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Fue un susto de muerte. Cuando Yolanda Cobo escuchó el estruendo de una roca enorme que acababa de desprenderse de la montaña –Peña La Berzosa– y había ido a parar junto a la puerta de su vivienda, en Mortesante (Miera), pensó que se le «caía ... la casa encima». No fue así, pero estuvo cerca. Concretamente, faltaron unos diez metros para que la piedra aplastara su propiedad –cualquiera puede comprobarlo porque la roca sigue en el mismo lugar–. Esa fue la primera vez que la montaña rocosa que custodia este pequeño pueblo de Miera amenazó a los vecinos, «hará como diez años». Antes, en 2009, otro desprendimiento había obligado a cortar la carretera regional en dirección a San Roque de Riomiera durante varios días. Los sucesivos movimientos de piedras que terminan impactando contra el suelo peligrosamente cerca de las construcciones rurales, han tenido a los habitantes de este alto del territorio meracho en un sinvivir constante. «Sin pegar ojo por las noches», relata María José Abascal, la hija de Yolanda. Las mujeres hablan y señalan las piedras al otro lado del camino como si fueran parte del paisaje. «Mira, esa cayó hace dos años y aquella otra en noviembre...». Nadie ha retirado los pedruscos, pero ese es el menor de sus problemas. El mayor, que las rocas se precipiten ladera abajo, está más o menos solucionado.
La Consejería de Fomento ha colocado una pantalla dinámica de protección contra desprendimientos de 30 metros de longitud en el talud calcáreo, que hace de freno y protege las casas al pie de la montaña. Una «medida urgente» que el consejero, Roberto Media, puso en marcha «nada más conocer el problema». Media ha visitado este miércoles la localidad acompañado del alcalde de Miera, José Miguel Crespo (PRC), y de varios concejales del Ayuntamiento, que han luchado por mediar con el Ejecutivo para resolver la situación. Los afectados ven más esta actuación como algo «transitorio» que definitivo. «Quizá deberían extender la malla a toda la peña», plantea Yolanda.
Luego hay otro problema; que es una zona de escalada. «Queremos que se prohíba escalar, porque caen piedras y es peligroso». Madre e hija se matan con la razón. Consciente, el alcalde ha adelantado que el Ayuntamiento «está realizando los trámites para intentar prohibir esta práctica, porque el farallón de roca caliza resulta muy goloso para los amantes de este deporte, pero la prioridad es garantizar la seguridad de los vecinos».
Ellos, los vecinos, han colocado carteles disuasorios en los que se alerta de que está prohibido escalar la montaña. «Pusimos dos, uno lo arrancaron y el otro está en un árbol», ubicado antes de la pista que da acceso al monte. Luego pasa como con todo, «que hay gente que lo respeta y se va y gente que no, que sube a pesar de todo». Caiga quien caiga.
Por su parte, Media ha asegurado que buscó «la solución más rápida, fácil y efectiva posible» dadas las circunstancias. Al menos, han confirmado las vecinas, «ahora dormimos más tranquilas». Los trabajos han sido ejecutados en dos meses y han tenido un coste aproximado de 40.000 euros. Aún así, el consejero de Fomento ha declarado que a partir de ahora, «vamos a ver qué resultado da la actuación que hemos ejecutado, porque pensamos que debe ser suficiente, pero esperaremos al informe de los técnicos». En caso de que continúen cayendo rocas a ras de las casas, «no dudaremos en aumentar las dimensiones de la valla o buscar más alternativas». Así los vecinos podrán dejar de mirar la montaña, por encantadora que sea la panorámica.
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