Viaje al centro de Llanos

La relación entre vecinos del bonito y pequeño pueblo de Llanos (Penagos) no es como la de los que comparten escalera en las ciudades. Aquí todos se conocen y de algún modo se han convertido en compañeros. Las familias más veteranas del lugar han recibido con los brazos abiertos a gente joven del resto del país y del extranjero que, huyendo del caos de las grandes urbes, se ha trasladado a alguna de sus casitas de piedra en busca de un estilo de vida alternativo. Con el objetivo de plasmar todo ello, dos fotógrafos residentes en Llanos han emprendido un proyecto para retratar a todos sus vecinos al tiempo que cuentan sus recuerdos.

Unas cuantas puertas más allá de la iglesia hay una antigua casa que ahora se ha convertido en improvisado estudio. Aunque su suelo cruje con las pisadas, los pasillos resultan estrechos y los techos bajos, en una salita de la planta de arriba se han colocado los focos, el fondo y demás material fotográfico. El resto sigue igual que como lo dejó la difunta propietaria hace cerca de siete años, con los muebles y los cuadros en su sitio.

Sosteniendo la cámara está Emilio Varela, a su lado René Loenders, que asume las funciones de director artístico, y posando se encuentran Hortensia y Marina Ortiz, dos primas que, con 94 años cada una de ellas, tienen el honor de ser las abuelas de Llanos. También están las hijas de ambas, María Isabel Cabarga y Estrella Rábago.

Entre todos los que hay al otro lado de la fotografía, intentan que las modelos posen naturales, hasta que Hortensia empieza a soltar carcajadas e incluso llorar de alegría. «¡Si mi madre nunca se ríe!», comenta sorprendida María Isabel. Ese es precisamente uno de los objetivos que Varela y Loenders persiguen con esta iniciativa:sacar la mejor cara de cada uno de sus vecinos. «Al principio no quería venir, pero yo le animé porque sabía que se lo pasaría muy bien», recalca.

Seguramente sea una de las únicas ocasiones en las que Hortensia y Marina comparten encuadre. «Pertenecen a una generación a la que no le gusta tanto eso de salir en fotografías», explican sus hijas, que reconocen que «el proyecto es una idea genial porque va a ser un recuerdo maravilloso».

Si algo tiene la fotografía es capacidad de inmortalizar un gesto, un instante y contar una historia con sólo un clic. Con esa idea en mente Varela y Loenders publicaron a través de las redes sociales el ofrecimiento a sus vecinos para retratarles. Todo con la única condición de que presentasen un objeto que les definiera o hablase de ellos. Hortensia, por ejemplo, llevó un serrucho y una escofina en recuerdo a su marido que era carpintero. Su prima eligió una fotografía del día de su boda. Pero por el pequeño estudio han pasado cosas de los más variopintas como escopetas de caza, sombreros, fibra de alpaca, máquinas de coser e, incluso, un instrumento de música aborigen de Australia o un cabritillo recién nacido.

«La verdad es que ni de lejos esperaba tanta aceptación» reconoce Varela, que desde que realizó la propuesta tiene casi todas sus tardes comprometidas con sesiones. El santanderino no es fotógrafo profesional, pero lleva desde niño con una cámara entre las manos. Además, confiesa que, en cuanto se trasladó hace cosa de un año a Llanos, quería llevar a cabo una especie de «proyecto etnográfico» con los habitantes del pueblo, algo que le permitiera escarbar un poco en esas caras que veía día tras día sin limitarse a la intranscendental y típica serie fotográfica con una modelo.

Siempre todo ello con la ayuda de su compañero, el holandés René Loenders, que aporta su ojo crítico. «Él ve cuestiones de composición artística a las que yo no llego. No somos profesionales y tenemos fallos técnicos, pero intentamos que los que pasan por aquí se quiten esa máscara de frialdad que todos llevamos puesta en nuestro día a día», comenta.

Reto más que superado. El resultado de las instantáneas no sólo se limita a mostrar rostros. Hablan de lo que hay detrás de cada mirada, porque se han capturado mientras los protagonistas relataban su sueños, romances, inquietudes y pasiones. También se han abierto y han contado su pasado, miedos y enfermedades.

Todo ha quedado plasmado en una serie de publicaciones en internet en la que las capturas de cada uno aparecen acompañadas de un pequeño texto descriptivo. Sin embargo, la mayoría de vecinos reconoce que no se han llevado demasiadas sorpresas con lo que cuentan dichos relatos, porque se conocen de hace mucho. Eso sí, siempre queda algún detalle por descubrir. Es el caso de Rosalía Ruiz, que no esperaba que Gabriel Trueba llevara consigo un juguete de tractor como muestra de sus más de treinta años de trabajo en el puerto de Santander, algo que ella desconocía.

De manera totalmente gratuita, los vecinos de Llanos que han participado se podrán llevar el resultado de sus sesiones a casa. Aunque los dos encargados del proyecto 'Mi gente de Llanos' esperan que su trabajo no se quede de puertas para dentro y puedan llevar a cabo una selección de las mejores imágenes para organizar una exposición para la Casa de Cultura del pueblo. Todo ello con el fin de demostrar la riqueza y variedad de sus habitantes y dejar claro que Llanos es algo más que un pueblo perdido tras unas cuantas curvas de carretera.

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