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Integrantes de la Academia de Corte y Confección María José Mínguez de Santander, que acudieron vestidos para la ocasión.

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Integrantes de la Academia de Corte y Confección María José Mínguez de Santander, que acudieron vestidos para la ocasión. Héctor Ruiz

Un Retornar del Indiano de cine en Valdecilla

Medio Cudeyo celebró este domingo su fiesta inspirada en finales del siglo XX después de que se optara por cancelar la cita en julio por la previsión de mal tiempo

Héctor Ruiz

Valdecilla

Domingo, 10 de septiembre 2023

Cuando los hermanos Lumière proyectaron las primeras películas de la historia allá por 1895 en el Salón Indio del Gran Café de París, el Marqués de Valdecilla, Ramón Pelayo de la Torriente, tenía 45 años y andaba amasando fortuna con su plantación de caña de azúcar en Cuba. A buen seguro al ilustre vecino de Medio Cudeyo, que era un hombre de vanguardia, le impactó la revolución del cine, como a todos sus coetáneos. De igual modo no sería arriesgado afirmar que le hubiera fascinado ver convertida a su excepcional residencia de Valdecilla como una foto en movimiento. Y eso es precisamente en lo que se convirtieron este domingo sus jardines con una nueva edición de El Retornar del Indiano.

Como las primeras películas que rodaron los Lumière, que captaban pequeñas escenas cotidianas de la época, cada edición de esta fiesta recreacionista el Grupo de Teatro Municipal de Medio Cudeyo, bajo la dirección del actor Fernando Rebanal, ofrece varias representaciones de corta duración que plasman la vida de finales del siglo XIX y principios del XX. Pero este año esa vinculación todavía ha sido más estrecha.

Una de las obras, representada junto a la Casa Blanca, era muda, tan sólo contó con el acompañamiento sonoro de un piano, al igual que las primeras proyecciones fílmicas que se ofrecían con música instrumental en directo. Así, la sensación este domingo en los jardines de Valdecilla fue la de ver una fotografía antigua cobrar vida. Con una pequeña pieza de teatro de aire melancólico en la que presentaban la rutina de unos niños. «Es un merecido homenaje a la vida de nuestros bisabuelos, que tuvieron una infancia muy austera», explicó Rebanal.

La escena de los chavales era la única dramática y casi en blanco y negro. Las otras, que seguían el habitual tono cómico y de enredo que ofrece la agrupación para este evento, eran más bien propias del cine en color. Hubo un hombre que lució su traje a rayas para los baños de ola recién comprado en un comercio de Solares, otro prófugo que robó una pata que iban a servir de cena al Rey Alfonso XIII y una criada, o más bien marmota −como explicaron en la representación que se referían en Madrid a las sirvientas−, que le devolvió con sarna y salero al señorito las vejaciones y el acoso al que estaba sometida.

Los pases de la mañana tuvieron lugar bajo un sol de justicia, que sirvió de excepcional foco para las representaciones, pero también subió la temperatura de la sala de cine en la que se convirtieron los jardines. Así muchas de las mujeres que acudieron al encuentro vestidas para la ocasión vestidas de época sacaron a pasear sus abanicos y sombrillas. Aunque, bajo tantas capas y enaguas, no fueron suficiente para evitar sudar. «La vida del artista es dura», decía con simpatía María José Mínguez, que dirige una academia de corte y confección de trajes antiguos en Santander y acudió a ambientar el recinto en compañía de varias de sus alumnas. Entre ellas María del Corte, que dado el bochorno prefirió asistir con un vestido más corto propio de los 30.

La cita volvió a contar con las incondicionales agrupaciones locales de Amasol y Torre Alvarado. Sus mujeres fueron las encargadas de poner sal y dulce al encuentro. Mientras que los responsables de saciar la sed −en beneficio de los afectados por la catástrofe de Marruecos− fueron los del Grupo de Danzas San Pedruco de Solares. Así, una vez más, actores, vecinos y visitantes formaron parte de una gran función ambientada en época de indianos y que echó el telón con éxito.

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