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El principio del río Miera
Rincones de Trasmiera ·
Aunque en sus inicios es apenas un regato, el Miera pronto deja atrás la Cabaña del Rey y en su discurrir junto a la carretera de Lunada llega a zonas más llanas donde el agua se amansaSecciones
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Rincones de Trasmiera ·
Aunque en sus inicios es apenas un regato, el Miera pronto deja atrás la Cabaña del Rey y en su discurrir junto a la carretera de Lunada llega a zonas más llanas donde el agua se amansaAl igual que San Juan en su evangelio, empecemos por el principio. Oficialmente el Miera nace en los Villares, un barranco entre el Pico la Miel y Torcaverosa, aproximadamente a unos 1.300 metros de altitud, en las proximidades del Portillo de Lunada. Ve la luz en un terreno descarnado cuya masa forestal fue arrasada entre los siglos XVI y XIX para la construcción de navíos de guerra y la fabricación de artillería.
En sus inicios es apenas un regato intermitente que se despeña con prisa por alcanzar zonas más llanas donde el agua se amansa y fluye con más calma, dejando atrás esa cabaña que todos llaman del Rey. Construcción de estilo neoclásico con un escudo de Carlos III en una de sus fachadas que, a pesar de sus modestos orígenes como almacén, debe su fama a la leyenda popular de haber servido de refugio a dicho rey en sus cacerías.
A partir de este punto, el río –aún niño– discurre paralelo a su joven vecina, la carretera de Lunada. Esa cicatriz de asfalto, disfrute de ciclistas y motoristas, que mantiene viva la relación entre el Valle del Miera y Espinosa de los Monteros. Esa carretera que se cubre de nieve en diciembre con los primeros copos y permanece cerrada durante meses, desconozco si por imposibilidad técnica o por pura desidia de los que no ven en esta zona un vivero de votos.
Este lugar de paso de comerciantes y contrabandistas fue primero un sencillo camino apto tan sólo para humanos y caballerías que requería de varias jornadas para su realización y desde la que llegaban al valle los productos que no se producían en él.
En su discurrir por el antiguo valle glaciar, entre bloques y conglomerados el río, queda empequeñecido por la majestuosidad de las cumbres del Pizarras o el Venti, cuyos sedimentos quedaron atrapados por las paredes de las morrenas laterales formando las bucólicas y solitarias brañas de Huyoceda y Brenaescobal. Entre cabaña y cabaña, como si de un vecino más se tratase, continúa relajado su descenso hasta el Toral.
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