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El garaje de José Gómez Mata (Madrid, 1941) está repleto de maderas almacenadas a la espera de convertirse algún día en un rabel. No sólo eso, el instrumento está tan impregnado en este vecino de Villaescusa que en el maletero de su coche siempre lleva ... una maleta de deporte a rebosar de rabeles hechos por él mismo. Cada uno de ellos es distinto; los hay de abedul o de haya, pero también los crea a partir de cajas de metal de bombones o latas de espárragos. Todos los ha llevado a cuestas a lo largo de su vida de feria en feria por toda la región, compaginando su pasión con su trabajo en el campo, la construcción y realizando cables telefónicos en Standard Eléctrica.
-(Suspira). Llevo con ello desde prácticamente toda la vida, porque empecé a los veintitantos. Me llamó la atención debido a que siempre ha estado muy presente en los pueblos, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de un instrumento pastoril.
-He perdido la cuenta... Llevo un año y medio sin hacer porque tengo la mano fastidiada, pero he hecho unos cuantos (guiña un ojo).
-Sí, porque me corté un dedo con una máquina cuando cortaba madera hace algo más de un año. Así que con la música encuentras de todo, hasta disgustos. De todas formas la vida cambia, te haces mayor y las prioridades son distintas. Ahora, eso sí, yo todos los días bajo al garaje y toco un rato.
-No, para nada. De hecho en el coche siempre llevo unos cuantos instrumentos porque un día paras en un sitio, y se llena el bar gracias a que tocas. Se acerca todo el mundo a escuchar. Además, en el almacén tengo unas cuantas piezas preparadas para algún día terminarlas de hacer.
-Lo mejor es el abedul o el haya porque no tienen veta, pero yo he hecho rabeles de calabazas, latas de 'Nestlé' o de espárragos del 'Gigante verde'. Todos ellos suenan estupendamente y si encima los haces macizos, en la cabeza retumban que da gusto (risas). Eso sí, las cuerdas del arco siempre las he hecho de cola de caballo, concretamente la del poni es la mejor. Lo que pasa que ahora vas a un matadero y ya no te las dan, así que los últimos que he creado son a partir de un nailon especial, aunque se nota mucho la diferencia.
-Pues mira, por ejemplo hueso o cuerno de toro e incluso he utilizado cuerdas de las que se utilizan para hacer las cubiertas de los coches. Obviamente, también muchas variedades de madera.
-Sí, he ido a un montón de mercados medievales. Entre otros lugares, he participado en Cabezón de la Sal, Torrelavega, Reinosa, Guriezo... Ahora ya casi no voy, porque no te llaman o incluso llegas ahí y tienes que pagar. Ya no se hacen las cosas como antiguamente, hay más trabas.
-Sí, porque te pones a tocar la música y la gente se acerca. Además hay que cantar con él, que es lo bonito. También es importante señalar que cada pueblo tiene su cantar y su forma de coger el rabel. Yo lo toco al estilo campurriano, que es sosteniéndolo arriba.
-Sobre todo piezas montañesas, pero lo bueno es que con el rabel puedes inventarte la canción que quieras. Para que veas, también he cantado mucho de manera improvisada con mi mujer en fiestas familiares.
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