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Al merodear ahora por el Palacio de los Acevedo, en Hoznayo, ya no te topas con el silencio que ha estado reinando el lugar durante las últimas décadas de abandono. Desde el interior se escapan algunos ruidos, como el traqueteo de metales o el sonido de una motosierra, incluso se aprecian desde el exterior algunas tímidas bombillas y el ir y venir de los obreros. No se trata, ni mucho menos, de los últimos estertores del bello edificio. Más bien todo lo contrario, son los acordes de la reanimación, los prolegómenos de su renacimiento como espacio hostelero y cultural, especialmente dedicado a bodas y otros eventos.
Si bien dicen que no hay que empezar a construir una casa por el tejado, en el caso de una rehabilitación parece más bien todo lo contrario. «Hemos dado toda la prioridad a reparar la cubierta, para terminar con las goteras del interior y ya luego poder trabajar dentro una vez que se seque todo», dice Elías Diego, que junto a su hermano, Miguel, son los promotores del proyecto. Por ahora, ya se ve la estructura de madera, sin terminar, que dará cobijo al lugar.
Asimismo, esta misma semana se ha presentado en Cultura para su aprobación un cambio en el proyecto, en el que se propone incluir unos casetones o buhardillas en el tejado que, según los encargados, existía originalmente en el edificio –del siglo XVII y reconocido como Bien de Interés Cultural (BIC)–. Dichos casetones no son propios de la arquitectura cántabra –el palacio es considerado como uno de los edificios más importantes de la arquitectura civil montañesa–, pero sí son propios de la castellana y, como se argumenta en el informe, se perdieron en posteriores rehabilitaciones.
Paralelamente al tejado, se está trabajando en arreglar las fachadas, es por eso que el antiguo conjunto está ahora abrigado por andamios. «En estos momentos parece que no hemos hecho demasiado, porque hay mucho empezado y nada acabado, pero en unas siete semanas se verá el exterior más recuperado», dicen los hermanos.
La imagen cuando entras no es mucho más halagüeña. Casi da la sensación de que en lugar de a un palacio, acabas de introducirte en una cueva. Todo es pétreo, sin una sola tela o mueble e incluso brota un incansable flujo de agua por alguna esquina. «Trabajo aquí tienes todo el que quieras», apostilla Elías. No obstante, él y su hermano han sabido ver el potencial de lo que ahora mismo parece una gruta, y cuando te explican sus planes: el lugar en el que irá el restaurante, dónde las 17 habitaciones y dónde el espacio polivalente para exposiciones y banquetes, dan ganas de que el tiempo pase raudo para poder ver el resultado cuando antes.
Todo el proyecto se realiza bajo la minuciosa supervisión de la Fundación Medinaceli, que es la propietaria del palacio y cuyo uso ha cedido durante 35 años a los Diego, que son quienes asumen al completo la inversión para su reconversión en hotel y espacio de eventos. «Es un placer poder trabajar mano a mano con la fundación, está siendo un proceso en común muy interesante para sacar adelante la iniciativa», agradecen los hermanos.
«Esto es una oportunidad que no te cae siempre, no sólo el gestionar un espacio como este en el que hay un caldo que ha estado cultivándose cientos de años, sino poder estar en su rehabilitación, más siendo que es todo un emblema para esta comarca, donde hemos nacido», reconoce Elías. ¿Y qué os dicen los vecinos cuando descubren que estáis detrás de este proyecto? «Por un lado les parece fantástico y por otro nos preguntan qué hacemos aquí metidos, que si esto es viable», reconoce el mayor de los Diego, que son propietarios de hoteles y complejos de apartamentos en Hoznayo además del obrador sobaos, quesadas y helados de Los Pasiegos.
El vértigo no es injustificado. Sólo la inversión que calculan para poder hacer lo mínimo y devolver la vida al palacio es un desembolso de más de un millón y medio de euros, y ahí no están incluidas otras series de intervenciones posteriores como el arreglo del jardín y la creación de un espacio subterráneo para eventos. «Nos preguntan que si haríamos otro proyecto como este en otro lugar, y digo que no, que sólo nos ponemos románticos en casa», ríe Miguel.
Actualmente hay 15 obreros trabajando en el conjunto histórico artístico. Por el momento, la fecha en el horizonte es abrir en verano de 2022. «Es un trabajo lento, porque hay mucho que hacer y estamos dando diferentes tratamientos de conservación a las piedras, que estaban muy erosionadas por el tiempo y la falta de cubierta», detallan. Asimismo, inciden en que se están utilizando «los medios más novedosos», como fibra de carbono, mortero antisísmico y tratamientos para terminar con las bacterias, que tienen mucho que ver con el deterioro del edificio. El objetivo es «hacer que la rehabilitación sea duradera y respetar al máximo todo lo que se pueda salvar», remarcan los promotores.
Así que el silencio y el olvido en el Palacio de los Acevedo ya ha quedado en el pasado, relegados por la actividad y al ruido de las obras que en estos momentos ocupan su lugar. Es sólo cuestión de tiempo que el antiguo esplendor del edificio sea completamente restablecido y se escriba así un nuevo capítulo en el que sus centenarias paredes rebosen de vida y la banda sonora sean los sonidos de los enlaces y demás celebraciones que acogerá.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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