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José Javier gómez arroyo
Vega de Pas
Jueves, 5 de noviembre 2020, 18:10
Los aires regeneracionistas de la sociedad española de principios del siglo XX, junto a la perdida de las colonias pocos años antes, impulsaron la necesidad de hacer valorar con orgullo lo que teníamos y lo mucho que habíamos siempre luchado por conseguirlo; y qué mejor ... ocasión para ello que el aniversario de la Guerra de la Independencia contra la invasión francesa, pues despertaría el sentimiento patrio de unidad entre todas las provincias españolas con sus respectivas representaciones folclóricas, a excepción de las vascas y Navarra que lo hicieron de manera oficiosa y con representaciones particulares. Nacía de esta forma, en la ciudad de Sevilla, la idea de conmemorar el centenario del histórico 2 de mayo de 1808 cuando la andaluza plaza protagonizó un heroico comportamiento contra los invasores franceses y lo hacía de la mano de un grupo de promotores liderados por el oficial de artillería don Luis Rodríguez Caso, con el apoyo del Ateneo y la Real Maestranza de Caballería, después del éxito conseguido en la Exposición Industrial de productos mineros, agrícolas y vitícolas que a su cargo estuvo también en el año 1905. En aquel certamen industrial el citado comandante de Artillería y director de la Fábrica de Vidrios La Trinidad, señor Rodríguez Caso, había sido galardonado con el premio de la prensa convocado para dicho evento, lo que le catapultó como promotor local para la exposición regional que se iba a celebrar en 1908 bajo el nombre de España en Sevilla y en la que las asociaciones de inmigrantes dispondrían en la Feria de Abril de casetas propias en las que exponer sus tradiciones, bailes y trajes regionales. Poco después Rodríguez Caso sería también el encargado del proyecto para la Exposición Hispano-Americana de Sevilla de 1929, que tanto éxito cosechó.
Para el certamen España en Sevilla, celebrado en la capital andaluza entre los días 22 de abril y 4 de mayo de 1908, la provincia de Santander estuvo representada por sus más expresivos personajes, los pasiegos, siendo elegidos para tal menester Feliciana Cobo Ortiz, junto a su entonces prometido Juan Bautista Cobo y los hermanos Eloy y Paz Diego Revuelta, que son los cuatro que figuran en la foto oficial de Santander para el acontecimiento que nos ocupa y el propósito de la fiesta lo encontramos en la prensa de la época: «La idea no es otra que la de reunir en Sevilla genuinas representaciones populares de las comarcas españolas, que hagan conocer sus cantos, bailes y trajes típicos, y con esos grupos realizar diversos actos que conmemoren el Centenario de la Independencia y demuestren los distintos usos y costumbres de las diferentes regiones». (Hemeroteca del Diario ABC, sábado 4 de abril de 1908, pag.5)
Ni que decir tiene que esta ceremonia fue todo un mundo nuevo para nuestros cuatro pasiegos allí presentes ya que, acostumbrados a la tranquila vida de los Montes de Pas, hubieron de corresponder a numerosos actos y posados fotográficos durante el evento. La llegada de las diferentes representaciones regionales fue de por sí todo un episodio, pues la población entera, con esa envidiable alegría andaluza, acudió a la estación central de ferrocarriles a recibir a los delegados regionales. En los andenes estaban, además del alcalde y otras autoridades sevillanas, un muy numeroso público de la ciudad, el también alcalde de la ciudad de Córdoba, el Gobernador de la provincia, el Presidente de la Diputación y varios diputados provinciales con la banda de música del municipio hispalense. Toda la estación estaba adornada con banderas y gallardetes, repleta de gente que ansiaba ver desfilar a los distintos grupos con sus típicas indumentarias.
