráulica. Naturalmente, esto comprometería totalmente el tráfico portuario porque no habrá suficiente profundidad en la canal.

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    La fuerza del mar también terminará por morder El Puntal para crear una vía de agua con la que conectará con la Ría de Cubas, de manera que Punta Rabiosa se convertirá en una isla.

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    Los mariscadores y los barcos de recreo tampoco lo tendrían nada bien para continuar con la actividad que vienen realizando desde hace décadas y el daño económico y para el turismo será incalculable.

La ubicación de la roca de la curva de Loredo, al fondo, sirve de referencia para contemplar el retroceso que han experimentado las dunas. DM
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