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Sylvia Trillard nació en El Havre, en el norte de Francia. Antes que ella, sus padres y sus abuelos crecieron en el mismo lugar. Pero ... ahí terminan sus raíces galas, porque el origen de sus bisabuelos está muy lejos de esa región, a más de mil kilómetros. Concretamente, en Villaescusa. Sylvia empezó a investigar sobre sus orígenes hace cerca de dos años. Aunque internet se convirtió en su principal fuente de información, hace un par de semanas decidió contactar con el ayuntamiento del municipio cántabro a través de una carta, en la que incluía un texto sobre la búsqueda que estaba realizando y una fotografía de sus bisabuelos, Francisco Vega y Gregoria García. Su investigación ya está dando sus frutos.
En las líneas que escribió al consistorio añadió bastante información sobre aquellos parientes de los que ya sabía el nombre y los apellidos. La noticia corrió como la pólvora entre los vecinos. Empezaron a surgir varias voces que aseguraban tener lazos con la francesa: vecinos, amigos, familiares en común... Pero la intención de Sylvia era más concreta. Su objetivo era encontrar a sus parientes más directos en la región y conocer las vivencias de aquellos que ya no están. Así localizó a Enrique y a Marisol. Sus parientes vivos más cercanos. Son primos entre ellos y ambos son nietos de Modesto Vega, el tío del padre de Sylvia, Pierre.
«Fue una cadena. Ella estaba en contacto con un grupo de cántabros y, de uno a otro, llegó hasta mí», explica Enrique. «No conocí a mi abuelo Modesto, pero cuando le conté que también se había marchado a Francia, en 1937, ella ya sabía hasta el nombre del submarino en el que viajó. Ha investigado mucho». Él tiene 65 años y ella, 39. Una generación por debajo. Hablan por email porque, aunque la francesa entiende y escribe en español, no lo habla de manera fluida. Con Marisol sí conversó, aunque de momento sólo ha habido una llamada telefónica. «Estaba nerviosa por hablar por teléfono en una lengua extranjera, pero fue agradable hablar con ella», reconoce Sylvia.
En su afán por conocer sus raíces a fondo, la joven ha encontrado todo tipo de documentos relacionados con los Vega de Villaescusa. Posee recortes de periódicos, esquelas, solicitudes de nacionalidad, actas de nacimiento de sus antepasados... La mayoría, imágenes muy antiguas, apenas legibles. «Siempre me he apasionado por mis raíces, el problema es que ya no tengo a nadie para recordar mi pasado, mi cultura. Mi madre es la última descendiente Vega de mi familia en Francia».
Sylvia tiene vagos recuerdos de su abuelo Pierre. Él era muy moreno de piel y su pelo era negro. «De pequeña, pensaba que no había españoles rubios», ríe la francesa. Pero no todas las anécdotas son agradables. La joven narra que su tez oscura le hizo pasar un mal trago después de la segunda guerra mundial. «Una vecina de mis abuelos llamó a la policía y les dijo que no era francés». Ellos se personaron en la casa, pero el hombre no tuvo ningún problema porque tenía todos los papeles que demostraban su nacionalidad.
Modesto, el hermano de su bisabuelo Francisco, es una de las figuras que más interés le generan actualmente. «Intento saber qué le ocurrió. Murió poco después de llegar a Francia, en 1941. En su acta de defunción pone que era leñador, pero no he podido encontrar apenas información», lamenta Sylvia. Desconoce si ambos hermanos sabían que estaban en el país galo en la misma época. «Me da pena imaginar que murió solo, sin su familia».
Sylvia reconoce que se siente fascinada por la cultura española y que no tiene ninguna afinidad con la germánica. Por temas laborales vive en Alsacia, cerca de la frontera entre Francia y Alemania. «Siempre intento establecer contacto con turistas españoles y planeo visitar Cantabria el verano que viene».
Más allá de lo que ha investigado por su cuenta, no tiene referencias familiares de Villaescusa. «Mi abuelo Pierre murió cuando yo tenía ocho años. No tuvo tiempo de hablarme de sus orígenes». Y a su madre, Marie-Françoise, tampoco le suscitó tanto interés conocer sus raíces. Pero Sylvia tiene claro que vendrá. «Me gustaría muchísimo conocer Cantabria, la tierra de mis bisabuelos. 'Tierruca', como dicen allí. Me encanta esta palabra». Asegura que ahora tiene más motivación para venir que nunca. «No me sentiría como una turista. Sé que tengo algo de familia». Además, le ha prometido a su madre que algún día la llevará a conocer la región de sus abuelos.
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