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Gregorio Marañón. colección josé javier gómez arroyo
La academia de sangre pasiega
Historias pasiegas

La academia de sangre pasiega

Por las venas de Gregorio Marañón, médico, científico, historiador, escritor y pensador español de reconocimiento mundial, también corría la sangre pasiega de la villa de San Roque de Riomiera

José Javier Gómez Arroyo

Vega de Pas

Lunes, 9 de mayo 2022, 12:26

Formar parte del particular grupo intelectual de alguna de las doce Reales Academias oficiales que existen en España, como auténticos ejes profesionales del conocimiento que representan, es un prestigio que conlleva una docta misión enfocada a acceder y defender la verdad, a trabajar la ciencia y la cultura y a fomentar la convivencia intercultural, algo confiado a los mejores en cada campo; pero pertenecer ya a cinco de estas altas instituciones es solo cosa reservada a alguien considerado sabio entre los sabios, caso del doctor Gregorio Marañón y que ostentó los títulos de académico de la Lengua Española, de la Historia, de Bellas Artes, de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Admirado como uno de los más sobresalientes intelectuales españoles del siglo XX, Gregorio Marañón y Posadillo ingresó en la Facultad Médica de San Carlos y obtuvo en 1909, sin haber terminado la carrera, el prestigioso premio Martínez Molina de la Academia de Medicina y que había quedado desierto desde que se le concedió al premio Nobel español Santiago Ramón y Cajal, lo cual dejó perplejo a todo el jurado al comprobar que el ganador aún no se había licenciado como médico, pero galardón que llevaba parejo el nombramiento como académico correspondiente y anécdota que evidencia esa genialidad precoz que nuestro protagonista poseía. Volcado en el estudio de las enfermedades infecciosas en el Hospital General de Madrid, pronto derivó hacia el estudio de la endocrinología como nexo entre la vida biológica y el entorno social del enfermo, preocupación médico-social que siempre tuvo presente y de lo que fue un claro ejemplo la iniciativa que tomó para remendar el estado patológico colectivo que vivía entonces la comunidad de pueblos de Las Hurdes en Extremadura, donde existían toda clase de enfermedades sumadas al analfabetismo, la marginalidad o el abandono y viaje que posteriormente arrastraría la conocida visita del rey Alfonso XIII al lugar, verdadero golpe de efecto que consiguió asestar en la conciencia social española de la época.

Pero aquella consideración benévola que sentía por el rey pronto se vería enturbiada por el apoyo del monarca en 1923 a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, convirtiéndose por ello y sin vocación política, aunque obligado por su condición de intelectual, en arduo defensor de la causa liberal, siendo además en su propio despacho de la calle Serrano en Madrid donde pocos años después, concretamente en 1931, se negociaría entre los republicanos y el conde de Romanones la salida medianamente honrosa del rey Alfonso XIII fuera de España para instaurarse la II República, ofreciendo el propio Marañón así un terreno neutral y tolerante para ambas posiciones. Paralelamente inicia otra de sus vocaciones intelectuales, la escritura y el estudio de la historia para analizar las facetas del comportamiento humano con una redacción sencilla y asequible a todos los mortales e inclinación que se vio entorpecida por la llegada de la guerra civil española de 1936. Consciente del desastre social y político que supuso la propia república y, como otros tantos intelectuales de izquierdas de la época, desengañado al ver cómo el proyecto liberal por el que tanto habían luchado saltaba por los aires por culpa de la necedad comunista, Marañón se exila a París tras ser interrogado en una checa republicana y por miedo a ser aniquilado a manos de aquella caterva bolchevizada y descontrolada. A su vuelta a España en 1942 y aun aprovechándose el régimen franquista del prestigio de nuestro protagonista para mejorar su imagen ante el mundo, Marañón no se amilanó y siguió enarbolando la bandera del liberalismo cuando pocos se atrevieron a hacerlo y así, al régimen, en su terquedad también, no le quedó otra que respetarle hasta su fallecimiento en 1960. Con todo este docto bagaje que acarreó por fuerza debía tener sangre pasiega, pequeño torrente vital de La Montaña que sorprendentemente a tantas figuras históricas e intelectuales ha nutrido y condición de raza que nos desvela detalladamente Javier Gómez de Olea en su dilatada obra “La genealogía del doctor Marañón en el CXXX aniversario de su nacimiento”, publicada en 2017 y en la que nos sitúa los antepasados de este insigne investigador desde finales del siglo XVI hasta su propio tatarabuelo como nacidos todos en la villa pasiega de San Roque de Riomiera, originalmente con el apellido compuesto Pérez-Marañón y aderezado con otros propios patronímicos de este linaje como son Cobo, Diego, Abascal, Gómez, Setién, Ortiz o Madrazo, haciéndole con ello merecedor también de formar parte de esa otra institución, la de esta sustancial estirpe y que bien pudiéramos llamarla Academia de Sangre Pasiega.

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