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Hace años que los vecinos de Soba conviven con los molinos de viento. En medio de la polémica por el futuro desarrollo eólico en ... Cantabria y las posibles afecciones que apuntan las plataformas ciudadanas contrarias a la instalación de los molinos o el propio Gobierno cántabro en los proyectos Garma Blanca y Ribota, los vecinos de este municipio, único de la región que cuenta con un parque eólico en funcionamiento, parecen convivir en armonía con los gigantes. Puede ser por la costumbre después de más de una década, pero también por los ingresos anuales que deja la instalación en las siete juntas vecinales afectadas, y que les ha dado un pequeño margen de autogestión para poner en marcha y mejorar servicios básicos en estos pequeños núcleos de población rurales y diseminados.
La infraestructura del abastecimiento de agua, por ejemplo, es una de las mejoras que se acometió en Sangas y que a Álvaro Alonso y su familia les favoreció en su albergue. Tanto Álvaro, como su hermano, José María, se declaran a favor de las renovables, «pero de una forma racional», apunta Álvaro, siempre y cuando los estudios de impacto ambiental sean favorables: «En el caso de Cañoneras ha sido beneficioso. Supone un impacto y es verdad que estarías mejor sin ello, pero en la balanza salen beneficios porque gracias a lo que aportan se ha metido el agua, se han asfaltado pistas y se financian servicios esenciales», opina José María Alonso.
Después de 22 años en Sangas, la diferencia tras la instalación de los molinos «se ha notado mucho», dicen: «Teníamos unas captaciones de agua muy precarias y no teníamos los accesos que hay ahora», afirma Álvaro. Sin embargo, matiza: «Lo que hay ahora instalado aquí a mí no me parece que sea un gran impacto, pero si se continúa con esas instalaciones en Cantabria, tiene que ser de una manera racional». Lo que no puede ser, dice, «es inundar toda la provincia y todos los cordones de la cordillera de parques».
Ramón Crespo - Pedáneo de La Revilla
Francisco Suárez tiene muy claro que a él, como ganadero, le vino bien la puesta en marcha de Cañoneras. Asegura que es «uno o el que más anda por los molinos» al estar atravesada su finca, en Los Tornos, por el parque eólico de Soba. «A mí me ha beneficiado la instalación porque ahora tengo acceso para subir», asegura. Al construir el parque se hizo un camino para acceder a los molinos que le ahorra al ganadero dos horas de paseo con las reses para llevarlas a pastar. Es lo que tardaba antes en subirlas a la finca. Preguntado por la afección en su ganado y en la fauna contesta que, a mediodía, si hace calor, sus vacas se posicionan «debajo de un eólico que es donde más corre el aire, y no tienen ningún problema».
Álvaro Alonso - Propietario de Quesoba y del albergue rural en Sangas
Como él, son varios los vecinos de este valle que aseguran que les compensa tener los molinos en localidades con cero ingresos por las mejoras que se han ejecutado en los pueblos. «En Pilas y en todos los pueblos donde tienen eólicos se ve que han arreglado pistas, accesos, las traídas del agua...», comenta Francisco.
Por su parte, Ramón Crespo, pedáneo de La Revilla, y su homólogo en Fresnedo, Fernando Saínz-Aja, sólo ven beneficios. El de La Revilla recibe como agua de mayo los ingresos que les dan por sus cuatro aerogeneradores. «Nos hicieron carreteras para los pastizales y las cabañas, cuando antes no había nada, y nos dan 3.000 euros por cada molino al año», afirma Crespo. Pero además, asegura que los pastizales, al tener mejor acceso, se han revalorizado y la Junta Vecinal obtiene más ingresos por su alquiler cuando se subasta.
Para Saínz-Aja «todo han sido beneficios, no podemos hablar mal de ellos». El dinero que reciben por los tres molinos de Fresnedo son los únicos ingresos del pueblo, y con eso y «algo que nos ayuda el Ayuntamiento, hacemos pistas de cemento, la fiesta, se ha arreglado la antigua escuela y se van realizando actuaciones».
El asunto de los eólicos tiene «dos interpretaciones», para Milagros García, residente en la localidad de Villar, una de las cosas que más le agravia es la afección paisajística. «El impacto visual es notorio en un valle virgen como puede ser el de Soba», aunque también reconoce que, por otro lado, «ves que a los pueblos los molinos nos dan un poco de vida desde un punto de vista económico y se pueden hacer infraestructuras que a lo mejor la administración no te las hace». Los sentimientos, dice, «son encontrados».
INFRAESTRUCTURA
VALLE DE SOBA
A nivel de ruidos, Cañoneras tampoco ha supuesto un gran perjuicio a juzgar por las opiniones de los vecinos. Francisco Suárez afirma que «no se oyen ni a un kilómetro de ellos» y José María Alonso afirma que «rara vez». El impacto sonoro depende de la fuerza del viento y de la distancia de los aerogeneradores. Para Elena Díez, que regenta un alojamiento turístico en La Revilla, son «imperceptibles», aunque a su marido si le llega «un pequeño zumbido», que también percibe Milagros en Villar.
Si bien los vecinos afectados del parque Cañoneras no apuntan grandes afecciones catorce años después de su puesta en marcha, hay que poner sobre la mesa que la torre de los aerogeneradores de Soba mide 44 metros -69 en total- y que generan 32,3 megavatios; mientras que en Garma Blanca, por ejemplo, se estarían proyectando trece aerogeneradores, contando para ello con una torre de 90 metros de altura -162,5 en total- para obtener 51 megavatios.
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