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No hay zarzas ni hiedras devorando la fachada, ni grietas fragmentándola. Tampoco hay grafitis que la ensucien. Pero las paredes son las mismas, aunque cueste reconocerlas superponiendo el antes y el después. Son las que se construyeron en 1914 y acogieron las representaciones que los ... niños internados en el sanatorio de Isla Pedrosa realizaban −a las cuales asistía ocasionalmente la reina Victoria Eugenia−. También son los cuatro muros que veían apearse en el cercano embarcadero a los familiares que acudían al islote a visitar a sus enfermos. Y los que cobijaron a pescadores en tormenta y aguantaron denodadamente cuando el tejado se vino abajo en 2017, ya con el sanatorio en desuso y a merced del paso del tiempo. Es el mismo pequeño e histórico edificio que ahora vuelve a mostrar su mejor cara fruto del tratamiento que le ha rescatado de la virulenta enfermedad del abandono, una operación de un coste cercano a los 250.000 euros sufragado por el Instituto Cántabro de Servicios Sociales, organismo autónomo dependiente del Gobierno regional.
La sanación del teatro modernista Infanta Beatriz −bautizado así en honor a una de las hijas de Alfonso XIII− va por buen camino. Pero todavía está lejos de concluir. La reciente intervención que acaba de acometerse se tuvo que ejecutar prácticamente a vida o muerte. El deterioro había alcanzado tal punto que era perentorio actuar para asegurar el futuro de un inmueble que consta en el catálogo monumental del Plan Especial de la Bahía (PEB) y que amenazaba con desaparecer, engullido por el reloj de arena y la vegetación. Por ello se empezó a ejecutar a comienzos de este año una actuación para consolidarlo y mejorar la envolvente. Y sus efectos son evidentes:las paredes han sido pintadas, la cubierta reconstruida, los suelos acondicionados, se han colocado nuevas carpinterías de aluminio color antracita y los característicos elementos decorativos de estilo modernista han sido recuperados.
El proyecto ha intentado ser lo más respetuoso posible para recuperar la imagen original del edificio, la que tenía a comienzos del siglo XX. Sin embargo, falta que respire. La intervención ejecutada no va más allá de dar un soporte vital básico al teatro. Todavía queda por ver cuál es su futuro, pero parece que hay planes para ello. Desde el Ejecutivo regional, pese al reciente cambio de siglas del equipo de gobierno, se siguen refiriendo a la intervención recién concluida como «una primera fase», por lo que cabe suponer que habrá una segunda. La instalación, por el momento, ha quedado completamente diáfana −se eliminaron algunas paredes originales− y vacía de contenido. Una de las opciones es que el espacio albergue una exposición del pasado del sanatorio y antiguo lazareto. Pero eso está todavía por ver si se hará. Lo que ya es un hecho es que el viejo teatro enfrenta con rejuvenecido semblante el capítulo que está por escribir.
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