Estos trajes de pasiegos aquí retratados se hicieron por encargo de la Diputación Provincial de Santander en el año 1905, siendo particularmente importante la fotografía para los estudiosos del vestir por tratarse de copias de unos originales más antiguos: «...muy plantados los hombres, sus chaquetas y bragas de pana lisa acastañada, las medias azules, Eloy con chaleco verdinegro, el de su compañero, rojiamarillo...; elegantísimas, ellas, Pacina en paño y terciopelo violeta, Feliciana en color tabaco, calzadas ambas con curiosas chatarucas de piel de cerdo (dicho sea con licencia). A la sombra de la Giralda, no pocos piropos zalameros oirían las veganas bajo el ardiente mayo andaluz, por más que fingiesen desdenes, canturreando: «Anda, no hagas cara a mí, no te arregostis en balde, que yo voimi cara al somu, donde corri friyu el airi». (Gustavo Cotera. El traje en Cantabria, El Diario Montañés y Gobierno de Cantabria, Santander 1999.)-
Si llamativo ha resultado siempre el cuévano, no menos lo es el palo que en la imagen portan estos pasiegos. El 'palu' o 'palancu', como pronuncian los nativos en Pas, servía no sólo para patear con ligereza por los peñascos y arroyos sino para equilibrar también el cuerpo en las cornisas de las rocas por las que subían y bajaban, para defenderse de rateros y lobos y para evitar el rastro de los perros que los carabineros utilizaban en su persecución, andando a saltos sobre su puntera por prados y ríos y suspendidos en el aire, como por arte de magia, para no dejar la señal de sus ropas en los matorrales ni el vestigio de sus pies en los caminos. Esta manera de caminar con el «palu» resulta hoy en día tan insólita y extraña que provoca sorpresa incrédula y se la conoce como andar al palo. Heredada de los antiguos contrabandistas, su técnica consiste en aferrarse al palo en posición vertical con las dos manos y con pequeños impulsos del propio cuerpo ir dando pequeños saltos sobre la puntera inferior del mismo. La fuerza y destreza que hay que tener resulta ya de por sí imposible de lograr en la inmensa mayoría de los mortales, pero es que además hay que tener en cuenta que los contrabandistas pasiegos, huyendo de los agentes del Resguardo del Tabaco, lo hacían con casi cuarenta kilos de mercancía a sus espaldas en alforjas de arpillera, no en cuévanos como cabría pensar: «El palo fijando con brío en el suelo, abismos saltando con rápido vuelo, salvando horizontes, cruzando baldíos, por valles y montes y selvas y ríos el pasiego es un pájaro audaz, y el resguardo no tiene las alas que las aves del valle de Pas». (Fragmento de la zarzuela «El salto del pasiego», escrita en 1865 por Luis Eguilaz).
El 29 de abril fueron reunidos en el teatro de San Fernando, donde se exhibía el cartel de la fiesta patriótica realizado por Julio del Mazo, «...el teatro estaba lleno de bote en bote, y entre el público se contaban muchas damas que lucían mantillas blancas. Bandas y coros ejecutaron una jota primeramente; después los artistas de la compañía de ópera cantaron varias romanzas; leyéronse poesías alusivas al acto, escritas por algunos poetas locales...» (Hemeroteca La Vanguardia, 29 de mayo de 1908.) Al día siguiente por la noche partieron a una procesión cívico-religiosa-militar de homenaje a la bandera en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería, después de la cual tuvieron un festival de bailes y cantos regionales. Tras una apretada agenda de varios días el sábado día 2 de mayo, fecha histórica y central del convite, las agrupaciones desfilaron con sus atuendos por la Plaza de España, conjunto arquitectónico monumental único en su género enmarcado en el Parque María Luisa, donado en 1893 por la infanta María Luisa de Borbón y que representa uno de los espacios más espectaculares de la llamada arquitectura regionalista, siendo los pasiegos unos de los modelos más admirados por la suntuosidad de su indumentaria y por la fama que acarreaban como estilosas nodrizas las mujeres pasiegas.
Fueron unos días agotadores para todos, tanto que el martes 5 de mayo y una vez finalizados los actos el comandante Rodríguez Caso, organizador del certamen España en Sevilla, cayó desvanecido en los brazos del marqués de Gandul en la estación cuando se disponía a despedir al grupo de Ansó. En un principio se pensó en lo que podía ser un ataque cardiaco, pero horas más tarde se confirmó que fue un cólico hepático: «El comandante Sr. Rodríguez Caso ha mejorado bastante, dentro de la gravedad de su estado. Créese que se trata de un cólico hepático motivado por el exceso de trabajo que ha tenido estos días con ocasión de las fiestas por él organizadas» (diario ABC, miércoles 6 de mayo de 1908, pag.8). Afortunadamente todo quedaría en un susto y el comandante Rodríguez Caso sería posteriormente homenajeado el 25 de junio de 1909, en los salones de la Capitanía General, cuando se le hizo entrega de un sable de honor costeado por todos los sevillanos como reconocimiento al promotor de la fiesta España en Sevilla en la que puso todo su empeño e ilusión. Fueron días frenéticos para todos, pero afortunadamente el éxito del certamen fue igualmente un triunfo generador que desembocaría en dos décadas con el extraordinario acontecimiento de la Exposición Iberoamericana de 1929; y para los pasiegos encomendados a tan patriótico festejo significó todo un orgullo haber sido elegidos como representantes de su cántabra Montaña. En el año 2008 el Ayuntamiento de Vega de Pas desempolvó la centenaria foto como imagen para felicitar la Navidad a sus residentes y se hizo con igual honra, orgullo y satisfacción.
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