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Santiago Cobo, Felipe Abascal, Manuel Abascal, Paulino Abascal Pablo Pérez, Santiago Barquín, Andrés Oslé y Omar Pérez, ocho de los pastores afectados H. Ruiz
Riotuerto ve por primera vez las orejas al lobo

Riotuerto ve por primera vez las orejas al lobo

Una quincena de pastores de la zona se han visto afectados por una oleada de ataques de lobos «nunca visto antes» en los campos del municipio

Héctor Ruiz

Rubalcaba

Martes, 25 de mayo 2021, 00:51

Cuando empezó a mermar el rebaño que comparten Pablo Pérez y Omar Pérez pensaron que los causantes eran perros hambrientos. Nunca antes había habido lobos en Riotuerto, así que ni se les pasó por la cabeza. Por ello decidieron subirse a dormir por las noches con sus cabras, «entre rocas», cuentan. Afortunadamente esas veladas no recibieron visita alguna. Fue entonces cuando ya empezaron a ver indicios de que, tal vez, podía tratarse de lobos en lugar de perros, tal y como después se confirmó. Así que ahí ya cogieron los bártulos y descendieron de las montañas para llevarse de ahí a su ganado. En total los depredadores han acabado con 13 de sus animales, pero ellos sólo fueron los primeros de una oleada que ha terminado afectando a 15 pastores de la zona.

Pablo y Omar no llegaron a ver las noches que durmieron a la intemperie a los lobos. «Son muy listos, en cuanto huelen al humano no se acercan», explican. Pero estaban ahí, porque una a una hasta las 13 les fueron desapareciendo cabras. «Imagínate la sensibilidad que te produce el tener que salir a buscar por el monte un animal que llevas años criando y te encuentras eso», relata Pablo, que al mismo tiempo apostilla que «no me quiero imaginar el revuelo que habría si se soltara un lobo en medio de Santander y matara a tres o cuatro mascotas».

Y es que, para entender un poco más a estos pastores hay que reparar en que para ellos están lejos de ser meros números. Significan mucho más. De hecho, las cabras no suponen, ni de lejos, su sustento económico. Al contrario, más bien les reportan pérdidas. «Para nosotros esto es una afición, un hobby», dice Omar, a lo que Pablo añade que «es una cosa que tienes dentro desde pequeño y que es un capricho». Igual es para Paulino Abascal, que tenía 30 cabras pero desde hace unas semanas hay que contar tres menos en sus filas, y que explica que «yo las he tenido desde crío, y tengo cuatro chavales que podría gustarles continuar con ello, pero con la situación que tenemos, que cada vez es más insostenible, se les está quitando la ilusión».

Imagen principal - Riotuerto ve por primera vez las orejas al lobo
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Algunos, los más obtusos, podrían proponer como solución una retirada a tiempo, es decir, el sacar a las cabras de los montes y bajarlas a terrenos en los pueblos. Pero eso no es tan fácil. Y no lo es por varios motivos. El Primero, porque «sería como cerrar a un ciervo, necesitan libertad y altura», tanto es así que Pablo apostilla que «metes a las cabras en un terreno con el mejor pienso y se te quedan flacas y asquerosas». La segunda razón es la parte económica, «si ya no es rentable tenerlas en el monte, menos aún en casa», apostillan. Y el último fundamento es que los lobos paulatinamente están cercando a los ganaderos, «cada vez están más cerca de casa, a un compañero se las han matado a un kilómetro de su vivienda», explican, y buena muestra de ello es que hasta la fecha no habían tenido problemas con los depredadores en Riotuerto.

Andrés Oslé, pastor vecino de Rubalcaba, explica cómo antes llevaba a sus cabras a la zona de Peña Pelada, pero ante la presencia de lobos tuvo que llevárselos hacia la zona de Riotuerto, un reducto que parecía libre de ataques hasta ahora. «Me tendré que volver a trasladar, esta vez hacia la zona de Peñacabarga», dice entre risas irónicas. Pero ante la perspectiva, su compañero Pablo no oculta su disconformidad, y con el Plan de Gestión del Lobo publicado en 2019 por el Gobierno regional en la mano, insiste en que «Riotuerto está enmarcado dentro de la zona 3, por lo que se considera que no debería haber ningún ataque aquí». Así que todos insisten en la apremiante necesidad de que se tomen cartas en el asunto. «Nadie quiere exterminar lobos, pero aquí no puede haberlos», y remarcan que «el problema se está tirando para abajo, y el monte aquí ya termina, así que lo siguiente es verlos en Somo».

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La desazón no termina ahí para estos pastores, también reclaman que, pese a que el Ejecutivo cántabro debería de indemnizarles por los animales que pierden, esto no siempre ocurre. De hecho, alguno de ellos, los de la zona de Liérganes que sí que llevan más tiempo conviviendo con los ataques, señalan que pese a haber trasladado la información que se les requería hace más de dos años, todavía no se les ha compensado. En el caso de los de Riotuerto, que son neófitos en este tipo de trámites como Pablo y Omar, trasladan que en marzo presentaron los papeles y todavía no se les ha dado ningún tipo de respuesta.

Aún con todo, recalcan que «a nosotros no nos compensa que nos las paguen, sino que directamente no nos las maten», porque además, como señala Manuel Abascal, hermano de Paulino, «el lobo siempre te coge las más gordas y jóvenes, la enferma y vieja no la quiere». También él y el resto insisten en que la situación se agravará. «Cuando no estén nuestros rebaños irán a por los terneros y potros», al tiempo que vaticinan que «las cabras y las ovejas son máquinas limpiando el terreno, y sin ellas cuando haya un incendio todo arderá mucho más», y Riotuerto ya de por sí es una zona eventualmente afectada por el fuego, por lo que el problema de unos podría convertirse en el de muchos más pronto que tarde.

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