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Cantabria tiene este verano una playa menos, al menos en términos prácticos. La pequeña de Langre perdió sus escaleras de bajada en diciembre del pasado año a causa de un desprendimiento en el acantilado que trajo consigo la borrasca de nombre Ernest. Dichos daños, ... que tal y como señaló el Ayuntamiento de Ribamontán al Mar desde un primer momento, corren a cargo de la Demarcación de Costas en Cantabria y todavía no han sido subsanados. No obstante, el alcalde, Francisco Asón, confirma a este periódico que se «está trabajando en un proyecto para su retirada» con vistas a que a continuación se acometa el arreglo. Mientras, algunos no saben esperar a que se restablezca el acceso y se arriesgan a bajar al arenal pese al peligro que representa, haciendo caso omiso a los avisos que disuaden de ello.
Uno, dos y tres tramos de escalera son los que quedaron en su sitio cuando en diciembre Ernest azotó la costa. A partir de ahí, un abismo de varios metros y más de la mitad de la escalera completamente destruida, desprendida del acantilado que antes le daba soporte. Con ello, la playa pequeña se quedó privada de su único acceso, un perjuicio que el regidor de Ribamontán al Mar puso en conocimiento del jefe de la Demarcación de Costas, José Antonio Osorio, hace meses, en el mismo momento en el que se registró el accidente.
Ahora, según traslada el propio Asón, «Costas está trabajando en un proyecto» para acometer la retirada de la maltrecha escalera, algo de lo que presumiblemente se harán cargo. «Después será cuándo analizarán cómo habilitar una nueva bajada», dice el regidor, que al mismo tiempo incide en que «no hay fechas», ni para la primera parte ni para la segunda de esta «aparatosa» actuación. De hecho, en un primer momento desde el Consistorio se estuvo valorando el ejecutar algún tipo de solución segura y temporal de cara al verano para no mantener cerrada la playa. «Hemos dado mil vueltas para ello, pero no había manera al tratarse de un deterioro muy grande», explica la teniente de alcalde de Ribamontán al Mar y presidenta de la Junta Vecinal de Langre, Araceli Colina.
Con todo, es una imagen cuanto menos insólita la que encuentran este año los veraneantes que se acercan a Langre, y pese a la peligrosa yincana de saltos que propone la escalera ahora, hay quienes se ponen en peligro para sortearla. Todo pese a que, además, se topan con una verja alta que corta el paso con un cartel que dice 'acceso cortado por riesgo de desprendimientos'. Los díscolos que desoyen los avisos no son muchos, pero sí los hay. «Vemos gente que se está arriesgando, pero nosotros no podemos hacer más, no vamos a poner un guardia civil custodiando la entrada», dice el regidor.
Además, la playa que tiene el paso cortado es la pequeña, no ocurre así con su hermana mayor, un arenal vecino de muchos más metros al que se sigue pudiendo descender por sus propias escaleras sin ningún tipo de dificultad. De hecho, la mayor, que se encuentra también franqueada por acantilados, es la más icónica de las dos y todos los veranos atrae a numerosos bañistas y surfistas experimentados. Mientras que la de menores dimensiones no tiene tantas olas, por lo que es más bien de estancia y para aficionados a la pesca. «No sabemos cómo la gente consigue descender, pero que bajar, bajan», dice Colina, que al mismo tiempo pide precaución a los vecinos y visitantes, que respeten los avisos y opten por ir a la playa grande.
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