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Con un comunicado de 23 líneas en el que se informa a los propietarios de caravanas que tienen una parcela alquilada en el Camping de ... Latas de Somo se trasladaba esta semana la «irrevocable» decisión de los gerentes de no volver a firmar los contratos de larga duración. Parecido pasa con los dueños de módulos, a los que se les notifica una subida abrupta de los precios. Así se desvanece lo que para muchas familias es una segunda vivienda, el lugar donde durante décadas han pasado sus vacaciones. Les dan de margen hasta diciembre para que se lleven sus propiedades, un plazo que los usuarios ven «insuficiente» por la complejidad para encontrar otras ubicaciones, por lo que piden alargar al menos una temporada más la relación contractual. En torno a 150 familias estarían afectadas y la indignación es tal que hoy los damnificados han convocado una protesta.
«Son 25 años», apunta mientras se le quiebra la voz al recordarlo, los que Claudia Rodríguez lleva veraneando en el Camping de Latas. «Aquí hemos sido una familia, te ha faltado un cacho de pan y la vecina te lo ha dado», rememora al tiempo que le golpean también los buenos momentos. «Chuletadas, barbacoas, fiestas de fin de verano... aquí lo hemos pasado fenomenal». Ahora, todo está a punto de formar parte de eso precisamente, del recuerdo. Porque Claudia ayer iba al recinto a terminar de recogerlo todo. Y eso que ella ha sido una de las afortunadas, ha conseguido vender su módulo a una empresa en tan sólo tres días, el tiempo que hace que le notificaron la subida de «más de 1.400 euros» por temporada, que se añaden a los «3.000» que ya estaba pagando. Un montante ya fuera de su alcance. «Somos clase obrera», dice.
El deshacerse de uno de dichos módulos vacacionales es tarea ardua, según apuntan los damnificados que lo ven «como un muerto». Todo porque no es fácil dar con plazas libres en campings, y su traslado no es sencillo porque «es necesaria una grúa» y «¿pagar para que lo trasladen a dónde?», se pregunta Begoña Curto, otra de las afectadas, que se está planteando incluso «regalar» su propiedad ya que le resultaría menos costoso, dice, el adquirir otro módulo de similares características en otro lugar. Y eso que lo que deja en Latas no tiene precio. «Aquí he criado a mis hijos y ahora a mis nietos», puntualiza.
Begoña Curto | Propietaria de un módulo
Irati Cosío | Propietaria de una caravana
Así las cosas, a los que tienen terrenos con módulos, «no nos echan, nos invitan a marcharnos porque no tenemos dinero para pagar la subida que nos van a aplicar», explica Curto. Mientras que a los que tienen en el camping establecida una autocaravana directamente no se les da opción, para el 20 de diciembre deberán haberse llevado su vehículo. Algo que, de igual manera, presenta sus complicaciones. Así lo ve Irati Cosío, que ha pasado los 25 veranos de su vida en Latas y desde hace dos tiene ahí su propia caravana. «Me la compré la pasada temporada, pero tiene más de 30 años, no está para que la muevan mucho», comenta. No obstante, incide en que «yo soy joven, hay mucha gente mayor y viviendo lejos que no se puede encargar de desmontar esto ahora».
Cosío reconoce que «lo que está haciendo la empresa es plenamente legal», pero implora por lo menos «algo de empatía» y que se les brinde más margen de maniobra. «Si esto nos lo hubieran dicho en julio igual es buen momento para vender la caravana», valora, pero «en tres meses de invierno no se mueven las ventas». El alargar al menos una temporada más es una petición que quieren trasladar los damnificados, pero en principio la empresa, Camino a Soria SL, tal y como confirma a este periódico, no está dispuesta a ceder. Para ello insisten en que los contratos terminan en diciembre, y que no tenían obligación de haber avisado con tanto margen. Asimismo, se escudan en la «libertad de empresa» y en que «nosotros alquilamos este establecimiento hace dos años y hemos replanteado el modelo de negocio que queremos seguir», que se basa en apostar por los alojamientos de corta estancia en lugar de larga permanencia.
«Con alquileres de menos tiempo van a sacarse en una semana lo que con nosotros ganan en un año», calcula otra de las usuarias, María Ángeles Santiago. Mientras Curto colige que «no nos van a entender porque es legal y están apoyados por Turismo» con lo que ve que «sólo tenemos derecho al pataleo». Mientas, la más joven, Cosío, se resiste a despedirse del lugar que le vio crecer y de los vecinos que «me dieron muebles y de todo» cuando se compró su propia caravana. «Sé que está todo perdido, pero al menos me quedará el recuerdo de que luché por mi camping», apostilla.
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