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No, no le falla la memoria. El conjunto de piedras que ha emergido en Somo cerca del icónico pecio del Elin Christine no lo había visto usted ningún verano antes. Igual que hasta este año no se había producido el persistente encharcamiento de aguas en ... una poza de Galizano que, por mucho que el Ayuntamiento de Ribamontán al Mar se empeñe en eliminar, vuelve a aparecer unas mareas después. También la playa de Langre ha estado estos meses con más piedras que de costumbre, mientras que en otros puntos se forman calas. En resumen. Falta arena donde siempre hubo y aparece donde nunca estuvo. Quien avisa no es traidor. Y los arenales llevan tiempo lanzando un mensaje alto y claro sobre la degradación que soportan, y a la que también viene dando voz el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria (IH), que en repetidas ocasiones ha alertado de que en cuestión de no muchos años las playas −sobre todo la de Somo y Loredo− tendrán poco que ver con las que conocemos. Pero, claro, por más prevenidos que estuviéramos comprobar que esa transformación se materializa cada vez más aquí y ahora no deja de generar una sensación de vértigo.
Es una imagen que se ha repetido muchos días este verano en Somo. Los niños van y vienen, provistos de redes y cubos, saltando de piedra en piedra y sorteando las olas. Parece divertido. Pero no lo es. Sin saberlo, los pequeños han convertido en su particular recreo una de las evidencias que nos va dejando el arenal de que la degradación de la costa se va haciendo más supina. «Es que ha habido unas mareas más bajas de lo habitual estos meses», dicen por el pueblo cuando preguntas si habían visto antes esas especie de isletas con piedras en las proximidades de los restos del naufragio. Pero la realidad es que se trata de algo más. O al menos así es tal y como vienen defendiendo desde el IH.
Sin ir más lejos, el pasado abril su director, Raúl Medina, lanzaba nuevamente un mensaje sin ambages: «En menos de quince años no existirán las playas de Somo y Loredo como las conocemos, habrán empequeñecido». Es consecuencia, enfatiza el experto, «del relleno histórico de la bahía, que ha cambiado las corrientes mareales». Y resume: «El ecosistema sufre unas intervenciones humanas y se regula de nuevo». Pero esas regulaciones tal y como apunta la dinámica que lleva ahora es que Somo y Loredo empequeñezcan en favor de El Puntal, que previsiblemente irá creciendo descontroladamente hasta cerrar la entrada del puerto».
La naturaleza está viva y en continuo cambio. Y eso es así esté o no el ser humano. En concreto la bahía de Santander en cada una de sus respiraciones, es decir en cada ciclo mareal, mueve en torno a 90 millones de metros cúbicos de agua. «Esto no es el Mediterráneo, es el Cantábrico y de siempre ha habido muchas modificaciones en las playas», dice la teniente de alcalde de Ribamontán al Mar, Araceli Colina. No obstante, la edil reconoce que en las playas del municipio este verano se han «apreciado más cambios que en ningún otro».
En concreto, el principal quebradero de cabeza ha tenido lugar en Galizano. Ahí de siempre se forma una especie de piscina natural en la que los niños suelen jugar. La diferencia esta vez es que a comienzos de julio se observó que la arena estaba impidiendo la correcta escorrentía de la charca, haciendo que el agua se estancara con muy mal aspecto. El Consistorio, pese a no formar parte estrictamente de sus competencias, solicitó permiso a Costas para intervenir y, tras el visto bueno, una empresa local con maquinaria redistribuyó la arena. Parecía que todo estaba solucionado. Pero el mar es terco y la charca volvió a embozarse una segunda vez. Y una tercera. Así que en total tres actuaciones se han llevado a cabo, la última hace unos días.
«Ocurre por una duna que se ha formado, para corregirlo habría que hacer una actuación mayor pero nosotros no tenemos capacidad para acometerlo», dicen desde el Ayuntamiento, que también traslada que la playa de Langre estos meses parecía «un pedregal» por la falta de arena. Tal vez esa misma arena que se ha esfumado es la que ha aparecido en la cala de Arnillas, que hasta la fecha era rocosa y que ahora, curiosamente, se ha cubierto de arena. Quién sabe qué mas sorpresas nos depara a la costa.
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